Opinión
La insoportable “oratoria de pacotilla”
Basta encender el televisor y que, por pura equivocación o simple curiosidad, sintonicemos Señal Colombia para ver los cuadros más grotescos de nuestra desprestigiada vida política y que tienen escenarios en el imponente Congreso dé la República: la gran cantidad de improvisados parlamentarios, que ignorantes de los mínimos principios del Órgano Legislativo y de los fundamentos de la técnica oratoria, y sin tener nada que decir o argumentar, piden la palabra e intervienen, pronunciando los discursos más fuleros y cursis que puedan oírse, con la intención de hacer protagonismo o no pasar inadvertidos en el corto período que dura su permanencia en esa corporación.
Estas peroratas sólo sirven para reafirmar sus mediocridades y profanar la solemnidad de ese histórico recinto. Esto lo apreciamos en los frecuentes debates que, generalmente, sobre la incontrolable corruptela que desangra al país desde los tiempos del “mandato claro” se transmiten en vivo por ese canal televisivo. Y ahora que estamos en jornada electoral, estos mismos espectáculos los podemos apreciar en la multitud de candidatos que realizan sus arengas chambonas para convencer a las masas y salir favorecidos en sus diferentes aspiraciones.
Es lamentable que el precioso “arte de hablar en público con el propósito de convencer o persuadir” atraviese la peor crisis de su historia y en la actualidad se encuentre en total decadencia. Las cualidades físicas e intelectuales, que deben poseer los artistas del discurso, están ausentes en la profusa multitud de seudo-oradores que alegremente llenan las curules del Parlamento. En casi todos los llamados “Padres de la Patria” son visibles la pobreza del lenguaje, la falta de ideología, la ausencia de cultura general, la abundancia de muletillas, la carencia de sintaxis y la reiteración de los estribillos con que comienzan y finalizan sus ridículas intervenciones. Son pocos los parlamentarios que poseen el don de la elocuencia y que saben imprimir con calor y eficacia los afectos de su expresión en él ánimo de los oyentes. Y frecuentemente, aspectos fundamentales en la oratoria, como la modulación de la voz, la expresión del rostro, la acción o mímica, la facundia, la sensibilidad y la fantasía, son fácilmente reemplazados por la torpeza, la brusquedad y la chabacanería. En esto último sacan la mejor calificación muchos de nuestros desprestigiados congresistas.
Colombia, que desde el siglo XIX tuvo una fama singular por el cultivo y la trascendencia del género oratorio, y llegó a ser comparada con la Grecia de la antigüedad, donde brillaron insignes tribunos como Demóstenes, Pericles y Licurgo, hoy se conforma con los recuerdos y las frases de sus grandes oradores, que han hecho historia y perduran en los labios del pueblo.
Poco queda de los tiempos de Jorge Eliécer Gaitán, Laureano Gómez Castro, César Ordoñez Quintero y Gilberto Alzate Avendaño, cuando la labia exquisita, mordaz, profunda y filosófica hacía resonar hasta las paredes y columnas del capitolio. De aquel insuperable grupo de oradores llamado “Los Leopardos”, en el que Augusto Ramírez Moreno representaba la exclamación, Silvio Villegas el verbo, Eliseo Arango la interrogación y José Camacho Carreño la armonía de las palabras, sólo quedan las anécdotas y las evocaciones de sus famosas piezas parlamentarias en los trágicos años de la República Liberal. De Alberto Lleras Camargo, Mariano Ospina Pérez y Carlos Lleras Restrepo, nos acompaña el eco de sus voces y la rigurosidad académica de sus profundas y reflexivas intervenciones.
Y, aunque el orador es una especie extinguida en el Congreso, es importante mencionar que son muchos los parlamentarios que se han destacado y han dejado su estela verbal en los últimos tiempos. Coinciden con el Frente Nacional Augusto Espinosa Valderrama, Carlos Holmes Trujillo, Raimundo Emiliani Román, José Ignacio Vives, Hugo Escobar Sierra y Pedro Martín Leyes. Tienen fama por su elocuencia y conservan prestigio en los últimos gobiernos Alberto Santofimio Botero, Roberto Gerlein Echeverría, Víctor Renán Barco, Luis Corsi Otálora y Horacio Serpa Uribe. A ellos se suma el sacrificado ideólogo del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán.
Toda esta gama de ilustres personajes, que en el transcurso de la historia política del país han ennoblecido la oratoria parlamentaria, desde la época de José María Rojas Garrido, Diógenes Arrieta y Marco Fidel Suárez, deben servir de ejemplos a la turba de ignorantes congresistas que nos incomodan con la monotonía de sus intervenciones cada vez que, por simple curiosidad, sintonizamos la Señal Colombia.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor
Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
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