Opinión

La metamorfosis de un alcalde

Diógenes Armando Pino Ávila

22/01/2016 - 07:00

 

Escena del corto

Los alcaldes, esos personajes privilegiados, amados por unos, odiados y vilipendiados por otros, son seres de carne y hueso, así ellos y sus seguidores piensen lo contrario. Como simples mortales que son, tienen fortalezas y flaquezas y, además, sufren una compleja metamorfosis que va desde su aspiración hasta un tiempo después de entregar el cargo. Describiré  en forma sucinta, las etapas de transformación que sufre. Hasta ahora he logrado definir cinco:

Las ansias del poder: Es la primera, una etapa larvaria en que el pobre ciudadano del común  se transforma en el ser más sociable, abrazador y cariñoso que pueda existir sobre la tierra, su característica principal es la de la mimetización, ya que asume el color de la situación que se le presente, en esta etapa es el ser más inteligente del planeta, capaz de dar solución a corto, mediano o largo plazo al problema social o personal que le planteen, dejando boquiabierto al oyente. En esta fase siempre está en modo halagador, risueño, amigo y, sobre todo, honesto porque los deshonestos están en el otro bando, el tipo posa con una  carita de «yo no fui».

La euforia del poder: Es la segunda, en esta fase es alcalde electo recién posesionado, se siente el ser más poderoso del universo, se transporta en un carro de alta gama, último modelo que el financiador externo de su campaña le trajo en diciembre y que comenzará a pagar con el primer giro que haga la nación en enero, este pago se hará mediante la modalidad de contrato de arriendo y que al cabo de su cuatrienio terminará de pagar (lo devuelve a su financiador para que lo venda y entonces comprará su carro personal, en un negocio aparentemente limpio, sin dejar rastros). En esta etapa comienza a culpar a su antecesor de todos los males habidos y por haber en la administración, es parte del efecto camaleónico, pues asume ese color de crítico para tapar en parte la ignorancia administrativa y el desconocimiento de la cosa pública del municipio. Si eres amigo (en caso de que no hayas perdido su amistad) aprovecha, pues es el punto en que le da a su círculo cercano todo lo que le pidan, en este paso de ignorancia administrativa y legal, no hay presupuesto ni norma legal que le impida hacer su santa voluntad. Si quieres tumbar a un alcalde, analiza su primer año de gobierno, es donde más estupideces cometen, todo por esa euforia de poder, de sentirse el rey del mundo.

La arrogancia del poder:  Comienza a partir del segundo año de su mandato y va hasta mediado el tercero, en este periodo se le ha avinagrado el carácter y ya cansado de fingir ser buena gente, pela el cobre, y comienza a menospreciar a sus paisanos y a incumplir sus compromisos de campaña, no contestar el celular, si tienes suerte lo contesta el escolta o su secretaria, pues él siempre está muy ocupado o en reunión con gente «muy importante», aquí menosprecia a sus electores y comienza a ser descortés. Su mayor preocupación y la causa de su amargura es que a pesar de haber dado tantos contratos y haber pagado tanto dinero la deuda con el financiador de su campaña no rebaja y empieza a pensar que está robando para otro y que su periodo se acabará sin terminar de pagar la deuda contraída en política para ser electo.

La soledad del poder: Es el periodo de los últimos seis meses de su mandato, donde los amigos circunstanciales y políticos lo han abandonado y los amigos de siempre reniegan de su amistad, en este punto su honorabilidad está por los suelos y todo su electorado lo tilda de ladrón y de inepto para gobernar.

La orfandad del poder: Es la última fase de su metamorfosis, aquí se resiste por un tiempo a aceptar que «la teta se secó» y que ya su poder terminó, está mal acostumbrado en el gasto personal desaforado. En el trato con la gente queda como el que parrandea en baile de picó, que por el volumen de la música tiene que hablar en voz alta y en el momento que termina el disco los de las otras mesas se enteran de lo que dice. Aquí ya nadie le da importancia, sus amigos le rehúyen y sus adversarios se burlan de él, nadie le quiere saludar y es la comidilla en los tertuliaderos locales. Su castillo de poder comienza a derrumbarse y tendrá que refugiarse en la fortuna recién adquirida, si fue que la hizo

Triste paso fugaz de una aparente gloria a la realidad simple de siempre.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

@AvilaDiogenes

1 Comentarios


Jairo Tapia Tietjen 28-01-2016 06:58 AM

No solamente los alcaldes sufren tal camaloneónica transformación, sino la clase burocrática en general, y más si lo respalda una carrera dentro del clientelismo politikero; ¡Bon Sort!!

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