Opinión
¿Por qué tantos covers vallenatos?

Reinterpretar canciones es un método importante de aprendizaje para quienes apenas están abriéndose camino en las artes musicales e, incluso, para darse a conocer y abrirse un espacio en el mercado. Este método de repetir un éxito de algún artista ya consolidado, con la intención de tener fama y seguidores, es entendible y aceptable entre los artistas cuya producción discográfica es poca o no ha iniciado siquiera.
Hay ocasiones en las que las agrupaciones interpretan los viejos éxitos de otros grupos o solistas por el simple placer de tocar una canción familiar y que hace parte de la banda sonora de su propia existencia, bien sea en sus sesiones de ensayos o en sus presentaciones en vivo, sin que estos números hagan parte habitual de su repertorio.
En otras ocasiones se interpretan como un homenaje al intérprete o compositor original y es en este sentido que se han hecho los trabajos Sólo Clásicos I y II de Peter Manjarrez, Homenaje a los compositores Vol. 1 de Rafa Pérez, Homenaje a los Grandes 1 y 2 de Martín Elías, Vallenatos del alma de Penchy Castro, Juglares legendarios de Villazón, Te canto con el alma papá del Churo Díaz, Homenaje al Maestro de Fonseca, Raíces de José Gaviria junto a varios artistas vallenatos, casi todo el trabajo de Chabuco como solista a pesar de ser las menos vallenatas de las interpretaciones y, de manera particular, Clásicos de la Provincia 1 y 2 de Carlos Vives.
Fuera del ámbito vallenato podemos encontrar los trabajos discográficos dedicados a homenajear el vallenato: Diomedizao del Merenguero dominicano Elvis Crespo, Homenaje al Vallenato por Alfredo De la Fe, Charanga Vallenata 1, 2 y 3 de Roberto Torres y El Marimbero de Daniel Santos.
Las versiones o covers siempre han existido, aunque recientemente es muy poco lo que se re-crea de los clásicos dentro de su lenguaje vallenato natural. La mayor parte de las transformaciones que se realizan tienden a hacerlas más acústicas, baladizadas y en pocas ocasiones se les pone a dialogar con lenguajes musicales tan distintos como el Jazz, el Bolero, el Reggae o la Bossa Nova, como hacen Chabuco y Bandera, principalmente.
Todas estas posibilidades son bienvenidas, sin embargo, me parece sintomática la creciente cantidad de reinterpretaciones en vivo de clásicos: me parece más que obvio que lo están haciendo, incluso los consagrados, como Silvestre, para ganar o para llegar de nuevo a una audiencia a la que le gusta escuchar estas canciones que les son familiares y que está saturada del sonido y las temáticas en las que se han enfrascado las canciones recientemente.
Esa especie de vuelta a la semilla me parece muestra de que el mercado está necesitando una renovación que puede ser sonora, aunque no me parece tan necesaria, pero definitivamente si debe ser en las temáticas tocadas y el lenguaje manejado, en lo que se han concentrado a repetir una cantinela monótona sobre las farras discotequeras y las infidelidades, principalmente, empleando un lenguaje más que llano o coloquial, burdo y guache.
Los artistas quieren ir a lo seguro en sus ventas con lo que la dinámica actual del mercado impone y eso es comprensible, por eso también hacen presencia constante en las redes sociales y plataformas digitales de reproducción, pero la buena aceptación de los temas viejos reinterpretados y los de tendencia tradicionalista debe y espero que les esté indicando que deben hacer algo diferente y romper la tendencia actual que, aunque muchos la siguen llamando Nueva Ola, no tiene mucho que ver con el vallenato que se hacia en vida de Kaleth Morales y Leo Gómez, quienes, en su momento, renovaron y transformaron, para bien, la escena musical del vallenato, así los hayan satanizado durante mucho tiempo.
