Opinión
El falo de la censura
En julio de 1995, el artista le pidió personalmente al director un permiso para presentar algunas de sus obras en la sala de exposiciones del Instituto de Cultura y Turismo de Valledupar. El director de forma verbal concedió la autorización, así que el artista procedió a instalar sus creaciones. Se trataba de treinta fotografías a color montadas sobre papel de algodón, las cuales mostraban hombres desnudos con el pene erecto, alimentos con simbología fálica y objetos que reflejaban una actitud de espontaneidad.
Al día siguiente de la puesta en escena, el director, cuando arribó al Instituto y vio las obras, ordenó descolgar quince de ellas, pues las consideró pornográficas, contrarias a la moral predominante y faltas de valor artístico: “…se presentan -dijo- imágenes tan bruscamente indecentes que constituyen un atentado contra el pudor de toda mente sana". Asimismo, negó haber concedido el permiso para usar la sala de exposiciones (aunque este argumento lo esgrimió en su defensa mucho después que surgió el incidente. Además, solamente retiró la mitad de los cuadros, situación que denotó una clara contradicción).
El artista, manifestando que su obra había sido censurada, vulnerando así su derecho a la libre expresión, interpuso una tutela ante el Tribunal Administrativo del Cesar, que determinó que la acción era improcedente: “Todos los cuadros, tanto los que siguen en la Sala de Exposición del Instituto, como los que fueron retirados, son simple y llanamente unas fotografías que… carecen de valor artístico”. Insatisfecho con la resolución, el artista se dirigió ante el Consejo de Estado, el cual confirmó el veredicto del Tribunal, pero con otras motivaciones: “El problema jurídico que surge de la acción de tutela, no se resuelve escudriñando el valor artístico del material que pretende exponerse -lo que erróneamente efectuó el Tribunal- sino armonizando los derechos fundamentales en conflicto…”.
Sin embargo, la ilusión del artista no murió ahí, ya que la Corte Constitucional se declaró competente para revisar el fallo del Consejo de Estado y se pronunció a través de la Sentencia T-104 de 1996, cuyo magistrado ponente fue Carlos Gaviria: "El Director de la Casa de la Cultura, al imponer su concepción del arte -sustentada con argumentos netamente ideológicos- desconoce el carácter pluralista del Estado colombiano, viola el derecho del demandante a la libre expresión e impide al público decidir autónomamente si acoge la propuesta del artista". Además, la Corte estipuló que el director violó el derecho al debido proceso del accionante, al omitir el trámite previsto, no aplicar el reglamento y asumir una función (autorizar exhibiciones) que era de otra autoridad: el Comité Evaluador.
El artista es Celso Castro Daza, hijo del finado Pepe, quien, cuando se formó la controversia, participó de una protesta que hubo en contra del director, debajo de La revolución en marcha de Arenas Betancourt. Celso realizó estudios de arte en el Pratt Institute de Brooklynn, Nueva York. Sus obras han sido expuestas en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, en el Museo de Arte Moderno de Cali, en el Museo de Arte Moderno de Barranquilla, en el Museo de Arte de Miami y en dos exposiciones colectivas en Nueva York. Su propuesta estética quebranta los tabúes sobre el sexo, desnuda a una sociedad que endiosa la hombría e indaga sobre las costumbres del Caribe, una región que es machista y permisiva al mismo tiempo.
El director es Tomas Darío Gutiérrez, un reconocido abogado, ambientalista, historiador y compositor vallenato, que acaba de ser asignado -nuevamente- por el alcalde Tuto Uhía como jefe de la Oficina de Cultura, acto que ha avivado los ánimos y las esperanzas de muchos artistas locales, pero que también ha revivido algunas dudas: la censura a la obra de Celso es un antecedente que preocupa, ya que hace rato que Valledupar necesita en la sectorial de cultura, un líder que sea sensible con todas las expresiones artísticas, con todas. Un director que abra puertas, no que las cierre con ataques de desidia, rabia o prejuicios.
Carlos César Silva
@CCSilva86
Sobre el autor
Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
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