Opinión
El diablo es funche
Abraham Robles, de tez negra, panza abultada, barba hirsuta y descuidada vestimenta, es un tamalamequero que vivió su juventud y su adultez trabajando como aparcero en las grandes haciendas de Chiriguaná. Volvió a Tamalameque anciano y pobre, y pasaba el día en el parque frente al palacio municipal, fumando tabaco, echando cuentos y enterándose de los chismes locales. Le gustaba sentarse en la tertulia que todas las tardes armaba Fabián Rodríguez, Jorge Rizo que era Contralor municipal, Luis Eugenio Imbrechts y otros amigos que esperaban que me desocupara de atender los asuntos que como alcalde municipal me correspondía.
Esa tarde llegó “Cervantes”, un paisano que fungía de brujo y decía conocer muchos “secretos”. Sonsacado por Jorge Rizo, el viejo Cervantes nos estaba relatando con gracia y picardía una pelea que tuvo con el diablo: “Les cuento muchachones –nos decía− esa fue la mejor pelea de mi vida. La verdad, yo no sabía que ese carajo era el diablo, yo me entero porque no lo encontraba, le tiraba trompadas por todos lados y no daba para golpearlo, me iba de largo. En cambio, él me daba porrazos por las costillas, el estómago, la cara, por todo el cuerpo. Hasta que sentí en mis narices el olor a azufre y me dije, carajo éste es el diablo, entonces le miré la cara y alcancé a verle en la frente los nudos donde había tenido los cachos. Recé “El credo” con devoción, invoqué a María Santísima y me santigüé, luego, recé mentalmente todos mis secretos de pelea y, ¡ahí voy, diablo!, a ver qué es lo que tú sabes, y lo voy mordiendo a puño. Me acordé que uno para golpear al diablo tiene que darle puños al revés, por eso, cuando él me tiraba lo esquivaba y lo dejaba pasar en blanco y, luego, le daba unos coñazos, que en el juego de mano se llama “al revés de perro”, y apenas se le oía el quejido, luego lo prendí, esta vez con la pata, poniéndole la albarca en la boca del estómago. El tipo resoplaba, sudaba y maldecía. Yo no le bajaba la guardia, le daba trompadas y rezaba el credo, hasta que vencido me dijo: ¡Lo que tienes te sirve, Cervantes!”
Soltamos un coro de carcajadas festejando el pintoresco cuento que nos acaban de contar. Fabián quiñándonos el ojo y con el fin de picar al viejo Abraham que había escuchado en silencio e incredulidad, dijo: “Este macho es templao, peleó con el diablo y le ganó”.
Abraham herido en su amor propio, responde a la expresión hecha por Fabián y con sorna se dirige a Cervantes diciendo: “Tú puedes engañar a los macos estos –nos señaló a nosotros−. ¡A mí no! ¿Cómo le vas a pegá al diablo, si el diablo es funche?“.
Festejamos con risas y aplausos la respuesta de Abraham mientras que este, escupía con desprecio el suelo y aspirando su tabaco dijo: “mejor me voy”. Cuando se hubo alejado, Jorge Rizo dijo; “¡No joda, Fabián, lo hiciste caer en la trampa!”. A lo que Fabián responde “Trampa de coger maricas”. Y festejamos nuevamente con risas.
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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