Opinión

El cielo de los arrodillados

Carlos Cesar Silva

06/02/2017 - 10:01

 

El 11 de marzo de 2018 se efectuarán en Colombia las próximas elecciones al Congreso, un certamen democrático o más bien roñoso que no solo influye en la escogencia del Presidente de la República, sino también en el fortalecimiento y la redefinición de los poderes regionales. Desde ahora se vislumbra un ambiente de polarización, dos temas serán la médula de la división y la trifulca: los procesos de paz con las guerrillas de las FARC y del ELN y la corrupción que fulmina al Estado (caballitos de batalla que despiertan pasiones y tienen audiencia).

Sin embargo, en el Cesar el panorama político se divisa estático, aburrido y tendencioso. La mayoría de los personajes públicos que en la actualidad ostentan las diferentes posiciones de poder, se encuentran alineados con una sola casa o, mejor dicho, con un solo cielo. No es un secreto ni una ficción que el Gobernador, el alcalde de Valledupar y buena parte de los demás mandatarios municipales del Departamento, reconocen en la familia Monsalvo Gnecco y ante todo en la señora Cielo, el epicentro de las determinaciones políticas en el Cesar. Igual pasa con un extenso sector de los concejales y los diputados y con los cuatro representantes a la Cámara. Al Senador José Alfredo Gnecco sobra señalarlo, pues simplemente es uno más del clan.

Los Monsalvo Gnecco tienen un poder político y económico que fatiga. Sus tentáculos irrumpen las distintas esferas sociales del Cesar. En su círculo mañoso se puede hallar de todo: vasallos, aliados, mandaderos, lagartos y panteras. Doña Cielo se ha transformado en el cielo que derrama bendiciones sobre las movidas y las alianzas políticas más relevantes del Departamento, muchos suben con afán a su despacho divino a pedir permisos o a firmar acuerdos. En efecto, la vida política del Cesar luce monótona, desabrida. Son más los líderes que pretenden adherirse al círculo del clan que los que están dispuestos a luchar por la torta: los pocos que hacen oposición no tienen el poder económico ni político ni de opinión para lograr un cambio.

Causa mucha curiosidad observar a algunas figuras políticas que acumulan sus propios votos, dinero y popularidad, amangualadas con los Monsalvo Gnecco, temerosas de emprender una contienda democrática que los conduzca a no seguir  con pedazos de poder y a coger al toro por los cachos. Dos simples ejemplos: Ape Cuello y Fernando de la Peña. Quizás este tipo de personajes actúan así por puro pragmatismo o facilismo, pero también (con o sin intención) están admitiendo que en el Cesar una familia es el eje del poder, es el cielo de las decisiones, es el cielo al que muchos quieren llegar aunque sea mordiéndose la lengua y de rodillas.

Existe una palabra esencial para excitar la democracia en el Departamento: rebeldía. Por supuesto, una rebeldía política, electoral, social, pacífica, de opinión. Ojalá los líderes que están en el cielo de los Monsalvo Gnecco tengan la gallardía de emanciparse, ojalá los líderes que hacen oposición se unan y logren ganar más adeptos, ojalá surja una clase política emergente repleta de juventud, honestidad y vocación de poder, ojalá el pueblo no se deje engañar más, mire de frente y vote a conciencia. Las elecciones al Congreso serán una oportunidad para transformar la realidad y salir del embotellamiento político, pues ofrecen un espacio de discusión que se puede aprovechar para que surjan nuevos liderazgos y cimientan el camino para conseguir el premio mayor: la Gobernación.    

 

Carlos Cesar Silva

@ccsilva86

Sobre el autor

Carlos Cesar Silva

Carlos Cesar Silva

La curva

Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.

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