Opinión
El derecho de abuchear
“Para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada...”.
La sociedad colombiana recordará aquel episodio macondiano, por el cual el presidente Santos, después de abrazar a Timochenko en la Habana, el 23 de septiembre de 2015, declaró ante la prensa mundial: que el recién salido de la manigua y de las enaguas del “galáctico”, le parecía “mucho más agradable de lo que él se imaginaba”. Siendo ésta una clara expresión direccionada a la sociedad, para dar cumplimiento al compromiso inicial que había adquirido con la Farc (guerrilla), de crear el ambiente propicio para dar cambios sustanciales a la imagen y percepción negativa, que se tenía no solo de él (Timo), sino de toda la cúpula por tantos injustos cometidos en desarrollo del conflicto armado.
Aún próximo al acuerdo final, para dar terminación al conflicto mediante la figura de entrega de armas, que les permitiría reinsertarse no solo social, sino políticamente, en una acción bastante temeraria por no decir de soberbia y cínica, han pretendido ser acogidos por la sociedad como si fuesen triunfadores, que por sus merecimientos serian absueltos y soportados en ese intento por “darse a querer” de las víctimas, dejando en el olvido todo los vejámenes y daños que por desgracia cometieron.
Se quiere por medio de la reeducación social con la calcada pedagogía de paz, llegar al corazón de los colombianos para disponer de sus voluntades en el pregón de su fracasada ideología, haciendo creer que serían la alternativa política capaz de producir cambios favorables en una sociedad que objetivamente no los quiere y por tanto aún no ha asimilado, el maquinado concepto de incluirlos incondicionalmente en el perdón, la tolerancia y la reconciliación, así sean presupuestos de la convenida paz.
Bastante se ha dicho de la complejidad que implica determinar la etapa de posconflicto en el entendido del periodo posterior a la implementación de los acuerdos, dentro del marco legal y jurídico, del social-político, del mismo económico y productivo, toda vez que la misma nación en ese tiempo de negociación, lo que hizo fue retroceder y postergar su desarrollo integral, ante las otras naciones, exceptuando a las conocidas Cuba y Venezuela nido de los desafueros, al no conservar siquiera la confianza inversionista extranjera y desanimar a los empresarios locales.
Hoy día se dice que las Farc (partido político), son el resultante de esas negociaciones que redundan en menos violencia para la patria, aunque realmente se comprueba que solo ha mutado a otros elementos aún más radicales y peligrosos, que definitivamente no tienen la voluntad de acogerse a una real paz, mientras la permisividad y la pusilanimidad del gobierno, les permita ejercitarse en acciones intolerables y manifestaciones expresas de empoderamiento de la violencia en medio de una dialéctica insulsa y mentirosa.
Ahora, salen los expertos pontificadores de la paz a invocar tolerancia y reconciliación con quienes de ofensores toman rápida y a conveniencia, el estatus de “victimas sociales”, porque la comunidad les rechaza y no desea verles descaradamente pavoneándose por los escenarios, como vedettes a quienes se les debe admiración y complacencia. Olvidan que el pueblo, así les haya perdonado, no ha permeado el ciclo del olvido y por eso ejerce con autoridad el pleno derecho a abuchearlos y exigir se retiren del espacio público, por considerar inmaduro el proceder, para que pretendan reivindicar acciones positivas, que nunca hicieron en el pasado y que tienen la oportunidad de presentar solo en el trascurso de un tiempo bajo las premisas de cumplimiento y respeto a lo pactado en beneficio de la sociedad.
Alfonso Suárez Arias
@SUAREZALFONSO
Sobre el autor

Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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