Opinión
Carlota, la mamá de los internos
“Al contrario de muchas primeras damas cuya labor social queda circunscrita únicamente al tiempo en que su marido ejerce el cargo de gobernante, luego de lo cual tanto el entusiasmo como la obra misma van perdiendo fuerzas cuando no desaparecen casi por completo, Carlota Uhia de Baute, no obstante que su periodo como esposa de un gobernador fue realmente breve, o tal vez por eso mismo, es de las pocas que aquí en el Cesar o en cualquier parte puede presentar una obra social de vastos alcances que a pesar de no ser suficientemente reconocida, viene prestando un grande servicio a gentes a quienes las circunstancias mantienen marginados de la vida en comunidad”.
Consuelo Araujo Noguera
Era sábado en el Valle del Cacique Upar, caminaba en la mañana en compañía de mi madre Elizabeth por la Calle del Cesar, de arriba abajo estábamos sobre la calle 17 donde se encuentran cinco vías que como ríos desembocan en un centro al que nombran literalmente así: Cinco Esquinas.
Me hallaba sobre la séptima en el punto de esquina donde en otrora funcionara el Almacén Franbel de Jorge Roca Reyes y su esposa Alcira Baute Lora, en un abrir y cerrar de ojos en esa esquina apareció un enorme cuadro tipo retablo que anunciaba la función estelar de una película que se presentaría ese sábado en la noche, no reparé el sitio donde sería la función pues volví a abrir y cerrar mis ojos y aquel retablo desapareció. Emprendimos camino esta vez de abajo a arriba y a la altura de la Calle 15 nos topamos con esa casa de esquina que hoy se encuentra deshabitada a su suerte, de habitaciones que pasan en número los dedos de las manos, a la que siguiendo el trayecto de la ruta en búsqueda de la calle 14, hasta la mitad de cuadra llegan los predios de esa casa de muchos cuartos que culmina con una edificación elevada en altura más no en pisos que se asemeja a la caja de parlantes que contiene en si misma voces, llantos, risas, cantos y bailes que quedaron prendados en sus muros como ecos elocuentes que se hacen audibles en tiempo presente por ser lo que fue y no se niega a dejar de ser: un enorme teatro al que en sus mejores tiempos lo llamaron Cesar.
Cierro los ojos como si quisiese viajar en el tiempo y aparece aquella locomotora de los Buenos Tiempos, ésa que hace los viajes del retorno y su exterior es de vibrantes colores para llevarme y traerme al mismo punto, esta vez me encuentro en el mismo sábado pero del año 1979 y estoy allí frente a aquel teatro luminoso que llaman Cesar haciendo una enorme cola para entrar a verme la película “Fiebre de Sábado en la Noche”, me acompaña mi madre Elizabeth quien, a pesar de estar en sus últimos meses de embarazo, decide acompañarme a ver la película de aquel Jhon de apellido Travolta en compañía de mi padre Elfido y mi hermana Yolima. Estos nos sujetan a ambas por las manos mientras conversan con aquel vendedor ambulante que les ofrece un LP o Long Play que contiene todas las canciones que hacen celebre esa película como si adivinase que a mis escasos años me cautivaban esa música que hacía danzar mi cuerpo y sacaban un brillo en mis ojos al ver ese bailarín de nombre Jhon dar brincos y volteretas con tal destreza que atrapaban mi atención y deseo de tener aquel tipo de disco. Era en ese tiempo la manera de publicar y oír música grabada desde la década de 1950 hasta la de 1980, a mis padres no les quedó de otra que ceder, no sólo ante ese anhelo de tener entre mis manos ese disco de vinilo de treinta centímetros de diámetro sino también que al niño que mi madre llevara en su vientre una vez naciera lo bautizaran Jhon evocando tremenda pasión.
Por fin llegamos a la taquilla y nos atiende la esposa del dueño de aquel teatro, la llaman Carlota y apodan Tota, es una señora de cabello corto de color castaño claro, tez blanca, ojos “claroscuro”, vestía un vestido gris, se veía grande, muy grande desde esa taquilla y tal apariencia contrastaba con su trato humilde, amable, atenta, querida y con una sonrisa que iluminaba el ambiente, mi madre la saluda con cariño y con confianza la llama por su apodo “Tota, ¿cómo está tío Guillermo?” ella le responde cálida y sonriente: “Ahí está mi viejo amor, ahí está”. Al tiempo que lo dice le despacha rápidamente los tres boletos, para invitarnos a seguir al local contiguo, allí vendían algo a tutiplén, era una novedad en esos días, era un pan con embutido que llamaban “perro caliente”, lo vendían acompañado de una gaseosa sabor a piña, cola o tamarindo marca “hipinto”, al sitio lo llamaban “El Tuffi” y era atendido por la hija de la señora “Tota” a la que apodan “La Pirula” y bautizaron María Dolores en honor a su abuela Dolores.
