Opinión
En Colombia, el cambio lo hacemos todos
Culminada la jornada electoral en la que los colombianos decidieron quien regirá los destinos del país durante el próximo cuatrienio, y siendo electo el doctor Iván Duque Márquez, tuve la esperanza que los ánimos exacerbados de los conciudadanos comenzarían a normalizarse, la polarización a disminuir, las intrigas y ofensas entre colombianos llegarían a su fin, pero desafortunadamente, no ha sido así, pues la lucha cuestionable entre las diferentes fórmulas presidenciales no dejo más que la rencilla entre la victoria y el fracaso.
Seguimos buscando culpables de todas las cosas malas, repudiables o desafortunadas que ocurren en el país, sin llevar a cabo un análisis razonable que esboce las consecuencias finales de las actuaciones que erige cada colombiano, por ello es común imputar a dirigentes cualquier trastorno, incluso hasta deportivo que ocurra en el país.
Hemos caído en la degradación social al inventar noticias para desprestigiar a nuestros contradictores, olvidándonos del argumento, propuestas o ideas como pieza principal de nuestra defensa y único mecanismo de ganar la simpatía de un pueblo que, poco a poco, despierta y busca un nuevo horizonte, donde la ética, principios y valores sean los que rijan el actuar y la toma de decisiones de nuestros dirigentes.
Como sociedad estamos enfermos. La ignominia se ha apoderado de nuestro diario vivir, por eso es común el abuso a nuestros niños, el maltrato a las mujeres, el alto grado de corrupción, el apoderamiento descarado de los recursos públicos, el menoscabo de nuestra seguridad, el poco valor de la salud, la vida y la falta de educación, que no permiten que mejoremos nuestras condiciones de vida, podamos construir un mejor país y una sociedad más equitativa.
Todos expresamos el anhelo de cambio, el sueño y la esperanza de un país unido, en paz, bajo la ruta del desarrollo y progreso que genere oportunidades que nos garanticen a cada colombiano un mejor bienestar, las herramientas necesarias para brindar un futuro digno, donde no volvamos a vivir los horrores del pasado.
Pero en nuestro interior no hemos desarmado nuestros corazones, no pensamos en el colectivo, por el contrario, todos pensamos en el ámbito personal, optimizar nuestras condiciones, sin importar si desmejoramos la de los demás, hemos invertido los valores, buscamos emular a personajes nefastos que con su accionar han ocasionado el colapso del país buscando su beneficio y estabilidad económica personal.
Compatriotas, se inicia un nuevo camino, una nueva administración, es hora de apaciguar las rencillas, los odios y la polarización, debemos todos desde nuestro hogar, recomponer el camino, adelantar acciones que permitan devolver la credibilidad, revivir los principios y valores para reconstruir esta sociedad, todos tenemos el compromiso histórico con nuestra patria, con nuestras futuras generaciones no seamos ajenos a esta responsabilidad.
Si queremos mejorar como sociedad y como país, debemos todos aportar nuestro grano de arena, porque de lo contrario podremos tener más y las mejores leyes, las políticas de estado más eficientes, la más grande inversión social, mejores instituciones educativas y hospitales, pero no encontraremos el camino que nos conlleve al desarrollo y progreso que soñamos.
Las elecciones ya culminaron, el doctor Duque dejó de ser el candidato de un grupo, para convertirse en el presidente de todos los colombianos. Comprometámonos todos a sacar este barco adelante, a que su hoja de ruta sea la de todos los colombianos, que comprometidos queremos llevar a Colombia a un puerto a salvo.
Diógenes Armando Pino Sanjur
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Sanjur
Tamalamequeando
Diógenes Armando Pino Sanjur, más conocido como May Francisco, nació el 24 de junio de 1976 en un pueblo mágico lleno de historia, cultura y leyendas situado en la margen derecha del Río Magdalena llamado Tamalameque. Hijo de los docentes Diógenes Armando Pino Ávila y Petrona Sanjur De Pino, tiene 2 hijos, May Francisco y Diógenes Miguel, los cuales son su gran amor, alegría, motor y mayor orgullo. Abogado de Profesión, despertó su interés con la escritura de su padre quien es escritor e historiador, se declara un enamorado de su pueblo, de su cultura (la tambora) y apasionado por la política como arte de servir.
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