Opinión
El Festival y el vallenato tradicional
Todo está listo para el Festival 49. El presidente de la Fundación Rodolfo Molina Araujo, los demás miembros directivos y personal administrativo han trabajado con disciplina y responsabilidad para que esta versión sea superior a la anterior. Ya se siente y se vive el Festival.
En abril aquí el cielo es más hermoso, las noches se pintan de acordeones y se adornan con el cimbreo de mujeres piloneras, y recordamos a Consuelo, ‘La Cacica’ soñadora, que abrió puertas en la aurora al vallenato tradicional.
Bien lo expresa un poeta: “Entre sonrisa se mueve un susurro en el palmar, contento Valledupar la fiesta en el alma llueve y ya son cuarenta y nueve los festivales realizados, seguimos enamorados de los versos y la poesía, del canto y la melodía de maestros consagrados”.
Estos maestros consagrados son nuestros juglares que sembraron la semilla de los versos y el canto. Los sociólogos advierten, que la tradición debe ser capaz de renovarse y actualizarse para mantener su valor y utilidad. Cada quien vive su tiempo y no se puede pretender que los jóvenes repitan lo que hicieron los abuelos. La canción vallenata, como las demás expresiones culturales, experimenta procesos de transformación y algunas logran conservar un fundamento de identidad.
La esencia de la música vallenata es su poesía y los compases que determinan el ritmo. El docente de la Universidad Nacional y musicólogo, Carlos Vega, afirma: “Sin embargo, todavía está por escribirse el estudio propiamente musicólogo sobre el vallenato y sobre las profundas transformaciones de los últimos años que han llevado a convertirse en una de las músicas con más ventas del país y con impacto internacional”.
A nivel de vallenato tradicional, algunos compositores conservan la esencia de la narrativa y la belleza poética de los versos. Lo mismo sucede con los cantantes. Poncho Zuleta es uno de los que se han sostenido dentro del vallenato tradicional, y siempre ha grabado con excelentes acordeoneros que tienen en el alma el tatuaje del vallenato puro, como su hermano Emilianito, el mejor de todos; que además es gran maestro en la composición.
La carrera profesional de Poncho en el canto se inicia en 1971, aunque en 1969 ya había grabado tres canciones con el rey Colacho Mendoza, pero ahora lo hace con propiedad porque su hermano mayor, Emilianito, es el acordeonero, y además líder del conjunto y director de la grabación. Con el acordeón de Emilianito y la voz de Poncho, el vallenato es más vallenato, la tradición alcanza la altura del Olimpo. Razón tiene sus amigos en llamarlo "El pulmón de oro" o "El papá de los cantantes".
Las canciones clásicas de la tradición del vallenato interpretadas por los Hermanos Zuleta se sienten, como: rumor de espumas saltarinas del río Guatapurí, perfume en los labios de la primavera, luna silenciosa iluminando cafetales, viajeros robándole al viento la silueta del aroma, paisaje solazando el roce de la gota fría, peralejo que ve mecer en sus ramas el sombrero de Simón, noche vegetal que repite el nombre de la abuela, brisa de la nevada que evoca los ayeres de un querer, nostalgia del patio porque el hijo ya no está o elegía del viejo que se va para la ciudad. Los cantos de Poncho y Emilianito, parodiando el verso de Roberto Calderón, son para toda la vida.
José Atuesta Mindiola
Sobre el autor
José Atuesta Mindiola
El tinajero
José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).
Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.
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