Opinión
El abrazo de los hipócritas
Ya que pasó (como se consuman los amores de una noche, que suelen ser intensos pero finalmente fugaces) la enorme expectativa que produjo en Colombia la nominación a los Premios Óscar de El abrazo de la serpiente en la categoría de mejor película de habla no inglesa, creo que es pertinente realizar una reflexión sobre el orgullo oportunista que genera el éxito que con esfuerzos particulares o ayudas foráneas consiguen nuestros talentos regionales.
Apenas se supo que El abrazo de la serpiente quedó preseleccionada junto a otras ocho cintas para competir por el Óscar, se encendió la euforia colectiva en el país. En el Cesar, de donde es el director Ciro Guerra (quien tiene familia en La Paz y nació en Rio de Oro, municipio del menoscabado sur del Departamento), de inmediato se comenzaron a tocar bombos y platillos, aunque muchos desconocían que estaba sucediendo en realidad.
Unos días después, cuando se anunció que el filme estaría con otros cuatro en la gala final, la euforia estalló. Tanto fue así, que luego de que Ciro manifestó: “…no fue posible exhibir El abrazo de la serpiente en Valledupar porque los cines se negaron a hacerlo”, Cinemark Guatapurí, en vista de la algarabía, la colocó en cartelera. Y, más por moda que por criterio, no pocos fueron a verla.
Antes de la nominación al Óscar, la película de Ciro obtuvo varios premios: Premio Art Cinema (Festival de Cannes), Premio de Cine Alfred P. Sloan (Festival de Cine de Sundance), Mejor película Internacional (Festival de Cine de Munich), entre otros. Incluso sus dos primeros filmes, La sombra del caminante y Los viajes del viento, también alcanzaron reconocimientos internacionales. Sin embargo, la emoción alrededor de la persona y de la obra del cineasta cesarense, solo se vino a sentir cuando apareció la posibilidad de ganar un premio de la Academia.
Las ganas de ver a un criollo codeándose con los famosos del cine mundial y la esperanza de un triunfo nacional en la esfera desconocida (para nosotros) de los Óscar, hicieron que muchos se embriagaran de fervor. En las redes sociales, por ejemplo, manifestaban el anhelo por esa victoria para Colombia, para el Cesar, pero la mayoría no habían visto las demás cintas que competían en la categoría y a veces ni siquiera la colombiana. Sus palabras, que estaban más enfocadas en un patriotismo artificial que en el contenido de las obras, los delataban.
Los políticos, en especial los de Valledupar y el Cesar, expresaron de forma pública su alegría, su orgullo. Sin embargo, a ninguno le oí hablar de programas para estimular el cine de la región, únicamente ofrecieron, desde lejos y por mero formalismo, una esperanza de triunfo, que traduzco como un abrazo hipócrita por medio del cual buscaban disimular que no han hecho nada, sí, no han hecho nada por artistas como Ciro, que no es un cantante vallenato y nació en el Sur, pedazo de tierra que también pertenece al Cesar.
Ya pasaron los Óscar. El abrazo de la serpiente perdió ante El hijo de Saul (cuya temática del holocausto nazi dicen que siempre resulta hipersensible para los miembros de la Academia). Ahora es menos enfática la tristeza que el olvido, la bulla que la desidia, pero quiero decirles algo a los espectadores (me incluyo) y a los políticos de la región, conozco a varios Ciro Guerra que vienen en camino y que están trabajando con las uñas pero con la firme intención de dejar el nombre del Cesar y el país en alto, ojalá decidamos apoyarlos desde ya, para que cuando estén entre los gozosos de su arte podamos abrazarlos sin hipocresía.
Carlos Cesar Silva
@CCSilva86
Sobre el autor
Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
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