Opinión

Lo que no tiene nombre, el caso de Yuliana Samboni

Berta Lucía Estrada

08/12/2016 - 08:00

 

Yuliana Andrea Samboni / Foto: redes sociales

Una vez más el horror, lo que no tiene nombre, es el protagonista de una sociedad que ha enseñado a los hombres que las mujeres son para su placer personal y que sus vidas no tienen importancia. Esta sociedad se llama patriarcal, y la religión judeocristiana es su gran cómplice; por supuesto, sin olvidar a todas las otras religiones, sean monoteístas o no.

La sociedad contemporánea, heredera de la misoginia que ha sido estimulada desde hace más de 2000 años, es una eterna serpiente que se come la cola. Habría que recordar a los griegos y a su dios principal -Zeus disfrazado de cisne violando a Leda, o disfrazado de toro, o de lluvia de oro- para entender lo que trato de explicar; sin olvidar a los judíos y a su credo misógino. El mismo que la Iglesia católica -sin olvidar a las infinidades de sectas que hoy se hacen llamar cristianas- ha pregonado desde los púlpitos en todos los idiomas y en todos los ámbitos posibles.

Los crímenes en contra de la mujer son tan antiguos que ya en La Biblia vemos como a las mujeres adúlteras se les castigaba con la lapidación. La misoginia tiene raíces muy profundas, la sociedad griega y romana lo era, pero también la judía; y nosotros, que nos consideramos un país católico, hemos heredado muchos aspectos de su cultura, entre ellos el odio a la mujer.

La violencia machista, o violencia de género, o violencia sexual, como quieran llamarla, pareciera que nunca tuviese fin; y  cada vez que asistimos a un nuevo hecho de misoginia creemos, muy ilusamente, que no va a volver a suceder; que se trata sólo de un caso aislado, que la sociedad católica o cristiana donde vivimos es la ideal y que nada malo nos puede suceder.

Una gran parte de la sociedad colombiana es machista hasta la médula, misógina por tradición, por lo que muchas veces considera que la mujer es un ser inferior y que está allí para someterla a sus bajos instintos.

No creo que Rafael Uribe Noguera, sindicado del atroz feminicidio de Yuliana Samboní, una niña de siete años, sea un monstruo, tal y como lo ha sostenido reiteradamente Blu Radio. Yo diría que es simplemente un machito marchito, un miserable tipejo, que creyó que por su status social, económico y educativo estaba por encima de la ley. Tal vez por ello se ha declarado inocente, porque es incapaz de reconocer su crimen; por algo la juez dijo que no veía ningún signo de arrepentimiento y recordó que trató de ingresar a una clínica para toxicómanos ; seguramente para demostrar que era «simplemente un pequeño evento  producto de las drogas y del alcohol consumido». Sin embargo,  ya habrían pasado varias horas, incluso podría haber dormido y parece ser que incluso se había bañado. Y como muchos colombianos que comienzan a emborracharse, cuando aún toman biberón, podría tratar de escudarse en que son cosas de tragos y de droga.+ No creo que este sea su primer caso con menores de edad, espero equivocarme.

En Colombia, como en muchos otros lugares, creemos que agredir a las mujeres es normal; y que hacerlo convierte a los hombres en los machos que la sociedad y el país necesitan. De ahí que elegir presidentes como Álvaro Uribe sea considerado una virtud. No en vano, cuando ocupaba el Palacio de Nariño, la gente solía decir : -¡es que es un verraco ! y la turba enardecida lo aplaudía y gritaba en las graderías del circo romano que es Colombia : – ¡Bravo ! ¡Que acabe con todos!

Uribe Noguera es el producto de esos tenebrosos ocho años de Uribe; el mismo que decía :- Cuando lo vea ¡le doy en la cara, marica !