A parte de esa necesidad de ruptura, la constante vuelta a los clásicos puede estar indicando una imposibilidad de los compositores actuales de identificarse con su propio tiempo, interpretarlo y producir a partir del sustrato de su cotidianidad los temas que estarían llamados a ser los clásicos dentro de 20 o 30 años. Me parece que están creando de espaldas a su realidad: no hay canciones que narren las costumbres y problemáticas actuales, ni que describan los paisajes y avatares del hombre de hoy con sus circunstancias de inmersión en un mundo globalizado y cada vez más interconectado, retratando los cambios culturales que esto trae y la ambigua relación que plantea entre la tradición y la modernidad.
Todos los actores de la industria musical y cultural Vallenata deberíamos dejar de pedir mas reencauches de clásicos, deberíamos pensar en producir los clásicos de este tiempo: Retomar la multiplicidad de temas que se solían tocar hace 30 o 40 años y tratarlos con un lenguaje cuidado aunque actual y desde la óptica que nos brinda la contemporaneidad, procurando garantizarle así más años de vigencia al vallenato, para que no se pierda en los facilismos chambones de las temáticas manidas actuales ni se quede fosilizado en la nostalgia de los tiempos pasados.
Necesitamos un nuevo revolucionario, que se alimente del pasado y que conecte con la actualidad, para volver a cambiarle el rumbo a la industria musical, que contagie y le marque tendencia a una nueva generación de compositores e intérpretes que puedan así dejar de hacer tantos covers para construir su propio legado, sólido y duradero.
Luis Ramírez Lascarro
Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Luis Carlos Ramírez Lascarro (Guamal, Magdalena, Colombia, 1984). Historiador y gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena y Maestrante en Escrituras audiovisuales en la misma universidad.
Autor de los libros: Confidencia: Cantos de dolor y de muerte (2025); Evolución y tensiones de las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (en coautoría con Xavier Ávila, 2024), La cumbia en Guamal, Magdalena (en coautoría con David Ramírez, 2023), El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica (en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza, 2020).
Ha escrito las obras teatrales Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien también lo representa. Su trabajo poético ha sido incluido en antologías como: Quemarlo todo (2021), Contagio poesía (2020), Antología Nacional de Relata (2013), Tocando el viento (2012), Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Polen para fecundar manantiales (2008) y Poesía social sin banderas (2005), y en narrativa, figura en Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021).
Como articulista y editor ha colaborado con las revistas Hojalata, María mulata (2020), Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023), y ha participado en todos los números de la revista La gota fría (No. 1, 2018; No. 2, 2020; No. 3, 2021; No. 4, 2022; No. 5, 2023; No. 6, 2024 y No.7, 2025).
Entre los eventos en los que ha sido conferencista invitado se destacan: Ciclo de conferencias “Hablando del Magdalena” de Cajamag (2024), con el conversatorio Conversando nuestra historia guamalera; Conversatorio Aproximaciones históricas a las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (2024); Primer Congreso de Historia y Patrimonio Universidad del Magdalena (2023), con la ponencia: La instrumentalización de las fuentes históricas en la construcción del discurso hegemónico de la vallenatología; el VI Encuentro Nacional de Investigadores de la Música Vallenata (2017), con Julio Erazo Cuevas, el juglar guamalero; y el Foro Vallenato Clásico (2016), en el marco del 49º Festival de la Leyenda Vallenata, con Zuletazos clásicos.
Ha ejercido como corrector estilístico y ortotipográfico en El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), donde además participó como prologuista.
Realizó la postulación del maestro cañamillero Aurelio Fernández Guerrero a la convocatoria Trayectorias 2024 del Ministerio de Cultura, en la cual resultó ganador; participó como Asesor externo en la elaboración del PES de la Cumbia tradicional del Caribe colombiano (2023) y lideró la postulación de las Procesiones de semana santa de Guamal, Magdalena a la LRPCI del ámbito departamental (2021), obteniendo la aprobación para la realización del PES en 2023, el cual está en proceso.
Sus artículos han sido citados en estudios académicos como la tesis Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021); el libro Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020) y la tesis El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017).
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