Opinión

El arte del buen hablar

Eber Patiño Ruiz

18/03/2015 - 06:30

 

Hoy, después de medianamente hablar y conocer al menos las 27 palabras del abecedario de nuestro idioma español, tengo una preocupación, que no puedo dejar pasar por alto y es menester tocar este tema porque, cuando se escucha hablar a los adolescentes de todos los estratos sociales, es inevitable sentir una verdadera pena ajena por todos aquellos lingüistas que dedicaron su vida en dejarnos una idioma más fresco, entendible, que nos hiciera más sociables, etc.

Ese trabajo académico parece estar en peligro de extinción. Con la llegada de la tecnología se ha propagado un virus del mal hablar, el mal escribir y el mal entender. Los jóvenes internautas han olvidado las reglas básicas de nuestro idioma, y, al contrastar los resultados de la investigación, la conclusión es delirante; hemos retrocedido en el tiempo de las primeras letras, hasta el inicio de los jeroglíficos, o el arte rupestre.

Una simpleza lingüística que raya en lo absurdo, teniendo nuestro idioma Español una exquisita  riqueza de palabras como ningún otro idioma. Pero esa riqueza se está quedando solo en los libros viejos de las estanterías de las bibliotecas, ni apostarle a decir que en las casas, porque los diccionarios parecen ser unos libros pasados de moda, en desuso, sin importancia y lo más lamentable, sin difusión.

Escucho también con preocupación a los adultos que han olvidado reglas básicas al escribir y hablar, y ese refrán que dice “como habla escribe” cantaleta obligada de los profesores en la escuela, es cada vez más contundente en su aplicación en la vida diaria de los estudiantes de todos los niveles (primaria, secundaria, universidad). Tan cierto es esa frase que los profesores en su aguda capacidad de observación y oír a sus alumnos podrían saber claramente cuando una tarea era copia del otro por las palabras que utilizaba en la narración, y la confrontación no tenía atisbo de duda, la tarea era fiel copia del niño o la niña juiciosos de la clase.

Existe exactamente lo mismo en las aulas universitarias. La tecnología nos permite el copie y pegue en los trabajos escritos realizados por otras personas, por eso se considera un fraude y so pena de nulidad y cancelación de la matrícula.

Si como se habla se escribe, entendemos entonces porqué los jóvenes no les gusta leer y menos escribir, porque no entienden la manera correcta y lógica de hilar las palabras y conservar toda la estructura lingüística, la que por muchos siglos se ha venido mejorando para tener hoy en nuestra boca las mejores palabras.

Las frases para describir una u otro cosa se simplifican en – que chimba, que ********, ******, ¡mierda!, hp, bb, bn, ok, h—l y si a todo esto le sumamos los extranjerismos y anglicismos, tenemos como resultado una sopa de letras que nadie entiende y que a todos indigesta.

Esto ha llevado a que los adolescentes opten por la peor de las violencias sociales, como lo es la indiferencia y el silencio, porque ninguno quiere confrontarse al otro o sentirse confrontado, y en ese limbo llegaron los celulares a convertirse en el único mundo en el que se puede hablar sin que nadie sepa quién soy. Si me siento agredido lo borro o lo bloqueo y todo quedó arreglado.

Hablar de literatura y de poesía es cosa de unos cuantos, porque al no interesarse por las palabras y lo que significan, no hay un punto de entendimiento. Se rompe la comunicación. No se les puede pedir a los jóvenes que expresen los mejores sentimientos con las mejores palabras porque simplemente no las entienden.

El mal hablar se ha convertido en una especie de monstruo con muchas cabezas, donde cada quien impone su propio lenguaje y los otros se van adhiriendo a la telaraña, y ahí se quedan atrapados.

No es de extrañar la alta deserción universitaria, no por falta de dinero, que es el otro cuento que nos quieren vender, sino que la mayoría de los estudiantes no entienden lo que leen y, al momento de hacer el análisis de eso que deben leer, la manera más fácil para salir de esa confrontación es dejar las aulas e inventarse una historia que justifique su acción. En el fondo, el tema es más grave de lo que parece.

Se ha perdido ese amor por las letras, por el buen hablar, por el buen escribir; desde la escuela no se le enseña a pensar al niño y, como no desarrolla esa capacidad de imaginar otros mundos por fuera de lo que dice el texto guía de la clase, el resultado es un niño perezoso que no piensa y de ahí en adelante tomará el camino más corto para salir del paso de la tarea copiando errores de otros. De esta manera se perjudicará doblemente: primero porque no sabe lo que escribe y segundo porque no le interesa eso que escribe y al llegar a la universidad se encuentra que el muro que debe escalar es tan alto que prefiere quedarse en la base y esa base es justamente la mediocridad que lo va acompañar en todo lo que emprenda en la vida, por ende será otro pobre ciudadano más de la masa, de la turba, de la prole, el empleado insatisfecho, que no ama lo que hace, que es envidioso del otro y esto lo llevará irremediablemente a ser infeliz y, como el infeliz es presa fácil del odio, el siguiente paso es la violencia verbal y después física, y ahí vuelve y se repite el circulo vicioso.

Por eso mi preocupación por quienes serán el futuro de este país. No dimensionan lo que se avecina y a lo que se enfrentan sino se preocupan desde ya por cultivar el buen hablar, el buen escribir y el buen gobernar

 

Eber Patiño Ruiz

Comunicador social y escritor 

Sobre el autor

Eber Patiño Ruiz

Eber Patiño Ruiz

Hablemos de…

Eber Alonso Patiño Ruiz es comunicador social, periodista de la Universidad Católica del Norte Sede Medellin, Antioquia. Su gran pasión es la radio y la escritura. Tiene dos novelas terminadas y una en camino, un libro de cuentos y otro de historias fantásticas; tres libros de poesía: Huellas, Tiempos y Expresión del alma.

@Eber01

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