Opinión

La muerte natural es un privilegio

José Atuesta Mindiola

28/06/2016 - 06:00

 

En los pasos de la vida, la muerte esconde su velo. Los seres humanos que aman y respetan su vida y de los demás, esperan con serenidad la llegada de su hora final; pero infortunadamente, en estos momentos Colombia es un país acosado por la inseguridad y el miedo, donde los violentos no excluyen a niños ni mujeres ni ancianos para victimizarlos. Frente a este panorama desolador, la muerte natural es un privilegio. Claro está, cuando las atenciones médicas y familiares son excelentes.

La muerte natural es menos triste, porque es un designio de Dios. En el interior de la tierra el cuerpo cumple la profecía bíblica de la transformación en polvo, el espíritu disfruta la celeste eternidad y los recuerdos son ramos de luz en el corazón y en la memoria de sus seres queridos. Familiares y amigos recordamos a Pablo Atuesta Barrera. En los ya lejanos amaneceres del pueblo de Los Tupes, sus padres Humberto Atuesta y Carmen Barrera fueron bendecidos por Dios para que creciera al lado de diez hermanos. Casi adolescente, llega a Mariangola; mis padres José Eleuterio y Juan Bautista le acogen como a un hijo. En el colegio "Rodolfo Castro" estudia la básica secundaria y deja huellas por sus cualidades de estudiante, cantante y deportista. Regresa a su pueblo y termina el bachillerato en el "Rodríguez Torices" de San Diego. Después llega a Valledupar, bajo la protección de su hermano Oscar Darío, buscando opciones de trabajo. El oftalmólogo Alberto Luis Sierra y la optómetra Nancy Amaya lo inician en el oficio de técnicas de lentes. Su espíritu emprendedor lo lleva a crear su propio taller óptico, que prono contó con la presencia de buenos clientes y cultivó muchas amistades. 

Pablo era un ser generoso, servicial, desprendido de cosas materiales, humanamente familiar, y por eso se hizo merecedor del aprecio y el cariño de todos.  Su mayor felicidad eran los tres hijos, que tuvo con su esposa Aljadis Alarcón: Maira Alejandra (la mayor, que estudia medicina en la Universidad de Cartagena), Pablo Andrés y María Ángel.

A Pablo le fascinaba cantar.  Aún sentía la plenitud de la vida, cuando la familia entristeció con el diagnóstico médico: un tumor en la base del cerebro. Él, sonriente a pesar de la adversidad, les decía que no se preocuparan, que las cosas iban a salir bien, y cantaba algunos versos. Después de la cirugía, se presentaron complicaciones que lentamente fueron minando sus fuerzas vitales... Hoy lo recordamos como el hombre alegre, amoroso, soñador de la esperanza y de la paz.  Igual que sus hermanos y yo, estaría contento por la firma de los acuerdos en La Habana.

A propósito de la firma de estos acuerdos, el artista payanés Rodrigo Valencia Q. me envía la pintura de una ‘Urna funeraria’; transcribo apartes del texto que le acompaña: “La vida no es una caja que se cierra fácilmente. Todos los días son puerta a lo imprevisto; el destino se lucha, se labra, a veces se perfuma con las buenas decisiones. En la actual encrucijada, valen los mejores sueños; los acuerdos recién abren su ventana a la realidad; hay que olvidar los fantasmas, las sombras deben vestirse de serena paciencia, la historia debe nombrar…. Es la oportunidad de iniciar un canto nuevo, Colombia lo espera.  Réquiem para sepultar la guerra… Un símbolo para procesar nuevos deseos, para poetizar la ruta que se espera de la Paz; el último y definitivo grito de la sangre debe quedar sepulto por toda eternidad”.

 

José Atuesta Mindiola

 

Sobre el autor

José Atuesta Mindiola

José Atuesta Mindiola

El tinajero

José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).

Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Diálogos

Diálogos

Un grito lanzado en el desierto sin que nadie oiga, ¿es acaso un grito? El llanto del niño a media noche, en la oscuridad, sin una ...

La que pasó y la que se avecina

La que pasó y la que se avecina

Los resultados de las elecciones del 25 de mayo han sido estudiados bajo la lupa de los más connotados analistas políticos que hay en...

Volvieron los acordeoneros

Volvieron los acordeoneros

Sin el menor asomo de dudas, el acordeón fue el instrumento que le cambió la vida a la región donde nací, y precisamente, aquellos ...

El Vallenato en los Planes de Desarrollo

El Vallenato en los Planes de Desarrollo

Hace menos de quince días los colombianos acudimos a las urnas a elegir nuestras autoridades locales, corporaciones públicas, depar...

Yo, el niño

Yo, el niño

  Recuerdo al hombre negro que vendía vajillas inquebrantables, tan fuerte como piedras que no se rompen. Cuando las tiraba contra e...

Lo más leído

La Cultura y el laberinto del poder

Omar Castillo | Pensamiento

Los Pacabuyes: ¿un pueblo Chimila o Malibú?

Luis Carlos Ramirez Lascarro | Pueblos

La magia de Escalona

Alberto Muñoz Peñaloza | Música y folclor

Vallenato clásico

Luis Carlos Ramirez Lascarro | Música y folclor

El Vallenato de Rafael Escalona

Darío Blanco Arboleda | Música y folclor

Armando Zabaleta: el fecundo compositor de “No voy a Patillal”

Eddie José Dániels García | Música y folclor

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados