Opinión

Amo a Dios sin religiones

Diógenes Armando Pino Ávila

19/05/2017 - 06:20

 

 

He mantenido como línea de conducta respetar las creencias religiosas de las personas de los diferentes credos. Personalmente tengo mis propias creencias y en los momentos de angustia busco la soledad de un templo, entro y establezco mi conexión con el creador y, a través de la oración-meditación, aplaco mis angustias y mitigo mis niveles de estrés. Cuando digo que busco la soledad de un templo, no me refiero al de una religión específica: entro al primero que encuentre en mi camino sin importar a qué religión pertenezca, pues no busco el apoyo espiritual de pastor o sacerdote, lo que busco es un sitio solitario y silencioso donde pueda meditar y orar.

Mis prevenciones contra la religiosidad y algunas de sus prácticas vienen desde mi infancia ya que a los ocho o nueve años, no alcanzaba a comprender el trato diferenciado que hacía el cura de mi pueblo entre los chicos de familias pudientes y los de hogares humildes que asistíamos al adoctrinamiento que se nos dictaba como preparatoria para la primera comunión. Tampoco entendía que a los hijos de los protestantes, sus padres, le prohibieran jugar con los niños de familias que profesaban la fe católica.

Andando el tiempo, comencé a notar que la brecha se ahondaba y las diferencias se hacían más marcadas, con el uso de expresiones peyorativas como la de los católicos de llamar «hermanos separados» a los de otras iglesias y estos últimos al llamar «inconversos» a los católicos. En  rebatiña por obtener la mayor masa de adeptos, donde en ese afán acomodan los versículos de la Biblia a intereses y creencias con los que dominan a la feligresía, que, como grey ciega y obediente, marcha según la revelación personal que cada pastor o sacerdote tenga, en ese VIP que sólo ellos pueden disfrutar, y que de no seguir sus orientaciones, jamás lograremos penetrar algún día en esta vida o en la otra, de casualidad siempre inculcan que es mejor disfrutarla en la otra, ya que esta vida terrenal solo es para sufrir con resignación en un tránsito hacia la vida eterna.

Siempre me ha causado recelo la hipócrita santurronería de algunas sectas que venden pasajes directos al cielo, que utilizan discursos conmovedores para captar diezmos y ofrendas, dije recelo, no los ataco ni contradigo pues el oferente está en libertad de dar o no dar. Anima mis prevenciones la milagrería mediática que muestran en televisión donde algunos «hijos de Dios», muy pocos, realizan shows de curaciones y premoniciones sobre su congregación.

Lo anterior queda atrás, descolorido y pálido con la nueva realidad del momento: el proselitismo político-religioso, el cual no es nuevo, pues desde hace muchos años se viene dando, pero no pasaba de unas bolsas de cemento, unas láminas de cinc y un dinero para construcción del templo, que el político debía cumplir días previos a las elecciones, pues el día de la contienda electoral, domingo por cierto, programaban un acto religioso, nutrido en cuanto a asistencia, con una prédica mucho más extensa, que empezaba a las ocho de la mañana y terminaba de dos a tres de la tarde, al final de la cual, después de orar por su rebaño, el oficiante de la ceremonia manifestaba a la audiencia que Dios le había revelado que el mejor candidato era el que había traído la ofrenda del cinc, el cemento y los recursos económicos. Esto ocurría con diferente libreto en todas las religiones.

Ahora las cosas han cambiado, el proselitismo religioso-político es más frentero, incluso más efectivo. Se da una simbiosis peligrosa entre religión y política que pone a prueba la democracia y la libre opinión. El Centro Democrático se ha convertido en una mega religión en nuestro país que mueve y congrega las iglesias cristianas y éstas, conscientes de sus huestes, participan en la toma de decisiones trascendentales para el futuro del país, torpedeando el proceso de paz con el referendo, donde ganó el NO y últimamente el intento por prohibir la adopción de niños por parte de solteros y gais.

Históricamente, sabíamos del contubernio vergonzoso de Laureano Gómez y sus huestes con la iglesia católica en la aciaga época de la violencia en contra del pensamiento liberal y en contra de los masones y alianzas poco santas de algunas religiones con el terrorismo que se da en los países islámicos. Sabemos que la mayor parte de las guerras que han envilecido la humanidad se han hecho en nombre de Dios, sabemos que el sicario reza para que su santo le afine la puntería para asesinar a su víctima. Lo que no sabemos es hasta dónde va a llegar esta alianza tenebrosa y hacia dónde conducirá a Colombia. Que Dios meta su mano.

Por estas razones y muchas más es que amo a Dios sin religiones y a mi patria sin partidos.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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