Opinión
El divertimento triste del velorio
Desde el borde de su cajón rodeado de flores con cara de muerto, el que se fue piensa por última vez: “Qué pena con mi esposa, nunca sabrá cuánto la quise a ella, a la otra y al otro. Lo que más me duele es no llevar nada, ni lo que robé matando, ni el amor de mis amantes, mi dignidad, mi honradez, mi valentía, si alguna vez la tuve y la mierda que dicen que fui. Todo queda aquí, y en esto es buena la muerte porque no deja llevar nada de lo que aquí en la tierra es considerado moral o amoral. Entonces viajo vacío, sin nada, desnudo”.
La muerte es el filtro del Más allá, no deja llevar nada de nada para evitar hacer aduana moral en el cielo. ¿Se imaginan una burocracia celestial de corruptos capaz de trancar un agujero negro?
En una de esas, todo lo que en la tierra es moral en el Más allá no se tiene en cuenta, como la iglesia con la procedencia del dinero
Los valores del difunto quedan en la memoria de la gente. Empieza el difunto a escuchar voces, estando todavía calentito. Son voces reconocidas, voces del chisme organizado y anárquico que colaboran en la construcción de la tradición oral de los pueblos. Voces que se instalaron en la conciencia pidiendo pista para el más allá. Es común ver la expresión de la inocencia, que tienen los muertos, como haciéndose los otros, ya antes de enfriarse empiezan a ignorar su pasado, como echándole la culpa a otro muerto y si está en una funeraria la culpa es para el muerto de al lado.
La muerte en el macondo vallenato anda muy bien vestida, de punta en blanco, sociable, como damas de Novalito, puro lino, bien peinada, sexy para despedir al que manda al más allá. Es cortés, es perfecta en su elección, así digan que es ciega como la Justicia, o la suerte. Los velorios son concurridos por todos los deudos. Si un allegado o amigo no fue a dar el pésame es muy probable que sea tachado familiarmente para no ser invitado a una futura reunión familiar, Es una ofensa no dar el pésame. Se practica el ritual del pésame siendo una tradición el novenario. Una sala de velación, medida por la cantidad de visitantes, es el arqueo o balance de la popularidad del muerto, y hay quienes pasan por el frente del velatorio para ver “cómo está el ambiente.”
¿Será otra forma de comunicación la sentir socialmente lo que humanamente se siente poco? ¿O será otro espectáculo que hace que la población practique esta forma de comunicación o entretenimiento? ¿O será parte de la tradición oral analizar lo que fue el difunto para comenzar con una pequeña leyenda del extinto? ¿Es decir, conocer o inventar los últimos acontecimientos del muerto para prolongar su presencia en la memoria del pueblo? ¿O los que se quedan realizan este “banquete de lengua” para dejar bien grabada la figura del muerto? ¿O será que después del pésame el muerto queda bien despedido ingresando al recuerdo y lentamente al olvido?
Solo los artistas dejan todo lo necesario para que el pueblo los recuerde: ¡Su obra! Ellos son los que realmente caminan por la memoria colectiva y su ausencia agranda su presencia. Aquí la muerte es benévola pues hace olvidar el error humano cometido para que se recuerde lo positivo del que tuvo la valentía de dejar algo para la posteridad, sino preguntarle a Diomedes Diaz.
Francisco Ruiz
Email franciscoruizsalta@gmail.com
Sobre el autor
Francisco Ruiz
Los espejos de América
Vallenato que hace 69 años se fue a nacer a Salta, Argentina. Por medio de esta columna refleja dibujos escritos en palabras pensadas, realidades e irrealidades que habitan en el valle y dentro de sí mismo. Mundos que se alojan en la metáfora “Los espejos de América”, donde pinta y escribe lo que siente. Contacto: franciscoruizsalta@gmail.com
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