Esa noche la taquilla y la venta de perros y gaseosas en El Tuffy fue apoteósica, la sala estuvo a reventar, la película fue genial y mi alegría no tuvo igual, a tal punto que cuando la función terminó quise saber un poco más de esas personas que hacían posible traer a esta tierra esas películas tan lindas. Íbamos de salida ya cuando mi madre se encuentra con el dueño del Teatro que estaba recogiendo aquel cuadro o retablo que anunciaba la función, le saluda y le dice “Tío Guillermo”, le felicita por la película y se quedan conversando. Él, muy orgulloso, le cuenta que había traído la película directamente de Barranquilla donde solía ir a programar las películas de la temporada, aprovechaba el tío abuelo emprendedor para contarle a mis padres que también había traído otras cosas que eran el furor del momento, les hablaba de unos abanicos de techo, los animaba a probar la lavadora eléctrica y otros electrodomésticos que hacían de los ambientes cotidianos toda una sensación, baja la mirada tío Guillermo y ve que mi madre tiene entre sus manos el Long Play recién comprado de Jhon Travolta a lo que agrega: “También traje unos tocadiscos donde podrás escuchar con deleite y buen sonido tu LP”.
Mientras al otro lado del Teatro, su esposa Carlota contaba y empacaba en una bolsa de cotón el producido exitoso de esa noche, una vez terminó el conteo tomó su bolsa y desciende por el costado derecho de la sala abre una puertecita diminuta que contrasta con la gran pantalla, ese hecho atrapó mi curiosidad. ¿A dónde iba a dar esa puertecita? Salí tras de ella con prisa y sin pausa, antes de que la puertecita se cerrara, “¡zuas!”, entré a ese otro lugar. Había un lavadero que engalanaba como trofeo moderno aquella lavadora eléctrica de la que hablaba el tío Guillermo, un cuarto de alacena, una gigante cocina, un comedor de muchos puestos, estos espacios daban sus entradas y salidas a un amplio corredor lleno de mecedoras en hilera que desembocaba en un gigante patio que contenía una enramada tupida de trinitarias acompañada de muchos, muchísimos corales de colores que hacían ver ese lugar mágico, muy mágico, apacible y encantador. Ese patio conectaba con un traspatio que hacía las veces de garaje donde se podía ver que cabrían sin mayor complique más de cinco carros de seguido, ese espacio era el que separaba el gran teatro de la casona de 12 cuartos, los cuales aproveché ese momento de tarde vespertina llevada por la curiosidad propia de los niños para descubrir lo que había en cada espacio de ese caseronón.
No tardé mucho en descubrir el carácter de Carlota, era una mujer liberal en toda la extensión de la palabra, de hecho, era gran amiga de Alfonso López Michelsen quien, además de su amigo, fuera promotor de que su esposo Guillermo terminara siendo Gerente y Gobernador. Su actitud siempre era como la de un sonajero o cascabelito que despertaba en los otros la alegría propia del alma de los niños. Estar con ella era sinónimo de reír, reír a carcajadas que bien parecían maracas llenas de azúcar sonando al compás de un carnaval. Escucharla era como los cantos de esperanza y grandeza que opacaban cualquier pena. Mis sentidos de niña se agudizan para escuchar, sentir y ver con los ojos del alma, pude entonces escuchar entre muchos cantos uno que retumbaba en los muros, todos los muros parecían casettes entrelazados unos con otros que tenían en común aquel grabado entre las cintas de bahareque y su empaque de adobe mezclado en sus afueras con concreto dejaban salir al exterior una especial canción que suena sin cesar y dice: “Un Viejo Amor, No se olvida ni se deja, Que Un Viejo Amor, De nuestra alma si se aleja, Pero nunca dice adiós”, mi piel se eriza de sentimientos y nostalgias, Carlota estaba allí pero no estaba, era claro que estaba ausente pero así mismo estaba presente porque nunca dijo Adiós. De repente salió Carlota de una de las habitaciones que dan al pasillo del frente, por donde queda la entrada principal de la casa, por la Calle 15, era La habitación matrimonial de ella y el tío abuelo Guillermo se apreciaba al fondo una hamaca, aquella en que solía echarse su marido la siesta después de aquellos almuerzos suculentos propios de esta tierra vallenata: El sancocho poderoso mezclado con “queremes” con sus acompañantes predilectos, el arroz, la carne, la yuca, la papa y el platanito. Aquella hamaca era la misma que en la madrugada recibía a Guillermo quien bien temprano se levantaba para meditar en todo lo que serían sus actividades en ese día que avizoraba la madrugada.
¡Que energía la de Carlota! Acababa de salir de una función de teatro, organizaba la contabilidad para saber el resultado, pero a su vez y en paralela se movía de aquí y allá por toda la casona para organizar lo que sería la cena para aquellos hijos, nietos y amigos que habían almorzado, pues los que no habían llegado al medio día a hacerlo tenían en el comedor sus platos tapados a la espera de su llegada. Salía Carlota de una habitación a otra, en una de ellas había una cantidad impresionante de sacos grandes elaborados en lona por ella misma en una máquina de coser marca Singer que se hallaba rodeada de una enorme cantidad que bien podría acercarse a los quinientos costales, eran para recoger aquella cosecha de algodón que junto a su esposo habían cosechado en aquella finca de ambos que llamaban “La Providencia”. Sale de esa habitación y se dirige a otra, la que queda contigua a la entrada principal, ese espacio contiene dos salas dentro de las cuales se aprecia un enorme televisor a blanco y negro que para entonces era lo máximo, allí solía ver ella sus novela venezolanas con las cuales se maravillaba porque para entonces no llegaba ningún canal nacional. Carlota estaba radiante y feliz, su esposo Guillermo le había traído de Barranquilla un tocadisco que venía dentro de un mueble y ella lo colocaba extasiada en la segunda sala donde estaba aquel televisor y el piano. Comprendí entonces el origen de esa canción impregnada en los muros, Carlota no cesaba de ponerla una y otra vez recordando aquellas épocas de conquista adolescente cuando Guillermo armado de un tiple le llevaba serenata a Manaure (Cesar) donde le cantaba una y otra vez aquella melodía que se titula “Un Viejo Amor”.
Ya era muy de noche y Tota no paraba de hacer y hacer, me recordaba aquella historia que habla de la Mujer Virtuosa y su máquina de coser, esa historia me develaba así mismo la creencia de Carlota, ella era Católica hasta los teques y así estuviese trasnochada entre miles de quehaceres se levantaba como relojito siempre para asistir a la misa de seis de la mañana en la Catedral, costumbre que heredara de aquellos que primero habitaron esa enorme casa, sus padres, el Español José Uhía Luna y su madre la pacifica Dolores Morón Torres. Su padre era el equivalente al embajador de estás tierras que acogía y recibía a todos los sacerdotes, obispos y grandes representantes de la iglesia que llegaban a estas tierras unos de paso y otros a quedarse, esa forma de ser hospitalaria la adoptó Carlota y sus hermanas, quienes a pesar de no vivir con ella iban y entraban a esa casa, eran ellas Avelina, quien ya grande y a causa de la muerte de sus padres esperara a que todas sus hermanas Rosa, Trinidad, Isabel, María y Carlota estuviesen bien casadas como lo manda el sacramento, para después ella tranquila casarse e irse a vivir al frente, frente con frente colindaba la casa de las hermanas como promesa de ser unidas y nunca separarse, a lo que ambas perpetuaban tomándose cerrando la vía que las separaba cada Corpus Cristi armando en plena vía un enorme altar que exalta la creencia y la memoria de esos padres que tantos les amaron.
Era tarde ya y, en definitiva, el tren de los Buenos Tiempos no aparecía, parecía haberme dejado en la carrilera del retorno pero que igual sentía estar en tiempo presente, tenía sueño, era muy tarde ya, busqué entre las habitaciones una donde me sintiera cómoda y segura, entre todos los cuartos habían dos con abanicos de techo, el matrimonial y el de ella, la que apodaban “La Pirula” era la consentida y protegida por todos en la casa, esa habitación me enterneció pues me acogió como si me arrullara en el regazo de una madre, allí me quedé profunda después de la fiebre de emociones vividas ese día de sábado en la noche. No me percaté cuando tío Guillermo bien temprano se pasara a su hamaca a meditar, tampoco sentí cuando salió Carlota para ir a orar a la Catedral, dormía placida y tranquilamente como si me hallará en mi propia casa hasta que llegó una romería de gente que sin importar que la Tota no estuviera presente entraban como Pedro por su casa y se sentaban debajo de los trinitarios a esperarla, de La Paz (Cesar) era permanente la llegada de Hernando Morón, de Villanueva (Guajira) venía Guillermo Orozco, quien le decía la “Reina Carlota”, el padre Armando Becerra a quien quería como un hijo, era su pariente y permaneció mucho tiempo en la casa de su mamá, estaban unos señores también que se llamaban Gil Socarras, Tirso Maya, Lucho Pupo, quienes eran visitas permanentes. Era increíble ver entrar y salir tantas personas a la casa a las cuales Carlota recibía y atendía sin parar brindándoles a todos sin distingo un delicioso café caliente con arepas que tenía siempre como presente.
La Casa bien podía parecer un hotel, centro de convenciones, club de amigos y amigas donde todos eran familia, pues además de albergar, ver crecer y partir a conformar sus propios hogares sus hijos Astrid María, José Guillermo, Martha Dolores, Jaime Francisco, María Dolores y Guillermo Arturo, también acogía a sus nietas María Marta, Astrid María y Ana María a quienes amaba como si fuesen sus propias hijas, también recibía a amigos que sin importar credo, color político o estrato se hicieron familia, es el caso de Hermes Pumarejo, médico a quien recibió desde que llegó de Argentina y fuera su médico de cabecera, y Hugo Carrillo, quien también era médico. En épocas de campañas políticas se bajaban iguales y contrarios, albergaba siempre a Carlos Caballero Cormane y Nacho Vives, a quienes recibió hasta el final de sus vidas igual que a sus familias, acogió y tuvo como propios a Alfonso Araujo Cotes proveniente de la Paz, a Luis Carlos Alonso, Rodolfo Morón y Orlando Uhia. Toda esa procesión de gente me impactó tremendamente todo era risas y jolgorio, a lo que no me quedo difícil inferir que Tota adoraba carnavalear, de hecho su enorme patio era testigo de celebres parrandas donde muchas veces hacia corear a su hija Astrid aquella canción de los hermanos Zuleta que llamaron “La Espinita”, era tal su espíritu fiestero que alguna vez se llegó a disfrazar de la bandera de Colombia, exasperando al alcalde de turno quien le advirtió que la iba a sancionar por pretender ser un símbolo patrio, contaba Tota esa anécdota y el patio grande cubierto por la troja de trinitarias se encendió como pickup rimbombante en risas y más risas, estaban allí sus amigas, aquella que apodaban Moña y fuese su cuñada Zenobia, su hermana María a la que apodaban “La Chama”, mujer activista política del partido liberal, le acompañaba su gran amiga Olga Riaño, aguerrida mujer conservadora con la que María solía salir a buscar y compartir los votos en tiempos de proselitismo sin importar el color de sus partidos, estaba Carmen Meza, Meche Romero, Graciela Molina, Leticia Pupo, Rosa Emilia Villazón y estaba también ella, aquella que apodaban La Cacica.
También llegaban otros personajes, esos que llaman “Los del Poder Judicial” iban llegando en el transcurso del día, quienes seguros y confiados sabían que al hacerlo bien tenían seguro un risueño esparcimiento, arepas y tinto recién hecho. Así pude apreciar la llegada de una Magistrada de nombre Olga de apellido Valle Riaño, Rosalba Sierra, Alix Daza, Astrid Barranco, Glenis Iglesias, María Teresa Iguaran, Rosa Inés Marengo, Rosario Martínez a la que apodaban Malalo y un juez que era el consentido de Carlota, Efraín Aponte, todos ellos rodeaban a la Tota y está ni corta ni perezosa ponía al descubierto que su vestido gris tenia de lado y lado unos bolsillos donde no sólo guardaba unas llaves, sino también muchos papelitos que daban fe de aquella labor social que iniciara siendo su marido Gobernador del Cesar, se trata en este caso de esos talleres que ideó y montó de Zapatería, carpintería, sastrería, obras artesanales y el funcionamiento de un horno para elaborar pan, los cuales se construyeron y están funcionando en la Cárcel Judicial de Valledupar. ¿Pero qué tienen que ver los papelitos? Los papelitos son las notas de clamor de aquellos reclusos que Tota llama “Los Internos” y ellos a ella “Mamá Carlota”, ellos al igual que aquel José de los sueños del libro en el que tanto tiene fe Carlota, le piden que no permita que estos queden confinados en esa tierra del olvido y sus casos tengan la oportunidad de ser oídos y resueltos por aquellos personajes del poder judicial que alegres y contentos buscan en Tota esa paz, sosiego y risas en medio de los miles de casos que tienen por resolver desde aquel edificio contiguo donde en otrora funcionaran los juzgados que hoy es conocido por ser las instalaciones del periódico Local que llaman El Pilón.
