Opinión

Una zanja para el alcalde

Diógenes Armando Pino Ávila

29/09/2017 - 04:15

 

 

Desde Santa Marta nos mandaban facturados los alcaldes, quienes por lo regular no conocían al pueblo ni sus necesidades, la mayoría eran banqueños. Algunos fueron buenos administradores, pero otros venían con una ignorancia supina rayana en la estupidez.

Por esos días había uno, cuyo nombre no menciono por razones obvias. El pobre tenía seis meses de estar calentando silla y cobrando nómina, sin hacer nada, absolutamente nada que beneficiase al pueblo. El Honorable Concejo Municipal estaba en sesiones ordinarias y en la sesión de esa noche se debatía una serie de proyectos de importancia para la comunidad.

La discusión era agitada, las barras aplaudían y rechiflaban de acuerdo a las palabras de los ponentes. Todos los concejales participaban agitadamente, la discusión era acalorada. Tomas Gómez era el único concejal que no participaba. Este estaba silencioso y pensativo −pensaba en la inoperancia del alcalde, elucubraba la manera de tocar el punto, sin que la mayoría de concejales, que eran de la corriente del alcalde, se opusieran−. Tomando la palabra, dijo de pronto Tomas: “por favor, Señor presidente, concédame el uso de la palabra".

El presidente de la corporación se la concedió. Él, poniéndose de pie, luego de aclararse la garganta, muy clara y pausadamente comenzó diciendo:

—Propongo a los honorables concejales aquí reunidos en este recinto, a que en beneficio de los electores y del pueblo en general, aprueben la apertura de una zanja de un metro de profundidad y medio metro de ancho, que cruce la calle en diagonal, desde la esquina de Don Eloy Mejía hasta la esquina de las monjas.

Pronunciadas estas palabras tomó asiento y volvió a quedar sumido en su mutismo del comienzo. Los concejales y la barra quedaron en suspenso ante la extraña proposición lanzada. Leovigildo Muñoz, concejal de la contraparte, viendo la oportunidad de ridiculizar a Tomas, se levanta y, pidiendo la palabra a la presidencia, dice: "Parece, honorables concejales, que el respetable edil Don Tomas Gómez, esta noche vino de guasa y pretende tomarnos el pelo con tan absurda propuesta. Por lo cual, y debiéndole respeto a esta honorable corporación, exijo al honorable concejal Gómez, aclare o retire su proposición, ya que la dejó inconclusa".

Tomas Gómez, como despertando de un sueño, se palmea la frente y levantándose de la silla dice:

—Perdón, honorable concejal Muñoz, tiene usted toda la razón. Se me olvidaba concluir. Esa zanja, la debe autorizar el honorable concejo municipal, para que sea abierta mañana por la policía, para que se interrumpa el tráfico y a ver si el inoperante copartidario suyo que tenemos, en mala hora, como alcalde, se inmuta y es capaz de mandarla a tapar. No es otra mi intención.

Cuentan que la barra irrumpió en atronadores aplausos.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

@Tagoto 

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

@Tagoto

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Los primeros cantantes vallenatos

Los primeros cantantes vallenatos

  Con la gran pérdida que sufrió nuestro folclor recientemente, al fallecer uno de los más emblemáticos cantantes en la historia ...

Resucitó Joselito Carnaval

Resucitó Joselito Carnaval

Un decreto del señor alcalde acaba de resucitar a Joselito Carnaval a dos años exactos de su aleve muerte a manos de otra decisión...

Bendita 550, sálvanos

Bendita 550, sálvanos

En el mágico mundo ideado por Gabriel García Márquez “Macondo” existe una población antiquísima, denominada San Miguel de la...

Dígales… que coman mierda

Dígales… que coman mierda

El día que mi compadre Rodrigo Hernández se presentó a mi casa con la orden de trabajo, firmada por el Secretario de Educación Depa...

Las armas de fuego no son un juego

Las armas de fuego no son un juego

  De nuevo el dolor, la rabia y la indignación por la masacre de 17 niños en una escuela en el estado de Florida EEUU, vuelve a p...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados