Opinión

Humor y política

Diógenes Armando Pino Ávila

21/07/2017 - 07:05

 

 

El humor y la burla van de la mano y recorren los vericuetos de la vida, deteniéndose en forma caprichosa en las esquinas del vecindario, ése es el ingenio desprevenido, la ocurrencia del común, la chispa popular, la que saca el estallido de risa franca, bulliciosa, la que permite la carcajada sin disimulos ni etiquetas, ése es el que se da en casa, en la tienda de barrio, en la calle, el humor del pueblo, es la gracia sin cosméticos ni afeites con que se suaviza las penurias diarias de la vida.

Hay un gracejo pausado, disimulado entre las palabras, es el salero del intelectual, es la gracia controlada por las etiquetas, es la sátira escondida entre la sutileza de palabras bien escogidas, es la ocurrencia calculada, la ironía pensada para causar el efecto deseado o para adornar la pose del hombre letrado, del instruido, del que se cree por encima de los demás y que, por lo tanto, se permite pequeños parpadeos de humor para demostrar que, a pesar de todo, sigue siendo humano.

Hay un humor ordinario, un chiste que se vale de la procacidad en el que se cuentan situaciones insólitas y para ello se vulgariza y se utilizan palabras soeces para remarcar los hechos. Este humor está haciendo carrera en la costa Caribe colombiana. Es un humor ordinario que se da en la creencia de que ser gracioso es ser vulgar, es el humor que muestra la parte gruesa del espíritu, olvidando que el hombre caribe es sensible a las letras y a las artes. Es una especie de negación de los valores de la costeñidad, la antítesis del hombre que ama la décima, del hombre que compone una cumbia o un vallenato para agasajar a la mujer, del individuo que se extasía contemplando una puesta de sol a orillas del mar, del hombre que se embriaga ante el rumor del río.

Hay una donosura fina y delicada en el poeta que, entre versos, como al desgaire, deja caer la sátira, el sarcasmo amargo donde muestra el desencanto de su época o donde con desdén se burla del mundo. Es el caso de ese cartagenero inmortal que rezumaba humor en sus versos, Luis Carlos Bernabé del Monte Carmelo López Escauriaza, más conocido como el Tuerto López, ese hombre de espejuelos y boquilla larga para fumar que se burlaba de su época, de sus amigos, de sus paisanos, de su ciudad, en un juego de palabras ingeniosas como una caricatura.

Personalmente me encanta el humor castigador, flagelante, cáustico y corrosivo de los caricaturistas, me fascina el humor de Quino y la mordacidad de su pequeña Mafalda que no tiene pelos en la lengua para tocar temas de la sociedad. Me encanta la ironía de Vladdo, de Mheo, de Bacteria, de Argón, que toman instantes de la realidad del país y la plasman en un dibujo gracioso donde con mucha malicia y picardía critican la actualidad. Sigo con atención las caricaturas de Matador y me encanta la causticidad de su pluma donde plasma con mucho humor su sátira y sarcasmo contagioso con que trata los asuntos de la política colombiana y que tantas ampollas levanta entre los políticos que son víctimas de su hilaridad.

Estas dos últimas semanas ha habido enorme revuelo en las redes sociales y en los medios, todo por causa del humor. Es el caso de Daniel Samper Ospina y el senador de la República Álvaro Uribe Vélez a quien le activa las urticarias el humorismo del primero y, en un rebote de bilis donde la consabida valeriana no surtió efecto, el senador Uribe arremetió en forma burda y desproporcionada contra Samper Ospina, al punto de acusarlo de violador de niños y, ahí fue Troya. Las redes se convirtieron en un hervidero de críticas contra dicho senador y una lluvia de respaldo en favor de Samper. La situación fue tan diciente que los periodistas más prestantes del país firmaron una carta poniendo de presente que el senador ponía en peligro la libertad de prensa.

Las cosas fueron más lejos. El senador en vez de retractarse se mantuvo en su dicho y soltó a sus furibundos seguidores a justificar su desafuero convirtiendo las redes en una verdulería donde los insultos subían de tono hasta llegar a las amenazas entre los defensores de uno y otro. Hasta el sicario de Pablo Escobar, alias Popeye (apenas era obvio), salió en defensa del senador. Hubo personas que entraron a mediar con comentarios mesurados pidiendo calma y cordura.

Este caso de humor y política trajo a las redes a Darío Fo, escritor y dramaturgo italiano, premio Nobel de literatura 1997, a quién se le atribuye la siguiente frase: "La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos."

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

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Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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