Silbatos y bocinas comienzan a sonar, a lo lejos veo que se acerca aquel tren que me dejara en la carrilera, viene lento, como si no quisiera llegar, para en la estación de la Carrera 7 con Calle 15, donde se hiciera año a año el Corpus Cristi, me subo en el para aparecer nuevamente en esa casa, pero esta vez un 16 de Diciembre de 1984, allí estaba Tota, no paraba de hacer y hacer, el día anterior lo pasó en la casa de la hija que más fiel reflejo guarda de ella: Martha Dolores, ayudaba Carlota en el cuidado del hijo menor de su hija quien tenía fiebre alta, no paraba esta mujer a la que sus nietos llamaba “Mamá Tota”. Estaba a dos días de un gran día para ella, y es que tres de sus nietos, hijos de sus hijas Astrid, Martha y María Dolores, harían la Primera Comunión juntos, el desayuno de ese momento lo brindaría ella en su casa, debajo de los trinitarios, todo pintaba perfectamente bien; de hecho Carlota tarareaba bien tarde en la noche aquella canción que sacudía su alma: “Al mirarlos algún día, Me decían, casi llorando, No te olvides vida mía, De lo que hoy, te estoy cantando… Que Un Viejo Amor, No se olvida ni se deja, Que Un Viejo Amor, De nuestra alma si se aleja, Pero nunca dice adiós, Un Viejo Amor”… Se acercaba ya las 11 de la noche cuando ese gigante corazón de Carlota colapsó, su alma de repente y fulminante se alejó, pero nunca dijo adiós.
Aquellas flores que utilizarían para adornar el desayuno de la primera comunión de sus tres nietos fueron las mismas que adornaron la Iglesia y su féretro. Su gran amiga Consuelo Araujo Noguera, se encargó de arreglarla y lo hizo con Leonor Baute Céspedes de Araujo, quienes depositaron en el féretro aquel templo donde moraba el espíritu de esta gran mujer a las que sus amigas más queridas se encargaron de dejar y reflejar en sus afueras tal cual fue.
P.D. Esta columna es un homenaje a la Yerna querida de Mamá Martina, aquella que llamaron Mamá Carlota, un homenaje sentido a ella y sus hijas, esas en las cuales quedo repartido el espíritu de esta gran mujer de gigante corazón.
Yarime Lobo Baute
@YarimeLobo
Sobre el autor
Yarime Lobo Baute
Obras son amores
Soy la que soy: Mujer, Artista desde mi esencia, Arquitecta de profesión, Fotógrafa aficionada, Escritora desde el corazón y Emprendedora por convicción. Una convencida de que la OBRA está más allá de los cementos, son cimientos que se estructuran desde el SER, se traducen en el HACER y traen como consecuencia un mejor TENER.
Las OBRAS son esos AMORES intangibles y tangibles que están por encima de las mil y una razones.
46 Comentarios
Me sentí..... transportada en el tiempo, muy bueno Prima!
Me encanta leer esta clase de articulos, me nutre el alma, me transporta en el tiempo. Para mi el leer es un deleite y esta clase de lectura, me apasiona....por favor, sigue escribiendo.
Magistral Yari. Leerte es como asistir al teatro César y sentarse en sus primeras filas a mirar en una proyección vespertina el trascurrir de la vida ,en los tiempos de tu relato.
Excelente escrito, Felicitaciones
¡Qué nostalgia! El teatro Cesar fue testigo de mis primeras cuitas de amor...
Espero expectante la próxima estación a la que arribará su Tren De Los Buenos Tiempos. Ayer vi las ruinas de lo que antes fuera el imponente Teatro Cesar, al cual nunca tuve oportunidad de entrar pero me contentaba con ver una esquinita luminosa en las noches en que proyectaban películas, desde la calle. Hoy con su escrito, entré al corazón mismo de su propietaria, al de su familia y amigos de la época y al de sus internos, la parte más conmovedora para mi. Que grandeza la de Doña Carlota, dar su tiempo y conocimiento a los recluídos. Gracias Yarime por compartir este recorrido con sus lectores, reivindicando vida y obra de mujeres inmensas.
