Opinión
Y en el siguiente periodo resucitó
“Somos creadores y podemos fabricas hoy el mundo en el que viviremos mañana”.
Las religiones consolidan la fe de sus practicantes o creyentes en misterios o circunstancias fuera de lo común, que dan el sentido y la orientación al espíritu del ser humano sobre la base del dogmatismo. Por ello para los cristianos, la resurrección no reconoce sino un sujeto activo en el que se basa toda la filosofía religiosa que no admite la más mínima contradicción o cuestionamiento y por la que sólo es necesario creer e invocar para asentir carismáticamente toda el conocimiento y visión de la vida y la muerte en paralelo al discernimiento y gnosis del alma y el cuerpo.
Difieren en esencia el fenómeno de la resurrección y el acto de resucitar, así la primera solo es interpretada en el ámbito místico y objetarla es irrespetar la ideología religiosa y a la misma omnipotencia, que estableció el prodigio como la recompensa final, razón de ser y epílogo incondicional del sufrimiento terrenal.
Los actos de resucitación si son los que comúnmente se dan a diario en todos los aspectos de la vida social, política o económica que trascienden más allá de la condición humana a situaciones materiales y a la misma existencia del individuo y sus actividades dentro de las sociedades que conforman el Estado.
Sucede que no estamos alejados de realidades cuando en la política se da a interpretar la parábola axiomática sobre aquella vez que por circunstancias propias del ejercicio de gobierno se creía cerca de dar final y hacer desaparecer a la anarquía y amenaza de un grupo terrorista diezmado y arrinconado y que con el cambio de gobierno nacido en el fundamento de la traición, la mentira y maquinales amangualamientos con delictuosos amiguis, haya resucitado, no milagrosamente sino consecuencialmente para desgracia de toda una nación con calificativo que se le quiera referenciar: Inseguridad ciudadana, terrorismo, corrupción, desgobierno, pobreza.
El renacimiento de antiguas prácticas políticas corruptas a costa del enterramiento de leyes y normas instituidas para controlar la conducta social, es resultado de haber elegido mal e inconscientemente a quienes si tenían establecido y estudiado con anterioridad la implementación de mañosas formas de tomarse el poder, cerrando espacios a la democracia con la toma de decisiones unilaterales, solo beneficiosas para sus propósitos de sometimiento del pueblo y enriquecimiento personal de legitimados y contertulios criminales, desde escenarios exteriores establecidos para alcahuetear la promulgación de sus exigencias injustas.
Resucitaron de una etapa preagónica con fuerza y amenazadores panoramas a la vida social, los fantasmas del narcotráfico, el secuestro, la extorsión, el contrabando, la violencia generalizada, el delito y otros anexos que estrecharán las ilusiones de regodearnos en un Estado que preste eficientemente los servicios públicos, cuide y proteja el sistema de salud, incentive y proporcione el mejor sistema educativo y ejerza un gobierno justo y equitativo ,digno representante del poder soberano.
La resurrección seguirá siendo para el mundo cristiano el motivo de alborozo y celebración después de la iniquidad, pero la reaparición de los males de la sociedad producto de la ignominia y soberbios procederes de gobernantes legitimados será el motivo de tristeza más grande para todo el pueblo, que siempre ha referido y confundido la esperanza de llegar a un mundo mejor prometido por el verdadero y único Dios, con las promesas falsarias de endiosados humanos contemplados transitoriamente en el poder terrenal.
Alfonso Suárez Arias
@SuarezAlfonso
Sobre el autor
Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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