Opinión
El arte de la adivinación
Antes de ser Ciudad Naranja, Valledupar era noble y hospitalaria, por unos días fue “sorpresa caribe” y hoy es todo al mismo tiempo, pero ninguna real. O mejor, con otras realidades. Ayer la ciudad era de ganaderos, agricultores y galleros, en la actualidad es de mineros, constructores y contratistas, incluyendo el sector salud que nos tiene olvidados por magra atención y gordos contratos y ganancias. Hoy la economía es desigual, cientos de empresarios venezolanos impulsan los “megabolis”, mientras muchas de sus compatriotas ofertan el viejo y sabroso truco de la cajita universal mágica y antigua del placer para esta economía de dame y coge. Sobre todo, coge.
El “Pueblo oscuro” al que cantaba el sentimental Gustavo Gutiérrez, es pasado, el “Viejo Valledupar” en la trova del “Veje” Bolaños es prehistoria, el reciente 4 de febrero se cumplieron 206 años de la independencia de la ciudad y nadie, excepto el profesor Atuesta Mindiola, disfrutando un jugo de naranja, se dio cuenta. Y eso por ser poeta.
Una cosa natural que no perdemos los vallenatos es el sentido del humor y la imaginación, somos casi prestigiadores, magos de lo imposible, adivinos precoces, brujos interminables. Las leyes electorales aquí son simples panfletos, las conversaciones esquineras desde enero a octubre tienen carácter electoral, porque si algo gusta a los vallenatos es votar, incluso botar el voto. Mientras algunos temas nacionales como las inhabilidades por el nuevo orden disciplinario de la ley 1952 de enero 2019, los conversadores del Valle aceptan y se alegran que un juez incluyera a una partera como profesional de la salud. Los viejos vallenatos recuerdan a ciertas parteras regionales, con sólo ver la criatura estaban en capacidad de asegurar el verdadero padre, secreto que guardaban un tiempo prudente. ¡El Dr. Emilio Yunis, gran genetista, les quedaba en pañales!
Hoy el recreo visual es mirar los avisos de los carros, desde taxis y busetas, hasta las vallas con letras e imágenes de los precandidatos a las elecciones venideras. “Por ti Valledupar”, que era una canción de Tavo Gutiérrez en la voz de Iván Villazón y Cocha Molina, hoy es un compromiso pegarlo en su carro o ventana, si aspira a conservar su puesto o si quiere algo de la torta en la administración que inicia en enero 2020.
La bandera de Valledupar, es una “E” de tres colores tradicionales. Electricaribe nos deja oscuros cada rato, pero aquí, hay “Luz para El Cesar” en las vallas. La M, si es de color verde con aristas blancas, marca un camino de campo reverdecido, verde pasto para vacunos, y el blanco ya no recuerda algodones, sino como insinuando esa línea harinera de pitillos usadas por muchachos en discotecas, dizque porque la juventud decide. La M, nuestra letra numero 13 tiene su significado para grupos específicos de la población diversa y libre de convencionalismos. Con M, se escribe mandamiento y madre, maldad y malversación, marihuana y mango, macho y mariposa, maldición y miel, muñeca y misterio, pero también maíz, música, mermelada y mello.
De toda esta mezcla extraña y febril, se llenan las conversaciones por una sola letrica en el departamento. La K, que es tal vez la letra menos utilizada de nuestro alfabeto, también recobra su importancia; kiosco, kilo, kiwi, karaoke, koala, kimono, karma y keroseno entre otras palabras, la veremos en muchas partes. Es la K nuestra, letra 11 en el abecedario, y al decir de los coach la letra de las mujeres, por que inician con 1 y acaban con 1. Simplemente, forma parte del misterio y la magia local, del mamagallismo. Este mundo sin mujeres sería una catástrofe; cuando ellas tomen el poder, el mundo será otra cosa aseguran los grandes genios. Para el caso del Cesar llevamos 30 años peleando con algo inexistente, El Cielo, algo que sólo está en el pensamiento, desde entonces los psicólogos electoreros lo convirtieron en objetivo a derrotar en cada campaña, pero como no existe, el cielo permanece intacto, sucio casi siempre, pero inspira a poetas que viven entre nubes.
La melcocha, es decir el alfandoque electoral, está que salta de su empaque, hasta los kankuamos se olvidaron de su “arianismo” cabildo eterno y un nuevo se autonombró como jefe gobernador, porque, como ellos no tienen lengua propia, deben aprender varias lenguas y hacer guarapo de la misma panela, pero con cañas y fuegos de otro potrero. Además, está de moda esa vaina de dos presidentes al tiempo, sino Maduro y Guaidó no mojarían tanta prensa mundial.
Mientras logramos descifrar letras, vallas, mensajes, frases, micro-perforados, que mañana serán gorras, camisetas, llaveros, lapiceros, agendas y mensajes de redes, radio y periódicos, alguien debe responder, incluso condolerse de nosotros. Regresa El Pollo, El Mello va, cantará Kaleb, deshojaremos Margaritas, regresará Diana, Bolaños guerreará, Ernesto tendrá importancia y Miguel puede aprender a hacer arepuelas al menos. Nada se ha dicho, del cielo viene la última palabra. ¡Y si sucesivamente y viceversa!
Edgardo Mendoza Guerra
Sobre el autor
Edgardo Mendoza
Tiro de chorro
Edgardo Mendoza Guerra es Guajiro-Vallenato. Locutor de radio, comunicador social y abogado. Escritor de cuentos y poesías, profesor universitario, autor del libro Crónicas Vallenatas y tiene en impresión "50 Tiros de Chorro y siguen vivos", una selección de sus columnas en distintos medios. Trata de ser buena gente. Soltero. Creador de Alejo, una caricatura que apenas nace. Optimista, sentimental, poco iglesiero. Conversador vinícola.
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