Opinión

Editorial: La Cultura de la constancia

Redacción

19/02/2018 - 02:20

 

Limpieza pre-festivalera del río Guatapurí / Foto: Redes sociales Alcaldía de Valledupar

 

Cada año, a pocas semanas del Festival de la Leyenda Vallenata, la ciudad de Valledupar se transforma de repente para acoger y acompañar el gran evento anual (el único en realidad que marca el calendario y la vida social de sus habitantes).

Es una transformación repentina, que nace de la urgencia, como si -desconcertada por los eventos-, la ciudad volviera a despertar y entender que queda poco tiempo, poquísimo tiempo, para prepararse ante la llegada inminente de los visitantes.

El maquillaje se realiza, entonces, con apuros y con todo tipo de excesos para disimular el evidente abandono de los últimos 11 meses. Se talan los árboles, se vuelve a colocar la señalización destruida, se pintan las señales viales en el suelo, se tapan los huecos con euforia (o con furia), se llama con altisonancia a la cultura ciudadana, se apela a los mejores sentimientos de orgullo, se saca el mayor número de agentes policiales a la calle y, de paso, se hace publicidad exponiendo el logo de la alcaldía.     

En realidad, todo esto es una obra de teatro aprendida instintivamente. La ciudad acude a su cita (amorosa) con prisas, y debajo del perfume que ha utilizado para disimular la mala higiene, se mantiene la misma desidia, una suerte de pensamiento laxista que hay que sacudir de repente con la cercanía de abril. Todo conduce a una lamentable imagen: la basura acumulada antes en las esquinas se esconde ahora debajo de la alfombra.

Poco después del evento tan esperado, vuelven las ramas de los árboles y la hierba a crecer y tapar los caminos, las señalizaciones callejeras vuelven a desgastarse y dañarse, los huecos se afirman y terminan extendiéndose por la vía, el río vuelve a acoger la misma cantidad de plásticos y parrandas desenfrenadas sin el más mínimo control, y los monumentos se desmiembran poco a poco al ritmo de los actos incívicos de quienes madrugan con la música a todo volumen.

Este año, hemos de reconocer los esfuerzos de la administración del alcalde Tuto Uhía, quien se ha esforzado en resolver evidentes problemas relacionados con el estado de las vías y la invocación a una cierta cultura ciudadana. Sin embargo, la limpieza del río Guatapurí y el Balneario Hurtado llega tarde, y coincide esta vez con unas palabras del cantante Carlos Vives que invitó a cuidar el río y tenerlo presente como elemento esencial de una identidad.  

La reacción de la administración ha sido enérgica y llamativa, quizás bienintencionada. Pero lamentablemente, tardía e impulsiva. Si todo esto fuera el resultado de un plan, el cierre del Balneario Hurtado se habría hecho seis meses antes del Festival Vallenato y, desde entonces, se habría mantenido su estado a través de diferentes procesos y políticas bien comunicadas. Esperemos que, junto a este plan de “remodelación”, venga también un plan para el control (y mantenimiento) del Baleario después del Festival y a lo largo de todo el año.   

La Cultura de la constancia es, al fin y al cabo, una de las grandes metas para el desarrollo sostenible de Valledupar y de toda la Costa Caribe de Colombia. Es la clave para acercarse a ese estado mental (o filosofía) que permite a una ciudad pequeña o mediana convertirse en una ciudad con grandes aspiraciones, capaz de albergar varios eventos a la vez, atraer a empresas y ofrecer bienestar a sus ciudadanos, sin tener que entrar en el trauma repetido, insistente y desgastante de un maquillaje abrupto con efectos menores.

La Cultura de la constancia es también una forma de entender el calendario, de proyectar una actividad planeada y crear procesos para mantener una cara amable en todo momento.

 

PanoramaCultural.com.co 

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