Hermana cada día me fascinó más con tu talento para la escritura, me sentí parte de la historia, vivencie cada anécdota, a tal punto que llore la partida de mamá Carlota! Sigue escribiendo hermana mía pues a través de tus relatos no solo conozco las vidas de estas mujeres maravillosas sino que me enamoro más de mi cultura vallenata! Te amo!
Hermana cada día me fascinó más con tu talento para la escritura, me sentí parte de la historia, vivencie cada anécdota, a tal punto que llore la partida de mamá Carlota! Sigue escribiendo hermana mía pues a través de tus relatos no solo conozco las vidas de estas mujeres maravillosas sino que me enamoro más de mi cultura vallenata! Te amo!
Yari no sabes los recuerdos que esto me trajo. De niñas muy amiga con María Martha e iba bastante a casa de la señora Tota a hacer tareas con ella y a jugar. Todo lo narrado lo viví en algunos momentos. Gracias por tan espectacular narración..
Cuando llegué a Valledupar en 1979, yo muy aficionado al cine, recorrí todas las salas en busca de aquella película buena que se refundía con las malas, el teatro que presentaba películas de mejor calidad era el Caribe que había esquina con la Casa de la Cultura. En la Casa de la Cultura teníamos un cierto club muy interesante.
Felicitaciones por esa crónica, fiel al personaje, hiciste una perfecta radiografía de mi mamá, captas todo al instante, voy a reproducirla para enviarla a los hermanos y amigos, muchas gracias por recordarla con tanto cariño.
Un excelente relato.
Gracias Yarime Lobo Baute por este texto donde recuerdas hoy, luego de 34 años de su muerte, la obra social de mi abuela materna en Valledupar. Me devolviste 40 años a la vieja casona de largos pasillos y moradas trinitarias.
Gracias a @YarimeLobo por ese excelente artículo sobre mi abuela Carlota Uhia de Baute. Tota, como le decíamos por cariño, dejó un sin número de buenas obras y de enseñanzas en el Pais Vallenato.
Yary que hermosa descripción De la Sra Carlota Uhia de Baute, y de Un recuerdo hermoso del Viejo Valledupar. Dios te Bendiga y te siga Iluminando para que Nos regales Tus Bellas vivencias de tiempos inolvidables.
Oye Yari que bonito artículo, me emocionó el tema de dónde salió mi nombre, súper, gracias, abrazos familia.
Gracias Yarime, entrañable escrito . Has hecho que recuerde cosas que por mi juventud en ese momento , había olvidado . Y de repente es como si mi mente me traslado a esa vieja casa . Gracias y muchos éxitos
Excelente artículo Yari, me emocionó el recuerdo de la salida al teatro en familia a ver esa super película y más aún que de allí haya salido mi super nombre después de un acuerdo familiar, un abrazo.
Excelente artículo Yari, me emocionó el recuerdo de la salida al teatro en familia a ver esa super película y más aún que de allí haya salido mi super nombre después de un acuerdo familiar, un abrazo.
Loncho: Que maravilla de relato...que orgullo que hablen así de bonito de tu abuela, la vena literaria por lo visto es familiar. Relato refrescante, sentido , lleno de vida , colores , olores , flores y canciones me sentí en la casa de Carlota en Valledupar y hasta escuché su risa ...que delicia leer algo así y alejarse por un rato de tanta letra sin sentido .
Yarime, estoy llena de orgullo y sentimiento por lo escrito en Tu columna sobre mi Mamá Carlota Uhia de Baute, mujer humilde y de grandes cualidades. Siempre con la sonrisa en su cara y atendiendo a sus internos. Me enterneciste mucho. Dios te bendiga
Que hermosura Martha: leer y vivir esos momentos !!!Me transporte a esos tiempos !!!!Y hoy le doy gracias a Dios por haber tenido esa amistad tan Bella con Tota la consideraba como un familiar !!!Me encantaba llegar a esa Casa sentarme debajo de esa Trinitaria y hablar con esa Gran Mujer !!!!que nunca la he olvidado saborear esos Spaguetty criollos !!!!esa sonrisa y ese Amor que siempre tenía en su rostro !!!!Goce mucho leyendo lo que fue recordar a una Mujer Única y bella de corazón grande !!!!! gracias Marta por enviarme ese escrito !!!!!Lo viví intensamente y me emocione mucho !!!!Te quiero y te querré siempre
Solo quedan los recuerdos Muy buena crónica Gracias.x.compartirla Un abrazo
Que homenaje tan hermoso para Tota. Realmente era una.mujer hermosa y excepcional.
