Opinión

Yo te engaño, tú me engañas

Diógenes Armando Pino Ávila

18/09/2015 - 06:10

 

Ha hecho carrera la creencia popular de que el político es un hombre astuto y sagaz y que su razonamiento y cálculo estratégico está por encima del común de los mortales. Se cree también que tiene el secreto para convencer a la gente y que sus dotes de prestidigitador le permite escamotear la realidad ante los ojos del votante común, mostrándole una realidad ficticia que siempre apunta en favor de él y que con sus artes hipnóticas hace sentir que esa verdad virtual favorece al pueblo.

Empiezo a pensar que esas artes están en desuso o que la marusa con que hacían su espectáculo estelar está de capa caída,  y que dentro del pueblo ha nacido una clase de avivatos que supera con creces la astucia y la perversión del político. En esta contienda política he podido notar con más intensidad el fenómeno, sobre todo en mi pueblo, donde hay candidatos a la alcaldía que llevan a motu proprio cinco y seis candidatos a la asamblea y que instigan a cada uno de sus candidatos al concejo a salir en busca de financiación a través de los aspirantes a la corporación edilicia. No contento con ello salen los “líderes”, no aspirantes a concejo, con el platillo a recoger su propia colecta de dinero para hacer política.

Lo anterior preocupa, pero aunque riñe con la ética, es parte del juego de trampas en que se ha convertido la política, y preocupa porque no es posible que unos desvergonzados salgan al mercado electoral a proponer como mercancía barata la voluntad de un elector. Preocupa porque el pueblo ignora que se esté dando este tipo de tramoyas, preocupa porque las nuevas generaciones están participando en ese juego desvergonzado de compraventa de conciencia. Preocupa porque candidatos jóvenes son los más proclives a asumir estas aberrantes prácticas.

Hay algo peor. Abierta la caja de pandora y desbocado el apetito económico de estos mercaderes del voto, no hay reato moral que les contenga y es así como están pidiendo dinero a personas non sanctas para financiar sus campañas, que no es para tal fin, sino para poder mostrar ante el pueblo inocente, el poderío económico y el derroche de propagandas, parrandas y francachelas en que han convertido la política local. Por este medio casi nunca me refiero a mi pueblo, pero es tal la situación que en esta oportunidad no puedo reprimir el deseo de hacerlo, ya que en la política local de Tamalameque se vive eso y más, y es tal la intensidad del viciado despropósito en busca de dinero de algunas campañas se negocian sin vergüenza ninguna con las dos gobernaciones sin importar cuál le dio el aval.

Los políticos en su afán de cautivar unos votos aúpan esta situación y auspician a los corruptos a participar de ella, en un juego de “tú me engañas que yo te engañaré después”, ya que todos saben lo que está pasando pero ante el temor de perder los pocos o muchos recursos que ya han dado no hacen frente a la situación, sino que, como el marido ofendido que conoce de la infidelidad de su esposa, se calla con la esperanza de que los vecinos no conozcan del caso y se burlen de ellos. Es en ese silencio del engañado y el engañador en que se juega el destino de mi pueblo.

Al momento de escribir esta nota me dicen que incluso la administración participa financiando campañas contrarias para sellar un pacto de silencio a futuro en el que ”si tu ganas no me denuncias”. Todo esto con un telón de fondo de ataques y diatribas en las redes sociales, donde nadie puede hacer una crítica al sistema corrupto que está imperando en la política de mi pueblo, pues se corre el riesgo de ser agredido verbal o físicamente.

Se me ocurre pensar que la política debe aplicar principios contables en el sentido en que se puedan hacer cruces de cuentas para detectar a los platilleros que pululan por estos lares y con los resultados publicar un libro negro donde se consignen los nombres de estos mercaderes para que sean expuestos al escarnio público. Estoy seguro que la lista sería bastante nutrida y diciente.

En aras a la justicia debo decir que aquí en Tamalameque hay una campaña a la alcaldía que no lleva candidato a la asamblea, esto me llamó poderosamente la atención y le pregunté a dicho candidato el porqué de esa actitud, me respondió con seriedad y sencillez, sigo buscando un candidato a asamblea serio, que si bien financie o ayude a financiar la campaña de mis concejales, haga un compromiso formal de hacerle acompañamiento a mis proyectos como alcalde ante el señor gobernador electo. ¡Me quito el sombrero ante Beto Aguilar!

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

@Tagoto

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