Opinión
La frenética orgía de los títulos
A mediados de 1954, cuando el ex presidente Alberto Lleras Camargo renunció de la Secretaría General de la OEA y enseguida fue nombrado rector de la prestigiosa Universidad de los Andes, el ilustre estadista -con la austeridad y sencillez que lo caracterizaban- declinó el ofrecimiento argumentando que él no era digno de tan honroso cargo, puesto que no poseía un título profesional ya que sólo había cursado algunos años de bachillerato.
Esto provocó una reacción en la directiva universitaria, en los círculos intelectuales y en la aristocracia bogotana, que no encontraban fundamentos a su inexplicable determinación. Los estudiantes uniandinos realizaron una enérgica manifestación respaldando el nombre del exmandatario y, ante la presión de todos los estamentos, al doctor Lleras no le quedó otra salida que aceptar el nombramiento. Su decisión fue celebrada con júbilo en toda la Capital de la República.
De esta manera, llegaba a la máxima dignidad jerárquica del celebérrimo claustro santafereño aquel humilde estudiante que a comienzos de los años veinte abandonó los estudios de bachillerato en el Colegio del Rosario y gracias a su talento autodidacto y su profunda vocación política había alcanzado la Presidencia de la República en 1945, ante la repentina renuncia del ejecutivo titular Alfonso López Pumarejo.
Hoy, más de sesenta años después, muy oportunamente hago alusión a este histórico episodio para reflexionar sobre su moraleja, resaltar la gran calidad humana del preclaro estadista colombiano y, sobre todo, referirme a la “frenética orgía de los títulos” que es la moda más excitante en los últimos tiempos y tiene al país convertido en un irrefrenable carnaval. Sin duda alguna, todo esto obedece a la novísima revolución de la educación universitaria que amparada en la flexibilidad de los Gobiernos recientes, produjo una auténtica masificación de los estudios superiores, que trajo como consecuencia el visible deterioro de la calidad profesional.
En este sentido, es innegable que todos los colombianos somos conscientes de que la hemorragia de títulos universitarios que se otorgan en la actualidad es proporcional a la pésima calidad humana y académica que se brinda en los centros educativos. Por esta razón, nos burlamos de aquellas personas que ostentan varios diplomas profesionales y no presentan un conocimiento sólido de lo uno ni de lo otro. Y venimos observando que, con un afán exclusivamente lucrativo, muchas instituciones superiores -en su mayoría de carácter privado- se han dedicado a engendrar facultades exóticas que incluyen los más insólitos programas de estudios para graduar profesionales a montón. Y la gran mayoría de ellos desconocen el fundamento de su carrera inventada, carecen de rigor intelectual y sólo se conforman con exhibir sus diplomas en las paredes y hacer el oso ante la sociedad.
También, hace muchos años, esta aberrante circunstancia fue duramente criticada por Gabriel García Márquez, quien desde su permanente residencia en México siempre estuvo atento al desarrollo de la educación superior en el país. En aquella oportunidad enfatizaba el destacado Premio Nobel que “el gran problema de Colombia era la titulitis que proliferaba en las universidades”, y que “él personalmente estaba impedido para regentar cualquier cargo universitario, pues no poseía un título profesional que adornara su insignificante hoja de vida”. Razón totalmente absurda -teniendo en cuenta la grandeza intelectual del escritor- y sólo comparable a la naturalidad del expresidente Alberto Lleras Camargo.
Como vemos, estos casos constituyen dos típicas lecciones para desvertebrar la errada razón de los títulos y tener muy presente que éstos no son esenciales para demostrar el dominio de los conocimientos, ni mucho menos para engrandecer a las personas. Apreciaciones concentradas y definidas en nuestro sensiblero país. Por mi parte, siempre he sostenido que los títulos, reflejados en los diplomas, no son más que adornos superfluos, que sólo sirven para disfrazar la incompetencia de los dueños, ornamentar las oficinas y envejecer en las paredes.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor
Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
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