Opinión
Más enfermos, menos hospitales
“Y ¡se levanta el telón!”. Inicio este escrito, emulando un magistral preámbulo que era utilizado por un columnista del ya extinto periódico juvenil independiente “Antorcha Provinciana” en el cual usaba como seudónimo “Chipuco”, en el año 1953 se mostraba sumamente preocupado por la infraestructura y el manejo del sistema de salud en Valledupar.
En lo poco que he podido estudiar de “Chipuco” en mis visitas a la Academia de historia del departamento del Cesar –¡Sí! Tenemos una academia de historia ubicada en el centro histórico del valle del Cacique upar en la calle 15 entre carreras 7 y 8, y sí, todos podemos visitarla, les aseguro un viaje inconmensurable entre la esencia pura de nuestra historia–, me llama mucho la atención su sentido social y además que escribía de todo un poco. Es un ensayista del cual espero escudriñar más en sus registros.
Seguimos, en escena: ¡El Hospital Eduardo Arredondo Daza!
Por años ha mantenido una ardua lucha con la inestabilidad, la deficiencia en sus servicios, los malos manejos, la poca inversión y el ilógico desentendimiento de la ciudadanía por este órgano de vital importancia para la ciudad. Se le abre campo a la feroz maquina privada que entra cada vez con más fuerza en escena, tomando arte y parte de lo que deberían ser beneficios totalmente saneados por nuestros recursos.
Uno de los puntos, el cierre del servicio de urgencias del hospital Eduardo Arredondo Daza, sede San Martín, tiene a los usuarios muy molestos, pues, después de dos meses no se ve el primer ladrillo que justifique su cierre (recordemos que la secretaria de salud del Cesar detectó fallas en la infraestructura que impiden una adecuada prestación del servicio de urgencias, ordenando un plan de mejoramiento antes del cual el servicio permanecerá suspendido hasta que se cumpla con los requerimientos). La gerente del hospital, Judith Jácome, puso en marcha como solución temporal la habilitación de una ambulancia para el traslado de los pacientes a las otras sedes del hospital donde está habilitado el servicio de urgencias. ¿Será suficiente y oportuna esta medida? ¿Cómo justifican los dos meses ya perdidos?
El panorama es todavía más tétrico, se hablan de estudios, investigaciones, censos y demás parapetos que llevarían por directriz nacional al cierre de distintas sedes del hospital, donde -según la orquesta investigativa- el coste de la nómina de trabajo de algunas sedes es en cierto punto un detrimento por la poca concurrencia de usuarios. Pues, por años hablamos de que no había cama para tanta gente, ahora se habla de que hay pocos invitados en la fiesta, increíble, pero así vamos, todos sabemos que la realidad es otra, lo cierto es que hay puntos donde no hay insumos y no se justifica pagar celador, enfermeras, etc…, donde no hay para hacerle una curación mínima a un paciente. Pero uno se pregunta: ¿De quién es la culpa? ¿Será que los usuarios se harán el Autopaseo de la muerte?
Como puede existir un masivo uso de los servicios de salud en los llamados hospitalitos, si los que deberían ser beneficiados de estos, ya se han paseado y sólo hablan de sinsabores en estos macabros e inhóspitos lugares. A diario denuncian falta de elementos básicos para la prestación de una pequeña urgencia, vemos casos donde al mismo enfermo le toca ir a la tienda o droguería cercana a comprar esparadrapo, gasas o Micropore.
Sin duda el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero se cansa, tiene límites, así mismo pasa con los usuarios que han migrado a otros puntos y saben que en una pequeña, mediana o gran urgencia, es menos arriesgado recorrer la distancia más larga y llegar al Hospital Rosario Pumarejo de López o a una clínica privada, que ir al hospital Eduardo Arredondo Daza más cercano.
No entiendo cómo le van a quitar a Valledupar algo que hemos tenido a medias o mejor dicho nunca hemos tenido, espero, todavía tengo fe de que nuestros dirigentes no permitan el recorte de nuestra rede de atención, cuando lo que ella necesita es ser fortalecida.
¡Cae el telón!
Andy Romero Calderón
@andy_romeroc
Sobre el autor
Andy Romero Calderon
Vallenato de Guacoche
Vallenato de cédula, guacochero de nacimiento. Ingeniero de sistemas de la Universidad Popular del Cesar. Me gusta la buena crítica y política, sin caer en sus vicios y hasta donde los argumentos me dejen llegar. Amante de la buena música y no de un género en específico. El silencio es, después de la palabra, el segundo poder del mundo.
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