Opinión

Las bondades de la poesía para hacer reír a la mujer

José Atuesta Mindiola

08/03/2016 - 05:00

 

Dice una leyenda: cuando Adán estuvo solo, caminaba cabizbajo y un manto de tristeza le impedía contemplar los colores del paisaje, sus oídos eran sordos a la sinfonía del río y al viento de pájaros cantores. 

Dios se compadeció de su soledad y creó a Eva, su tierna compañera. Los ojos de Adán se abrieron a la luz y comenzó a contemplar la belleza de los colores, agarrado de la mano de Eva; miraba el desfile de la lluvia por el follaje tierno del paraíso, y de sus labios emergían palabras de elogio y respeto. Eva, de radiante mirada y de sonora timidez, reía de gozo y de felicidad interior cuando los arrullos de cariño y las bellas expresiones le abrasaban el alma.

Ella se vio sonriendo en los ojos de Adán.  Adán a cada instante descubría detalles para hacerla sonreír: un abrazo tierno en cada despertar; el susurro de un te quiero; múltiples miradas en las tardes pinceladas de arreboles, y en las noches al brillo de las estrellas y la primitiva belleza de la luna. Desde entonces, la risa empieza a escribir su historia. El hombre fiel a la condición humana de respetar, amar y hacer feliz a la mujer.

La risa es la luz que ilumina de colores festivos el tiempo. Todos reímos. La rosa ríe cuando sus labios esperan que el pájaro derrame la caligrafía de su canto. La lluvia ríe cuando reverdece la resequedad del paisaje. El río ríe, cuando el invierno detiene los caminos del desierto.

La risa es como la espuma del mar que se levanta en los cristales azules del cenit. Es perfume del patio en los espejos anaranjados del amanecer. El poeta Pablo Neruda, le dice a su amada: “pero cuando yo abro los ojos y los cierro, cuando mis pasos van, cuando vuelven mis pasos, niégame el pan, el aire, la luz, la primavera, pero tu risa nunca porque me moriría”. 

Invito a cada hombre, a que sea un Adán, para descubrir en la poesía una de las bondades que hace feliz a la mujer. La poesía es la esencia de la vida en la exquisita vitalidad del lenguaje. Brindemos por el buen trato, porque unas palabras cariñosas al despertar hacen mirar el día con ojos de esperanza. En el trabajo, un saludo cordial y un apunte de humor entre compañeros abren las ventanas del alma y le hacen florece el jardín del espíritu.

El otro día, mientras manejaba, la sonrisa de una mujer me detuvo.  Antes había visto su rostro taciturno. Ahora sonreía, una llamada le trajo la buena noticia y fue responsable de ese cambio; su hijo enfermo en la clínica estaba ya fuera de peligro. Ahora le sonreía a la vida, al amor de su hijo.  Para la madre, la risa es más pura cuando nunca falta el agua, el alimento, la medicina y el estudio para su hijo. 

Infortunadamente, hay situaciones que le ahogan la risa. Cuando la violencia y la corrupción niegan las posibilidades de vida y de progreso. Cuando los ingresos no son suficientes para satisfacer las necesidades básicas del hogar.  Tantas tristezas gigantes alejan la risa de los labios: la muerte que ronda con sus remolinos de hambre y sed en las rancherías; pero la madre llora más aun, cuando su marido atrincherado en la atávica cultura de su tribu, ante la pregunta de una valiente periodista: ¿Su hijo puede fallecer si no lo lleva pronto al hospital?, y éste responde: Si se va a morir, que se muera.

 

José Atuesta Mindiola

Sobre el autor

José Atuesta Mindiola

José Atuesta Mindiola

El tinajero

José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).

Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.

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