Opinión
Editorial: La Cultura, elemento diferenciador en las campañas del 2015

Este año 2015 se caracteriza por ser un año de elecciones en Colombia, año en el que las personas con aspiraciones políticas calibran sus discursos y programas.
Por razones históricas, la Cultura y la Educación han sido las grandes olvidadas de las últimas décadas. Las promesas electorales se han concentrado en proyectos palpables, edificaciones y estructuras de gran impacto visual, pero de escasos efectos productivos y humanos, y en muchas ocasiones inacabados.
El año 2015 podría marcar un cambio de rumbo. El electorado hastiado y desconectado exige cambios. Pero, por encima de todo, la saturación de lemas políticos redundantes obliga los candidatos a renovarse.
En ese contexto, la Cultura y la Educación se presentan como los grandes lemas diferenciadores. Y más en ciudades del litoral caribeño como Riohacha, Santa Marta o Valledupar donde la gestión pública de los últimos años se ha visto afectada seriamente.
La Cultura irrumpe como una válvula de rescate -y una cápsula de renovación- para todas aquellas ciudades que buscan un resurgir económico y un posicionamiento atractivo a nivel regional y nacional. A través de ella se puede proyectar un desarrollo humano y comercial que beneficie a distintos sectores y, que suavice paulatinamente las inequidades que desarticulan nuestras urbes.
El mejor ejemplo en la costa Caribe lo encontramos en Montería: ciudad que ha sabido apoderarse de uno de sus elementos más identificativos (el río Sinú) para convertirlo en un símbolo de reconciliación y de atracción cultural. El Sinú ya es el escenario de los primeros festivales de río y se presenta como uno de los mejores ejemplos a nivel arquitectónico y turístico para Colombia. Montería ya es un modelo cultural para el Caribe Colombiano.
Así pues, bienvenidos sean todos aquellos candidatos que decidan incluir la Cultura en su programa político: sea proyectando la conservación de su patrimonio, ideando proyectos folclóricos que impulsen el turismo, desarrollando programas innovadores y responsables de cultura ciudadana, apoyando eventos que favorezcan el pensamiento y la cultura democrática, o facilitando esa transición a la que nos obliga la imparable Paz.
No obstante, es preciso recordar a los candidatos a la expectativa de un espacio en las alcaldías que todo programa meramente electoralista –es decir que no se haya construido a través de un verdadero compromiso ciudadano– puede ser más adelante la causa de un profundo malestar social y una gran pérdida de tiempo. En efecto, la Cultura tiene su lenguaje, ama la transparencia, se proyecta a largo plazo, rehúye del doble sentido, impone su calendario, y valora a quienes trabajan con el corazón en la mano. Y todo eso, no se improvisa.
PanoramaCultural.com.co
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