Astry Marta y Piru: Extraordinaria crónica sobre Tota Revive uno esas épocas tan hermosas en la casa de ustedes con sus.papas y especialmente con Tota. Me gusto mucho.Felicitaciones Yarime.
Excelente el artículo de Yarime hasta ahora estoy leyendo. Da mucho guayabo Y no sabía que papá Guille vendía electrodomésticos de alto nivel
Para los hijos Baute Uhia y familia felicitaciones una gran relato reconociendo valores y trabajo de una extraordinaria y muy querida mujer como fue Tota Reciban un abrazo
Que orgullo Marta para ti y tus hermanos de esa mamá tan especial y gran mujer te pareces mucho a ella se podría escribir un libro sobre la vida de ella un abrazo que artículo tan lindo lo he leído dos veces valió la pena.
Excelente artículo que lindo es recordar cosas vividas al lado de una persona tan especial como la señora Carlota. Usted debe sentirse muy orgullosa de ella.
Ay Mathica! Que mama grande Que tuviste! Eres su imagen y con tu voz de cascsbel, recuerdas que tu ancestro te dignifica. Qué fue de ese partido liberal ? Solo quedan esas reminiscencias del ayer. Dios te bendiga!
Que belleza la historia del teatro cesar, era uno de los programa favorito , linda historia...
Yarime,hermoso relato que también como tú,me trasladó a mi infancia con mucha nostalgia de tiempos vividos junto a mi madre Zenobia Baute en casa de tío Guille y tía Carlota. Te auguro muchos éxitos en esta etapa de tu vida.Un abrazo.
Existen distintos tipos de SENSACIONES en la vida......sensaciones de alegría, de dulzura, de aprecio, de amor, de recuerdos, sensaciones agradables, de ternura, de amor materno, paterno, de familia, de querer abrazar fuertemente a alguien, de decirle gracias, sensaciones de afecto.....nuestro cerebro en concordancia con nuestro corazón se encargan de manejar todas ésas SENSACIONES que yo las súper experimenté leyendo tu sensacional escrito. Del Altísimo lleguen bendiciones....amén.....amén.
Yarime Lobo Baute Dios te bendiga grandemente por ese talento qué tienes para escribir notas con tanto sentimiento y enseñanza
Mi querida amiga Yarime Lobo Baute permíteme felicitarte por esa maravillosa iniciativa con estás publicaciones en especial está de la que hoy mis hijas Gabriella Baute Camila Baute Gebauer hacen parte; de mantener viva la memoria de quiénes te inspiraron y que une un legado patrimonial de nuestro amado Valledupar. A ti muchas gracias.
Muy buenas tarde prima. .....aparte de que detallas las cosas muy exactamente, como la definición de la infraestructura interna de la casa, con la puertecita que "da al teatro" (en mi libro " el Valle del Vallenato (antes y ahora) que edito para Mayo (DIOS mediante) escribo y describo ésa puertecita que servía como medio de protección para no salir a la calle con el producido de la venta de las boletas y al Pana y a mi de "alcahueta" para salir y "volarnos" en carnavales para el salón Central a bailar con los capuchones y los dos nos poníamos los disfraces de Astrid y Marta porque "la Pirula" estaba pequeña, pero en el salón central nos "descubrían" ya que los mismos disfraces nos delataban. Pero lo importante era entrar y cambiábamos con Menejo, el portero del salón, boletas de entrada al teatro por la entrada al salón. Gracias nuevamente Yari......estoy a tu entera disposición para lo que necesites de 65 años atrás......aunque mi prima hermana en historia del Valle.....ni el mejor historiador y con tu súper maravillosa narrativa.......inigualables. Feliz tarde.....bendiciones. Amén...amén.
Yarime Lobo Baute Dios te bendiga grandemente por ese talento qué tienes para escribir notas con tanto sentimiento y enseñanza
Querida Yari, además de agradecerte por lo que aquí dices de mi abuela, y de que lo haces de una manera tan sentida y adosada con tanta nostalgia, quiero felicitarte por la iniciativa de resaltar a la mujer vallenata. Son varios ya los perfiles que te he leído sobre ellas y creo que estás llenado un vació enorme, que además es un trabajo doble: por una parte por el rescate de la memoria social, de la memoria colectiva; y, por otra, por hacernos devolver la mirada a una época en que la ciudad no estaba aún contaminada por la corrupción y la politiquería; una época que fue ayer pero que, por la crisis tan profunda, parece como si fuera de toda la vida. Estoy intrigado desde ya por saber a quién dedicas el próximo perfil. Besos.
