Opinión

Dos anécdotas políticas y una jaculatoria

José Atuesta Mindiola

03/11/2015 - 10:30

 

Cuando todavía los ganadores en el proceso electoral celebran sus triunfos y empiezan a pensar en la conformación de sus gabinetes; en la gente del común surgen comentarios y anécdotas, como semillas de consolación para aquellos candidatos que no alcanzaron el umbral de la victoria. Van estas dos anécdotas anónimas, y una jaculatoria por los gobernantes.                                  

Un gobernante tradicional deseaba que su hijo, que estaba por nacer, heredara sus habilidades de hombre público. Con frecuencia acariciaba el vientre crecido de su joven esposa y con acento de sabio predicador, decía: “Quiero que seas un líder, un político reconocido, que cuides y multipliques nuestros bienes”. El niño nació en una clínica, y cuando le cortaron el cordón umbilical levantó la mano derecha con el puño cerrado y mirada sonriente. El padre airoso exclamó: ¡Mi hijo va a ser ese gran líder que yo sueño, miren esa pose de orador con la mano empuñada! Al poco rato, el médico alarmado gritó: ¡Dónde está mi anillo!

En el pueblo Los Tupes, un candidato al Senado puso de testigo a dos personas mayores del pueblo y prometió que de ser elegido gestionaría los recursos para pavimentar la vía San Diego-Los Tupes. Y agregó: “Si no consigo hacer esa obra, cuando yo venga aquí, autorizo que me den una bofetada, por mentiroso”. Jamás vieron al político por el pueblo. Tiempo después, un señor que estuvo en aquella reunión se encuentra con el político y le dice: “Oiga, doctor, ya puede volver a Los Tupes, de los dos señores que usted puso de testigos murió de viejo uno, y el otro está ciego”.  Por fortuna, 40 años después de la promesa del aquel candidato, el actual gobernador Luis Alberto Monsalvo hizo realidad la pavimentación de esa carretera. 

Una jaculatoria por los gobernantes

Altísimo Padre celestial, te pedimos por nuestros gobernantes para que se alejen de la tentación del poder y el dinero, que la honestidad sea la luz de su conciencia y trabajen en función de las comunidades. Que sean transparentes como el desfile de la lluvia en un mediodía de verano, y abran las puertas de su corazón a Ti, para que cumplan con humildad la misión encomendada.

Dios, Soberano Redentor: supremo guardián de la vida y la esperanza; defensor insobornable de la moral y de la fe; centinela de la alianza del amor y la verdad, cubre a los gobernantes de serenidad y firmeza cuando las tormentas del mal amenacen con levantar murallas que les impida caminar Contigo.

Eterno Padre del bien: concédeles el poder de la concordia; que gobiernen para la comunidad y no solo para sus electores. Que inviertan en salud, educación, que fomenten el trabajo y el bienestar general de la familia. Que consoliden bases de oportunidades y superación en los jóvenes, para que valoren las bondades de la vida y la venerable condición de respetar la dignidad de todas las personas.

Santísimo Padre tutelar del amor y las expresiones de las artes: te pedimos por los gobernantes para sean mecenas de la cultura y los artistas. Soberano Padre misericordioso, que germinen los sueños y las mañanas con la vendimia de tus frutos, para que la algazara infantil llene de fiesta y de paz sus pensamientos.   

 

José Atuesta Mindiola

Sobre el autor

José Atuesta Mindiola

José Atuesta Mindiola

El tinajero

José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).

Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.

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