Opinión
Medios que prostituyen la realidad colombiana

La ley establece una responsabilidad social para los medios de comunicación social, aspecto que parece no cumplirse en Colombia, cuando estos medios avasallan con los elementos de la cultura y estropean la imagen de valores de la identidad colombiana.
¿Cómo es posible que RCN y Caracol, en particular, se dediquen sin fundamento a prostituir los valores de la cultura colombiana, especialmente la del caribe colombiano?
Primero han deteriorado la imagen histórica de Colombia con las series que se han hecho con base en la vida de próceres como Antonio Nariño y Policarpa Salavarrieta, pero no contentos con esto se han ensañado en convertir la imagen de los artistas del caribe colombiano, en sus prostitutas más productivas, en su carrera por el comercio del rating y la pauta publicitaria en los horarios triple A de la televisión nacional.
Pobres producciones como El Joe Arroyo, Rafael Orozco El Ídolo, y ahora Diomedes Díaz El Cacique de La Junta, simplifican el ánimo pervertido de las productoras de telenovelas, que sin escrúpulos abusan de las figuras, que de algún modo le han dado cierta altura a la identidad cultural de Colombia.
Son muy pobres los libretos, pésimos los actores naturales en su mayoría y bien distanciados de la realidad los guiones argumentales, con diálogos escuetos y torpes que reflejan el ánimo facilista de hacer dinero a costa de la mala imagen que le puedan dar a quienes han sido símbolos de trabajo y entrega en el mundo artístico, a pesar de los demonios que se han escondido en sus vidas.
Álvaro Jose Arroyo, Rafael José Orozco Maestre y Diomedes Dionisio Díaz Maestre merecen estar en el salón de la fama colombiana y no ridiculizado y mal modelados por actores de quinta, que solo se han prestado para caricaturizar a figuras del arte popular que, por su dimensión artística, traspasaron las fronteras.
Estos medios, usando el icono de la droga como carta de presentación nacional y como el elemento que más vende, violan cualquier principio de responsabilidad social, incluyendo el horario en que emiten sus producciones y, además, tergiversando la realidad histórica y cultural, mostrándole a las nuevas generaciones la imagen contraria de lo que han sido estos ídolos del folclor.
Además, sobre aquellos con los que no han hecho arreglos económicos, le cambian los nombres para poder prostituir a través de la pantalla la imagen y la gracia de prolíficos trabajadores de la cultura popular.
No se trata de defender los males de estos artistas, lo que se pretende es solicitar que las producciones nacionales no escatimen esfuerzos en destacar lo bueno de quienes han hecho aportes a la cultura colombiana y convertir lo malo, en elementos pedagógicos para distanciar a las nuevas generaciones de esos males. Pero no. Las productoras resaltan lo malo como el buen principio para atraer audiencia y crecer en rating.
Es ahí que surgen las preguntas: ¿Dónde está la responsabilidad social de estos medios? ¿En que terminará la tutela de los indígenas arhuacos impuesta a RCN por el abuso contra su cultura en la telenovela Diomedes El Cacique de La Junta? ¿Quiénes son los responsables de preservar y promover los valores de la cultura colombiana?
Aquí le asiste al Ministerio de Cultura una gran responsabilidad lo mismo que a la Autoridad Nacional de Televisión en el control de unos medios que banalizan el buen nombre del país y atentan contra la identidad cultural. O al final tocará a una liga de ciudadanos decirle no a estas producciones y hacer carrera a través de todos los medios para luchar en contra de esa irresponsabilidad mediática que prostituye los valores de la cultura colombiana.
¡Amanecerá y veremos!
Luis Eduardo Barreto Muegues
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