Que Un Viejo Amor, De nuestra alma si se aleja, Pero nunca dice adiós, Un Viejo Amor” Y esos recuerdos que traes a nuestra mente, las delicias de un pueblo tan nuestro, con mujeres como Carlota tan ligadas a unas raíces de ensoñación. Linda Yarime Lobo Baute que nos pones a soñar y a vivir los recuerdos de lo que conocimos en aquellos tiempos y a conocer lo que quizás pretendimos vivir y no supimos como. Gracias por esa magia macondiana que nos regalas en tus notas. Sólo Eso.
Al leer estas líneas mi corazón viaja en ese “tren de los buenos tiempos” a ese pedacito de tierra, resguardado celosamente entre montañas, coloreado por cañaguates amarillos, donde tengo mi corazón anclado! Soy vallenata, mi sangre es vallenata, y mi corazón late cuando escucho un acordeón... Me voy soñando al Valle del Chipuco, de Escalona y de las TRINITARIAS de CARLOTA UHÍA y GUILLERMO BAUTE PAVAJEAU! . Pd:Tota: tu legado ha trascendido el tiempo y la distancia! Tu risa vibra en las montañas y tu generosidad se esparce como escarcha por todo el universo! Tus hijos y tus nietos somos tu recuerdo! Gracias Maria Baute de Vidal por transmitirme el legado de mis abuelos! Gracias Yarime Lobo Baute por estas palabras!
Espectacular Yarime Lobo Baute gracias por tan merecedor y maravilloso escrito sobre mi abuela Carlota uhia de Baute "Tota" yo la pude disfrutar , amar y ver su gran nobleza día a día , jugaba con ella algo q recuerdo de ella, vestido con bolsillos donde tenia monedas a cambio de q me comiera toda la comida q cosas hoy me la como toda jeje . Fue una mujer increíble de esas que dice uno, ya no vienen más o nace una igual ... Dios la tenga en su santa gloria !... Una mujer hace al hombre y deja un legado !!!! .PD primera foto, la inauguración al primer festival con Alfonso López no tenía conocimiento de esto INVEROSÍMIL GRANDE TOTA ..
Carlota Uhia. Una historia de amor donde compartimos mi familia nuestra infancia y adolescencia. Grandes recuerdos que están plasmados en el corazón de cada miembro de mi familia. Un fuerte abrazo
Yarime, excelente remembranzas de Tía Tota, una historia que vivimos al.lado de ella.
Ay Yarime, intrigante, detallista, narradora, fijadora de recuerdos, entusiasta de la palabra, soñadora de gratitudes, vallenata de arepa y café. Escritora neta, pintora genial, amiga ausente que veo cada madrugada cerca de mis sueños. Así se escribe...
Gracias Yarime Lobo Baute. Por transportarme por un instante a mi infancia. Que bellos recuerdos. Todo lo que escribes está grabado en esquí aírame te en mi memoria y recordarlo me ha sacado una lágrima y a la vez una sonrisa. Que buenas épocas y que inigualable mujer. ToTa siempre en nuestros corazones. Y de alguna manera todos sus nietos llevamos algo de ella dentro. Ya sea por del Don del servicio, por la hospitalidad, por la jocosidad, por su tenacidad, porq ella era eso y mucho más. Gracias Yarime por describirla tal y como era. Éxitos y Bendiciones.
Vicky que belleza tu abuela Carlota! has heredado su jocosidad y el Don del servicio. Yarime felicitaciones que buen relato!
Le puede interesar
Allí donde tengo el alma mía: Impresiones del EMMA
De pronto, el oyente sensible comienza a sentir que algo hay en la melodía que le es familiar. Uno sabe que el género musical es otro...
Alcaldes compran saludos
Desde hace tiempo, los saludos de los intérpretes vallenatos en sus grabaciones se volvieron importantes. Durante la época de la ...
Por sapos
No hay nada más peligroso que los violentos en el poder, sin importar la vertiente a la cual pertenezcan, porque, al final, el da...
Petro: el rival perfecto para el uribismo
Después de alcanzar 8.028.03 votos en las pasadas elecciones presidenciales, muchos pensaron que Petro se convertiría en el principal...
El aporte del feminismo a la sociedad
Del latín femĭna (“mujer”), el feminismo es la doctrina social favorable a la mujer. Con esta doctrina se han alcanzado resultado...