Opinión
La Olla está que se prende
Cuando llega abril, o mejor cuando se despide, las cosas en el Cesar, son diferentes. Una especie de alegría casi mágica, nos llena la mente y el cuerpo por motivos indefinibles. Entonces, la inmensa hoya del río Cesar comienza a prenderse, los incendiarios de cerros aprietan la llama y hasta los directores de Corpocesar buscan salvarlos a sabiendas que no les queda tiempo, perdiendo los tres años anteriores sobre el tema.
Ni que decir de la empresa Emdupar que cada abril repite lo mismo; ausencia de agua, por el mismo motivo desde que hay festival. Ahora parece que internamente celebran el festival del químico. Vainas del Valle. La olla está que se prende, pero en los patios vallenatos se llena de acordeones, símbolo musical de nuestra gente. Pero igual, por simple coincidencia política, cada grupo prende su olla, mientras la de los patios cocina chivos y sancochos, la olla política huele diferente, pues cocina avales y alianzas. La primera olla es divertida, alegre, esperada, la segunda es preocupante, desesperada, angustiosa, incluso temerosa.
Hablemos de la primera. Usted encontrará la nota de los Hermanos López, por todas partes, sin proponérselo competirán con el canto de Diomedes Díaz que no se resigna a despedirse de su gente y menos con la novelería de la novela en su nombre. Seguramente los visitantes visitarán La Junta, La Peña y Patillal, unos pueblos musicales llenos de recuerdos. El pueblo ya inventó sin tantos presupuestos ni estudios la “Ruta del Cacique” y nuestros gobiernos llevan años preparando la Ruta Escalona y nadie sabe cuál es ni por dónde va.
Siempre el pueblo es mejor que sus dirigentes, dijo Gaitán que también murió en abril, antes del invento festivalero nuestro. Nos encontraremos, para hablar de “Los López”, a Jorge Oñate, ese gran cantor que el tiempo no le alcanzó para ser buena gente, sin embargo grabó casi todos los mejores vallenatos. Seguramente Oñate hablará tanto de esta dinastía, como Joaquín Guillén de Diomedes, que ahora parece que lo conoció primero que la vieja Elvira.
Seguramente Pablo, el cajero más famoso de su estirpe nos contará uno de sus chistes, Miguel nos sorprenderá con su nota, Navín con su sobriedad y su estilo, Poncho con sus bajos y Alvarito pedirá un acordeón a cualquiera, un viejo vicio que sin necesidad tiene desde niño. No es que lo necesite, es que cuando pierde uno, lo remplaza por diez.
Mientras la olla festivalera hierve de notas y cantos, la olla política cocina de todo. Este sancocho trifásico político, tiene tantos huesos y tanto condimento, que las presas escasean. No hay líderes, toca inventarlos o revivirlos como sea. ¿Acaso Gonzalo Gómez, después de renunciar a toda cosa, no quiere regresar al gallinero? ¿Acaso la casa liberal está que se prende sola porque todos quieren tener el fosforo en la mano? ¿Olvidan que Ape Cuello no da un solo paso sin Tuto Uhia, y éste es incapaz de gatear sin Ape? ¿Olvidan que la casa Gnecco aún no tiene presa definida y a todos los mira con reserva? De la misma forma mira el alcalde a su próximo candidato, incluso los confunde con el reservorio de Emdupar que deja mejores resultados. Se propuso esa empresa por cuatro años largos sin prensa visible, de vaina sabemos que existe porque el verano no perdona.
Bastante rara esta la olla del alcalde Socarrás, muchos ajuntaron fogón sin saber que quería el dueño. Freddy como buen cañaguatero es tradicional, pero a lo moderno. Solo escucha a los buenos Santos, si son de Bogotá, mejor.
Chichí QR, tiene un caldero que solo saca presas refritas, pero ahora se esconde como cualquier político. La casa Araujo espera la última jugada, su ajedrecista eterno calcula hasta la salida de un rayo. La Casa Conservadora tiene más gente que muebles, y el único que contesta recoge firmas, para espantar los pájaros. Los azules es que la misma cosa, están sin norte y sin votos. De la Peña no existe, y Cristiancito III recibe órdenes de cualquier patio.
Ya la vaina festivalera está lista. Rodolfo MA, su presidente vive sus días de gloria, pero en política apenas las nubes se están amarrando. Ojo que las nubes sueltas forman huracanes y aquí tenemos prevención, pero el desastre no deja de asomarse, incluso en forma de libro como homenaje a Gabo. Macondo existe, está lleno de acordeones y es aquí, en el gran Valle de las convicciones.
No olvides que el Concejo, prepara su arroz de palguarata y la asamblea, su pizza de garzas, no cantan.
Edgardo Mendoza Guerra
Tiro de Chorro
Sobre el autor
Edgardo Mendoza
Tiro de chorro
Edgardo Mendoza Guerra es Guajiro-Vallenato. Locutor de radio, comunicador social y abogado. Escritor de cuentos y poesías, profesor universitario, autor del libro Crónicas Vallenatas y tiene en impresión "50 Tiros de Chorro y siguen vivos", una selección de sus columnas en distintos medios. Trata de ser buena gente. Soltero. Creador de Alejo, una caricatura que apenas nace. Optimista, sentimental, poco iglesiero. Conversador vinícola.
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