Opinión
El deber de no botar
La mayoría de los ciudadanos somos unos reclamadores permanentes de derechos. Cuando nos afecta cualquier situación que surge de nuestras relaciones habituales con el Estado, los entes privados o los demás individuos, solicitamos de inmediato, a través de una voz crítica o acciones constitucionales, que se respeten los reconocimientos naturales y jurídicos que tenemos: la vida, el libre desarrollo de la personalidad, el trabajo, la educación, la vivienda…
Sin duda alguna, entender y buscar la materialización de nuestras garantías fundamentales, ayudan a construir una sociedad más libre y justa, pero de nada sirve este ejercicio cuando, a la vez, somos unos incumplidores constantes de nuestros deberes. Por ejemplo, nada hacemos con exigir que no se quebrante nuestro derecho a la libertad de expresión, si al ejercerlo vulneramos la honra, la intimidad y el buen nombre de los otros.
En el caso concreto de Colombia, la Constitución Política de 1991, haciendo gala de sus cualidades de escrita y extensa, no solo ofrece una amplia declaración de derechos y libertades, sino que también consagra en el artículo 95 los deberes y las obligaciones que tenemos las personas, señalando de entrada en el numeral 1: “Respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios”. De alguna manera retoma lo dicho por el intelectual puertorriqueño Eugenio María de Hostos a finales del siglo XIX: “Cumple con todos tus deberes y gozarás de todos tus derechos”.
Ya que estamos a pocos días de unas elecciones democráticas regionales, el numeral 5 del artículo constitucional citado merece una especial evocación. Se refiere al deber de: “Participar en la vida política, cívica y comunitaria del país”. En términos fácticos, se trata de un llamado de atención para aquellos que se quejan de las calles sin pavimentar, la inseguridad, la falta de empleo, la mala prestación de los servicios públicos, la corrupción... pero no votan, ni ejercen control político ciudadano sobre quienes administran el poder, ni se interesan por la organización social de su barrio. En efecto, resultan irresponsables y hasta estúpidas aquellas personas que dicen que no les importa la política, siendo que en ella se toman las decisiones más trascendentales de la vida en sociedad.
Para construir un mejor país, Departamento y Municipio no solo tenemos los deberes (que a la vez son derechos) de elegir, postularnos para ser elegidos o vigilar el manejo de los recursos públicos, sino que también nos atañe hacerlo a conciencia, con honestidad. No podemos permitir que la compra de liderazgos y la mediocridad se adueñen de los espacios de participación que nos otorga el Estado Social y Democrático de Derecho. Es nuestra responsabilidad escoger a los más transparentes y capacitados para que administren los recursos de todos, para que cumplan con la obligación de tomar las decisiones que más beneficien al colectivo. Solo así, solo así podremos exigir la efectividad de nuestras garantías.
Todo derecho conlleva un deber. Este domingo 25 de octubre tendremos el derecho y el deber de elegir a nuestros próximos gobernantes regionales. Hay que asistir a las urnas y votar de manera libre, sin vendernos, sin comprar a nadie. Así podremos reclamar con dignidad un buen gobierno, las obras sociales necesarias. No dejemos las letras de la Constitución en el papel, convirtámoslas en realidades. Cumplamos el deber de no botar, es decir, de no echar a la basura la oportunidad de cambiar para bien nuestra vida política.
Carlos César Silva
Sobre el autor
Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
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