¿Y porqué lo digo ? Porque este individuo posiblemente cree que secuestrar, violar, torturar y matar a una niña indígena no es nada grave; a lo mejor piensa que al no tener sus privilegios de casta, pues simplemente es un objeto desechable; como dice la ranchera : « tú eres la chancla que yo dejé tirada en la basura… »; recuerden que la ropa de la niña aún no ha sido encontrada.

Incluso en uno de los videos se molesta porque lo están filmando; se le olvida que cuando se cruza el límite que lleva a un individuo a agredir a una mujer, en este caso a una niña de siete años, o a cualquier ser humano, el agresor se convierte en un criminal. No es un «actuar» como sostiene su familia, no es un error, ni una equivocación, es un crimen. Él mismo habría dicho reiteradamente : La embarré, la embarré, la embarré… 

No, no la embarró; por algo  la justicia lo incriminó por los delitos de feminicidio agravado, tortura, secuestro simple y acceso carnal violento.

El feminicidio es una realidad, así nos tapemos los ojos para no verlo, así nos tapemos los oídos para no escuchar los gritos de las mujeres agredidas, así las mismas mujeres, como la otrora senadora, y también abogada, excandidata a la gobernación de Antioquia, traten de verlo como algo que merecemos porque sencillamente “somos muy jodonas”. Una verdadera vergüenza.

Una vergüenza que debiera ser colectiva. Desafortunadamente, el enfoque de género no es enseñado ni en la intimidad del hogar ni en la escuela ni en la universidad y pocas veces combatida al interior de las instituciones públicas.

Ninguna borrachera, ni el consumo de alúcinogenos, puede jamás ser una excusa para explicar un crimen. Y agredir a una mujer es un crimen execrable, aunque aún haya muchas personas, hombres, mujeres, curas, o los que se hacen llamar pastores, y por supuesto adolescentes, que tratan de minimizar la violencia de género.

Por último quisiera decir que no se nos olvide que el lenguaje misógino es cómplice de la violación  y del feminicidio. También es importante tener en cuenta que una persona que ha sido víctima de una violación nunca volverá a ser la misma.

La violación es un crimen que debería ser consagrado de lesa humanidad. No hay excusas que valgan. Y no es que los hombres, o mujeres abusadoras, que también las hay, sean enfermos mentales, o monstruos, son personas que se sientan al lado suyo en el banco de una iglesia y que incluso comulgan y rezan. La violación y el feminicidio deben ser condenados desde todos los ámbitos posibles, deben combatirse en todas las esferas sociales, políticas, religiosas, económicas.

Un violador y un feminicida se esconde en muchas partes y utiliza muchos disfraces; como el disfraz de arquitecto de una universidad católica. ¡Que no se nos olvide!

 

Berta Lucía Estrada Estrada

bertalucia@gmail.com

Sobre el autor

Berta Lucía Estrada

Berta Lucía Estrada

Fractales

Berta Lucía Estrada Estrada (Colombia,1955) es escritora, ensayista, poeta, dramaturga, antologadora, crítica literaria y de arte. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado doce libros, más siete escritos al alimón con Floriano Martins (esta escritura al alimón comprende cuatro piezas de teatro, dos novelas cortas y un poemario). Ha recibido seis premios de poesía; tres con obra publicada.

Algunos de sus artículos y poemas han sido difundidos en revistas como Altazor (Chile), Triplov (Portugal), Agulha Revista de Cultura, Revista Acróbata (Brasil), Blanco Móvil (México), Nueva York Poetry, La otra (México), AErea (Chile y España), EntreTmas (Nueva Yoork) y Aleph (Colombia). Es una colaboradora asidua de las publicaciones de la Universidade Estadual do Oeste do Paraná – UNIOESTE y del programa de radio Pegando la Hebra, dirigido por María Vicenta Porcar Pedro (Valencia-España) donde colabora con el aparte Palabra de Poeta y además tiene un espacio llamado Poliedros; dedicado a entrevistas y a la presentación de libros.

Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, portugués, rumano, griego, italiano e inglés.

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