Opinión
Vientos de paz
A pesar de la desproporcionada guerra mediática que despliegan los canales privados de televisión y radio, a pesar de la despiadada y cruel propaganda de los diarios impresos del país, muy a pesar de las manifestaciones agresivas en contra del proceso de paz por parte del Ministro de Defensa, aunque unos generales ancianos y en retiro se pronuncien contra la posibilidad de que Colombia viva en concordia, sin importar que Claudia Gurisatti, Darío Arismendi, Plinio Apuleyo, Londoño y otros periodistas de igual catadura se pronuncien a diario en contra del pacto, sin contar que NTN24 después de despotricar de Maduro y Venezuela, dedique el resto del tiempo a contar cosas en contra del proceso, en La Habana continúa a paso lento pero firme hacia la anhelada terminación de esta guerra fratricida.
No hay que desconocer que los enemigos de la paz son múltiples y que su odio desmesurado es altamente tóxico y contaminante. Hay que reconocer que estos son expertos en propaganda negra y que a su favor tienen las élites económicas y los medios masivos de comunicación. Sería un despropósito desconocer que el rencor enfermizo del senador Uribe no le hace daño a la paz y al país. Sería tonto negar que los senadores del Centro Democrático no le hacen daño a la Patria, pues viven de emboscada en emboscada disparando ráfagas de odio contra el proceso de acuerdo.
Sería necio no reconocer que la misma guerrilla en su ceguera y prepotencia no ha tratado de dañar las negociaciones y que los sonados casos de los once soldados en el Cauca y la pérdida lastimosa de las piernas de un Cabo joven no hieran y socaven los sentimientos del pueblo colombiano que se debate en un maremágnum de información adversa contra la paz y en favor de la guerra. Pero, muy a pesar de la mayoría del pueblo colombiano desea y necesita la paz, desea y anhela dejar en heredad un país ordenado para los hijos y nietos de estas generaciones nuevas y no tan nuevas que nunca hemos vivido un día sin guerra.
Al observar los videos de los negociadores de la guerrilla uno observa a unos hombres maduros, entrados en años que parece se cansaron de jugar a los buenos y a los malos, guerrilleros gordos y de paso lento que ya acusan la fatiga de la guerra y que por ello buscan la paz, pero obligatoriamente uno hace el contraste con los militares retirados, estos generales ajados por los años y anhelantes de glorias no vividas que persisten en el estatus guerreristas y que pregonan desde hace sesenta años que la guerrilla está a un tris de ser vencida y que, por lo tanto, hay que acabarla a plomo.
Tiene uno la percepción de que el país comienza a respirar aliviado por la baja intensidad del conflicto. Siente uno tranquilidad al viajar por las carreteras del país. Genera confianza el hecho que el presidente Santos se empeñe tercamente en avanzar en la búsqueda de la paz, pues en su discurso encuentra coherencia de su pensamiento sobre la paz en el actuar y el decir.
El país comienza a mostrar síntomas evidentes del deseo de abandonar la guerra, pues a no ser por los actos de barbaries, que de vez en cuando se presentan, como el asesinato y mutilación de militares se podría decir que estamos marchando por la senda correcta hacia su búsqueda. Lo que ocurrió este miércoles 20 de mayo en la Universidad Nacional, en que los estudiantes se le opusieron y echaron con arengas de “¡Fuera… fuera… fuera!” a un grupo de encapuchados que pretendían esconderse entre los universitarios para seguir haciendo sus violentas escaramuzas contra la policía, es un síntoma claro de que la juventud desea la paz y comienza a estar enchufada en el proceso.
Ad portas de una contienda electoral, el país nota que los precandidatos de acuerdo a su vertiente y estrato comienzan a alinderar su discurso en la política de paz, algunos, los guerreristas plenamente identificados, repiten un discurso cliché elaborado por el Centro Democrático y que ellos hábilmente han ido ajustando de acuerdo a las circunstancias, pues ahora dicen y dirán que quieren la paz sin condiciones, que hay que someter a los guerrilleros, otros más astutos la disfrazan con críticas sesgadas contra la justicia transicional. Otros mucho más estúpidos exploran alternativas tales como el paseo de la guerrilla en La Habana, tomando el sol y bebiendo Wisky.
Afortunadamente la mayoría de esta fauna política está alineada en querer la paz y la finalización de la guerra. Nos toca a todos, los del común, los de a pie, tú, yo, ellos, todos alinearnos en torno a este querer nacional y fortalecer el proceso, construir una paz estable y prepararnos para el post conflicto. ¡La paz sea con todos!
Diógenes Armando Pino Ávila
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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