Opinión
Los días de la opinión
Para escribir una columna semanal, se necesita perseverancia, creatividad y malicia indígena: observar con suspicacia la realidad. Además, hay que comprender que la celeridad es enemiga del rigor: el verdadero desafío que tiene un columnista no es soltar opiniones a cada rato, sino encontrar un equilibrio entre el tiempo para entregar el texto, el contenido y la forma de transmitir el mensaje.
Durante dos años, usé este espacio para expresar mi visión sobre el país, el Cesar y Valledupar. Más allá de los errores que pude haber cometido, siempre traté de ser sincero con los lectores y con mi filosofía de vida: no, no me gusta dormir con el fantasma de la angustia y la mentira susurrándome al oído. Sé que la opinión es un oficio que se funda en la subjetividad y la franqueza. Aunque quise ser ecuánime y responsable, no dejé a un lado la irreverencia.
Exploré varias formas literarias: el ensayo, la crónica, la entrevista, el diálogo y la reseña. Mis temas fueron diversos, específicos y constantes. Escribí sobre cine, literatura y personajes dramáticos. Esas eran las columnas que más dificultades me producían, pero las trabajé con mucho fervor, sentía que caminaba por mi verdadero laberinto. También hablé sobre derecho, ahí mi intención era puramente académica y didáctica. Ahora pienso que eran artículos dedicados a mis estudiantes: quizás fui algo egoísta con los demás lectores.
Aunque los escribía con una seguridad y una dedicación portentosas, admito que mis escritos sobre política eran los que menos me gustaban. Claro, quienes me conocen saben que me apasiona el debate de ideas, pero nunca pretendí usar mis columnas para convertirme en eso que llaman: “líder de opinión”, pues solo buscaba expresar mis pensamientos y mis sentimientos. Amigos, realmente solo anhelo ser un forjador de historias, un inventor de tiempos, espacios y personajes.
Luego de varios días de reflexión, tomé la decisión de retirarme de la opinión semanal. Asuntos profesionales, académicos y, sobre todo, literarios, me conducen a hacerlo. Lastimosamente, el tiempo no alcanza para tanto. Amigos, ahora pienso escribir más, me voy a dedicar de forma exclusiva a la crónica, a la reseña, al cuento y algún día aspiro arribar a la novela: el género de Albert Camus, Thomas Pynchon y Milan Kundera. Para esto necesito más serenidad, más calma.
Bueno, si lo permiten los medios que me han apoyado, seguiré colaborando mensual o bimensualmente, a través de crónicas sobre personajes que me resulten impactantes y reseñas sobre libros y películas. Gracias infinitas a mis tres casas: El Pilón (Ana María Ferrer), Cacica Stereo (Andrés Molina Araújo) y Panorama Cultural (Johari Gautier). Gracias a quienes leyeron mis columnas y, en especial, a quienes las criticaron, ya que me condujeron a la reflexión, al autoanálisis. Amigos, para un intento de escritor como yo resulta más trascedente la crítica que el elogio, aunque a veces en público o en privado me las tire de terco.
Un abrazo literario lleno de nostalgia.
Carlos Cesar Silva
@ccsilva86
Sobre el autor

Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
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