Opinión
La naranja mecánica en acción

El 3 de diciembre de 2015 escribí por primera vez sobre Valledupar como un epicentro cultural, turístico y ecológico. Lo hice en una columna que publicaron El Pilón y Panorama Cultural. Allí no solo me referí al concepto de economía creativa de John Howkins, sino que también cité una frase celebre de Gabo: “La cultura es el aprovechamiento social del conocimiento”. No, no estaba descubriendo que la tierra era redonda. Ya algunos líderes de opinión, políticos, microempresarios y académicos habían hablado de esta visión de ciudad. Sin embargo, el tema seguía aislado: no aparecía en la agenda municipal ni tenía trascendencia en los debates públicos.
Ahora con Duque en la Casa de Nariño, la llamada economía naranja está en boca de todo el mundo. Dicha denominación no es un descubrimiento divino de Duque y su amigo Felipe Buitrago como muchos creen, sino la recopilación de otros conceptos previamente elaborados: economía creativa, economía del conocimiento, industria cultural, industrias sin chimenea. No obstante, el presidente ha convertido este conjunto de actividades en su sello original, la principal bandera económica de su gobierno.
Quizás esta narrativa de Duque, los altos índices de desempleo y la opinión de varios vallenatos, han permitido forjar un consenso informal y fortuito sobre el futuro de Valledupar. Aquí cada quien hablaba sobre su propia visión de ciudad, no había un horizonte concreto. Ahora la mayoría de los políticos, académicos, empresarios y ciudadanos parecen estar de acuerdo. Unos, desesperados por entrar en la onda del gobierno nacional, le dicen economía naranja, otros economía creativa, otros desarrollo sostenible, otros industrias sin chimenea y otros simplemente turismo. Yo pienso que todos se refirieren a lo mismo o coinciden en lo esencial: Valledupar como ciudad cultural, turística y ecológica.
Aunque puede que esté pecando por iluso o exagerado, me atrevo a decir que el problema no es el modelo de ciudad que queremos (repito: ahí son más los aspectos que nos unen), sino la forma de alcanzar ese objetivo. En cuanto al “cómo” tenemos muchas diferencias, cada quien señala su propio camino para llegar a la meta: que es construyendo parques, instalando esculturas de músicos vallenatos, creando una agenda cultural, formando a los artistas, haciendo un teatro, capacitando a los guías turísticos, atrayendo la inversión extranjera, cuidando el río Guatapury, invirtiendo en el centro histórico o poniéndose guayaberas anaranjadas. En fin, queremos exprimir la famosa naranja, pero no sabemos cómo hacerlo entre todos, no hay un plan.
Para impulsar el desarrollo de Valledupar, tenemos que dejar a un lado los perjuicios políticos, ponernos de acuerdo en el modo y entrar en acción. Por ejemplo, a mí me parece que Duque es un presidente sin liderazgo, sin autoridad, un inexperto, pero si de verdad su economía naranja nos va a permitir obtener más recursos para convertir a nuestra ciudad en un destino cultural, turístico y ecológico, creo que hay que apostarle duro a eso. Lo importante es pensar en Valledupar como un bien superior, dispongámonos a trabajar en grupo y a dar resultados. La administración municipal debe convocar a los distintos sectores y brindar garantías para que todos los aportes sean valorados, tal vez así se pueda construir una verdadera ruta de trabajo. Esto debe hacerse ya, porque necesitamos pasar del discurso a los hechos.
Carlos César Silva.
@CCSilva86
Sobre el autor

Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
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