Opinión
Árboles y árboles en Valledupar

Junto a ella, vio a Alejandro Durán en el año 1968 coronarse como el primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata. Juntos, por muchos años, fueron testigos de la transformación del viejo Valle, escucharon los primeros cantos y las primeras notas de los acordeones revolotear por los cañahuates.
Nunca está solitario, continúa mirando a su eterna compañera de frente. Ella, toda ella se conserva intacta. A él, en cambio, le ha dado duro el paso de los años. El memorable árbol de mango, ese que echó raíces en la plaza Alfonso López de Valledupar, frente a la tarima Francisco El Hombre, se muestra fuerte como los hombres que no aprendieron a llorar, se muestra imponente como la ‘Revolución en Marcha’, monumento que lo acompaña.
Sin embargo, no todo es tan fuerte aunque la apariencia así lo demuestre. El palo e´ mango de la plaza está enfermo, algunas veces llegan médicos, le aplican el remedio y se van. Hasta su lecho de enfermo han llevado serenatas, han llevado a estudiosos con buen discurso y, luego, todos marchan y a él acude el olvido.
La suerte no es distinta para los demás árboles. Diferentes parásitos han afectado a los ejemplares que en un tiempo le dieron a Valledupar el título de ‘la ciudad más arborizada de Colombia’. Las cifras no son alentadoras: al menos 100 mil árboles hay en la ciudad y el 40 por ciento está enfermo o afectado por la edad. Muchos de ellos no son reemplazados a tiempo y otros han sido sembrados en donde resultan lastimados o generan daños.
¡Claro! Y así como en los cuentos de hadas también hay quienes se valen de ellos para fomentar engaños: “Vamos a crear la oficina del árbol”, muchos han dicho y han convencido. Ahora ellos y sus ‘triquiñuelos’ tienen oficinas pero ninguno que atienda a los árboles. Seguramente no se han puesto a pensar que sería de sus adorables mentecitas sin sombra de árbol que los refresque.
Y ni qué hablar de las podas. En Valledupar la palabra ‘podar’ es reemplazada por ‘echar machete’. La poca estética en la expresión se ve reflejada en cada ejemplar. Eso sí, también hay quienes hacen de sus jardines un pequeño edén, hay quienes cruzan la calle con un balde con agua para decirle ‘buenos días’ al árbol que han adoptado; al menos consuela saber que hay de quien aprender: conservar la naturaleza no debería ser una tarea, sino un placer.
Herlency Gutiérrez
@HerlencyG
0 Comentarios
Le puede interesar

La rebeldía de Emilianito
No son muchas las personas que en el mundo de la fama se han resistido de manera voluntaria y fundamentada a recibir honores y home...

Editorial: Ya vuelvo, decía el cuadro
La muerte de Germán Piedrahita nos ha dejado a todos tristes y aturdidos. Huérfanos de un artista y gestor entregado. Lo que no quer...

Valledupar frente al cambio climático
El departamento del Cesar siempre ha sido una tierra de ensueños. El lugar donde florecieron bonanzas como la algodonera, los recu...

Que el interés general prime antes del interés personal en Colombia
En un recorrido reciente entre los departamentos del Cesar y Bolívar, más que maravillado por la exuberante biodiversidad que ofr...

Valledupar: desempleo e informalidad, el pan de cada día
El DANE presentó el pasado 28 de junio las cifras del mercado laboral correspondientes al trimestre móvil entre marzo y mayo de...