Opinión

La esplendorosa misión de aliviar

Alberto Muñoz Peñaloza

03/01/2019 - 08:05

 

La esplendorosa misión de aliviar
Hospital Rosario Pumarejo de López / Foto: Maravillastereo.com

El martes 5 de enero de 1962, mientras fenecían las horas posibles para la entrega de aguinaldos, sobre las siete de la mañana, entré por vez primera al hospital “Rosario Pumarejo de López”. Llegamos alegres, nuestra prima Tila había nacido y, gracias a ese acontecimiento, madrugamos a conocerla. Mis primeros cuatro años estaban por cumplirse y con mi prima Yuya nos ingeniamos la manera de verla sin poder entrar a la sala especial de ubicación porque, durante el parto, resultó maltratada por el fórceps.

Valledupar era un pueblo pequeñongo y al pasar por el colegio nacional Loperena, iniciaba la carretera, exactamente frente a la que sería la bomba famosa de Ruben Nuñez V. Por la izquierda se iba a Fundación y derecho, al centro asistencial y más allá “azúcarbuena”. Cerca del sanatorio, a partir de “La María mulata”, estaba la hacienda “las flores”. De ahí en adelante la exuberancia boscosa y desafiante como otra de las entradas válidas para “subir” a la Sierra nevada de Santa Marta.

El 4 de enero, nueve años después, más allá de la “prima noche”, ingresé al “Rosario Pumarejo de López”, esa vez con el dolor electrizante del fémur izquierdo fracturado, astillado y rígido, por el impacto, el temor creciente y la cocotera que me dio mi madre querida por haber desobedecido la orden de no ir, a donde fui, a buscar lo que no se me había perdido, lo encontré, y de qué manera. Al siguiente día, con las voces del gran César Mendoza Hinojosa y por la decisión firme de mi mamá, porque nuestro querido viejo Julio andaba de viaje, fui trasladado a Barranquilla e intervenido quirúrgicamente, con riesgo evidente y gracias a Dios, aquí estoy echándoles el cuento.

Años después, les seguí las parolas, a mi amigo Hugues Morón Lagos y a otros soñadores, y amanecíamos en el hospital, estudiábamos, en tiempo de exámenes finales, lo recorríamos y conectamos con su vida particular en la que, el dolor, la alegría al salir y el llanto incontenible ante la muerte conforman un nudo intenso, la resignación a veces demora pero llega. Era dable encontrarse con el médico de médicos, José Manuel Díaz Cuadro, con el Pato y el gago, los camilleros estelares o con la queridísima Graciela Molina de Quintero y su corte de damas rosadas, que tanto bien hicieron.

Desde entonces, el Hospital “Rosario Pumarejo de López”, ha padecido crisis, se ha recuperado y otra vez retorna la escasez, el depender de pagos de terceros, reflejándose todo en los trabajadores, quienes por épocas pasan más tiempo del año, sin que se les pague, aunque mucho después se les abone, en un sinfín de dolencias que horadan el alma de quienes constituyen el soporte principal en la prestación de los diferentes servicios. Inició operaciones en la década de los años cuarenta, el médico José Antonio Socarras fue su primer director y atendió y atiende poblaciones de diferentes departamentos: Cesar, Guajira, Bolívar, Magdalena, sin dejar de lado el flujo de migrantes provenientes de Venezuela. “El 10 de diciembre de 1994, el Hospital Rosario Pumarejo de López fue elevado a la categoría de Entidad Pública prestadora de servicios de salud, como Empresa Social del Estado, E.S.E., por mandato de la ordenanza Nº 048 promulgada por la Asamblea del Departamento del Cesar, el 6 de diciembre de 1995, adquirió la personería jurídica que lo clasifica como Hospital de Segundo Nivel de Atención. El 26 de diciembre de 1999 se firma el convenio de desempeño y el de eficiencia entre el Hospital y los Ministerios de Desarrollo y Salud y el Departamento del Cesar, el Convenio de desempeño 424/99, suscrito entre el Ministerio de Salud, el departamento del Cesar y el hospital, fija unas metas de cumplimiento a cinco años, evaluables de acuerdo con lo establecido en el Comité Técnico Territorial, convenio que se ha constituido en el norte del Hospital.

Instantes previos al amanecer el viernes 21 de diciembre, próximo pasado, arribe al Hospital, con fuerte, agudo e incontenible dolor inguinal, de urgencia, como uno más, afiliado a Coomeva EPS. Me sometí a la espera, controles y protocolos propios del triage. Recibido por el personal de turno, evaluado por el cirujano a cargo del día, me realizaron las pruebas ordenadas y a las 10:30 horas inició la intervención quirúrgica por herniorrafia (cirugía para reparar una hernia en la pared abdominal de la ingle. Una hernia es un tejido que protuye por un punto débil en la pared abdominal)*. Practicantes, médicos internos, médicos generales, y especialistas, personal paramédico y asistencial, con el joven y promisorio médico Juan Guerra Fuentes, nieto del inolvidable, Docente y humanista, Dagoberto Fuentes Zuleta y el cirujano especialista, Dr. Luis Joaquín Palomino Sánchez y su equipo, cuya solvencia profesional, mística y liderazgo, se evidencian en el trato pedagógico, decente y motivador a quienes son parte de su entorno e influencia.

A las 12 meridiano culminamos y pasé a la sala de recuperación, temblando todo del “Frio”, borracho, tal es la denominación común en ese estado. Gracias a la médico anestesióloga, Dra. Felizzola, la raquídea no solo fue oportuna, bien aplicada sino suficiente y efectiva. Sobre Las cuatro de la tarde estuve ubicado en piso, aliviándome, bien recibido e informado debidamente de los procedimientos, la medicación, llamándome siempre por mi nombre y el ofrecimiento permanente de colaboración y apoyo, que en todo momento recibí. Compartí habitación con condenado proveniente de la Penitenciaria de alta y mediana seguridad y me satisfizo percibir la atención, el trato y la oportunidad en el servicio, igualitarios y sin distingos de nada diferente que apoyar, aliviar y restablecer. En ningún momento fue necesario reclamar, ni mucho menos quejarme, ni tampoco acudir a amigos vinculados. Que gran satisfacción es recibir todo eso sin tener que pedirlo ni exigirlo. Fredy Molina, la integérrima y excelente médico Ana Milena Murgas Acevedo, el inquieto y sapiente, Haner Molina, especialista y cirujano, Joaquín González, profesionales con vocación de atención, servicio y fortaleza médica.

El Hospital Rosario Pumarejo de López opera muy bien, pero dista de la normalidad por la insuficiencia financiera, circunstancia que priva a la entidad de cancelar oportunamente a sus servidores pese al compromiso que cada día materializan de cumplir, atender y aliviar, lo cual constituye la base misma del servicio médico y asistencial. Por mi propia cuenta y de manera espontánea trabajaré en pro de una aurora cultural, humanizada, creativa e innovadora que contribuya a paliar los dolores de los que están y la ansiedad de los que llegan y se van.

Felicito a Valledupar, al Cesar, a todos y todas, por la fortuna de contar con una institución agigantada frente a la problemática diaria, con servicio eficiente, eficaz y efectivo, a pesar de las limitaciones, como lo es, el Hospital Rosario Pumarejo de López. “Hay guardián en la heredad”.

 

Alberto Muñoz Peñaloza

@albertomunozpen

Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza

Alberto Muñoz Peñaloza

Cosas del Valle

Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.

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