Opinión
Las galápagas de la violencia

En esos días, en que se estremeció de horror el país, en que el odio y la barbarie se enseñoreaban en campos y ciudades; aquí en Tamalameque, ocurrieron hechos, no de las dimensiones de la tragedia nacional, pero sí hechos que rompieron la quietud y la paz familiar del pueblo. Sucesos que rompieron la convivencia pacífica de Godos y Cachiporros locales.
La radio informaba de las matanzas y monstruosos crímenes que se cometían por los dos bandos en pugna a todo lo largo y ancho del país. Aquí se hacían corrillos, donde cada bando interpretaba a su manera los sucesos; sin interferir tal cosa, en las relaciones entre personas. Todo andaba bien. Hasta que llegó el prepotente Berbicí, −ante cuyo nombre todavía se estremecen los liberales viejos− éste era un policía de la época y por tanto representante del partido de gobierno: el conservador. Desde su llegada comenzó a hostigar a los pacíficos liberales, insultándolos y amedrentándoles a todo momento, sin que los cachiporros asumieran una actitud agresiva −entendían que los conservadores no tenían culpa de ello−. Pero algún día la copa se rebosaría y ese día, en efecto, se derramó.
Venía el cachaco Saúl Navarro por la calle "El Palotal", con su acostumbrado tabaco "Culotapao", encendido en la boca, y en sentido contrario iba Berbicí. Al momento de cruzarse muy liberalmente Saúl expelió una enorme bocanada de humo que cubrió su rostro y el del temido policía. Berbicí retira el rostro y prende por el cuello al irreverente liberal y con la palma de la mano le restriega el tabaco apagándoselo en la cara.
Tal suceso conmovió la población, comentándose y censurándose por liberales y conservadores. Alguien −liberal naturalmente− llevó la noticia a Pailitas y los liberales de allí comenzaron a organizarse para venir a cobrar la afrenta. Se corrió la noticia y los prohombres liberales se reunieron y discutieron el caso, llegando al acuerdo de avisarle a los conservadores y esconderlos y protegerlos hasta tanto el peligro pasara.
Optaron por esconderlos en los playones de Solera al otro lado del río Magdalena. En efecto, Salvador Vanegas siendo muchacho aún, muy diligentemente les trasladó en una canoa, hacia la otra orilla donde permanecieron escondidos por una semana.
Los liberales de Pailitas vinieron varias veces, recorrieron el pueblo dando vivas al partido liberal y abajo a los conservadores, preguntando amenazadoramente por ellos, pero los lideres liberales, de aquí, les explicaron que no había problemas que, en Tamalameque, liberales y conservadores eran una sola familia y que habían huido desde hacía varios días. Los Pailiteros se fueron y no volvieron más.
Mandaron un mensajero a los playones de Solera con la razón de que el peligro había pasado y que regresaran. A la llegada de ellos al pueblo, fueron recibidos con grandes muestras de cariño y aprecio. Todos le preguntaban por su salud y les explicaban los pormenores de la estadía de los pailiteros, ellos a su vez explicaban sus desdichas en los playones y el castigo de los mosquitos.
Iban en montón compacto por la calle central, camino a sus casas, al pasar en frente del granero de Wastín Chajín, un turco liberal que se volvió Tamalamequero de viejo, con un gran sentido del humor, muy afectuoso les saludó diciendo:
—¿Hooombeeee, hooombeee! ¿Cómo les fueee?
Los conservadores en coro, respondieron cortésmente que bien, que gracias por todo. Y Wasto haciendo alarde de su sentido del humor para despedirlos les dice:
—Y no me trajeron una galapaguita −refiriéndose a las del playón− cooompas, uuuunaaa gaaaalaaapaaaguitaaa?.
Los conservadores, maltrechos por las inclemencias del medio y con la sensibilidad a flor de piel, entienden la tomadura de pelo del turco, y la clara alusión al playón.
Con rabia mal contenida Eudoro Pantoja responde:
—¿Galapaguita…? ¡Esperen los vueltos!
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
0 Comentarios
Le puede interesar

La otra cara de la lucha contra el mototaxismo
Valledupar es una ciudad donde la oferta laboral privada es casi nula, el pueblo subsiste de la oferta pública de empleo, un reducido ...

Los buenos cantantes de los Festivales
Los Festivales de música vallenata han tenido históricamente personajes, instrumentos y músicos que han sido protagonistas de gr...

Sandra Padilla: A una musical estancia
Hablar de Sandra Padilla es contemplar el cauce musical de un río, cuyo cuerpo de agua cantarina besa las curvas del aire sobre las pi...

La Niña Minga
Noviembre, otrora el mes de las fiestas Cartageneras, llegó anunciando final de año. En otros tiempos las “caribonitas” r...

Francisco Villa cabalga de nuevo
Sin lugar a dudas Francisco Villa (Doroteo Arango, 1878-1923) fue uno de los protagonistas más importantes de la Revolución Mex...