Opinión
Ana y Juan, o cualquiera de nosotros
El mundo va acelerado como si los frenos se le hubieran averiado, el tiempo pasa tan rápido que solo logramos decir “que estrés, no me alcanza el día para nada”; las nuevas generaciones viven al máximo la vorágine de las redes sociales, donde es más importante la buena foto que vivir el momento y la mayor preocupación es ganar la competencia del número de likes logrados o los estados más vistos, porque con eso miden la influencia que logran tener.
A pesar del mundo tecnológico y sus notables avances, la humanidad pareciera estar sufriendo un abrumador olvido del ser (del sí mismo); por ello no por casualidad seguimos sumergidos en dinámicas violentas entre familiares, amigos o parejas. Nos enseñaron primero a competir y a no dejarnos de nadie, que a amar y demostrarlo; menciono todo esto porque periódicamente nos sorprenden noticias (que convertimos en escándalos) de violencias, accidentes, excesos y fácilmente nos ubicamos en el equipo de “Esa es su vida a mí no me afecta” o “Cada quien se busca su destino”.
En el caso de las mujeres, las juzgamos afirmando “ella debió estar en su casa no buscando la mala hora” y en el caso de los hombres “si saben que él es así, para que andan con él”. Esto último hace parte de las excusas del patriarcado, donde el macho tiene licencia histórica para mandar sobre el cuerpo de las mujeres, emborracharse, ser el temido por su violencia y salir a decir -argumentando incluso en versículos bíblicos- que él es amor puro y que está siendo víctima de acusaciones necias.
Por estos días el escandalo se tituló Ana y Juan, pero en el silencio social de todos los días pueden llamarse Pedro y Luisa, María y Sergio, Diana y Jaime, etc. Y no tienen que ser novios o esposos, simplemente los puede unir una parranda, un evento y ser transeúntes de este mundo desenfrenado que nos puede atropellar incluso cuando pensamos que eso le pasa a los demás y no a nosotros. Ya no es necesario un vínculo afectivo profundo, la violencia visita ahora sin ninguna condición específica.
El morbo acusador
Se escucha y se lee en noticias y en publicaciones que hacen diferentes personas, versiones que develan el morbo en el que nos movemos, el de acusar sin prevención alguna a cualquiera y pasan desapercibidas las cosas importantes por ocuparnos de lo mediático. No se trata de acusar a una parte y exonerar otra, sino de reflexionar sobre como las nuevas generaciones están replicando los mandatos inquisidores de un machismo que nos ahoga en la violencia y la cosificación.
Parece que tiene que pasarle a una hija, sobrina o amiga cercana para aceptar que esto no es un problema que no nos afecte, porque nos amparamos en el mito social de que los trapitos sucios se lavan en casa; el problema de las violencias especialmente las basadas en género, nos está afectando a todos sin exclusión alguna y es hora de dejar de verlo como un boom pasajero que nos deleita el espíritu chismoso y sacia nuestras ganas de posar de perfectos considerando justo condenar a los demás, cuando cualquiera sin diferencia de estrato, religión o nivel académico, puede ser protagonista de un “escándalo” como víctimas o victimarios, pues los seres humanos somos vulnerables a todo.
Juan y Ana
Todos queremos ser jueces del caso, sacar conclusiones desde la suposición y jugamos a hacer justicia y a acomodar cada prueba, por ejemplo, se especula: “muy raro que Ana esté herida y Juan ileso, si iban en el mismo vehículo” “Ojalá ella ahora no niegue la situación de violencia y haga creer que fue un simple accidente” “Juan parece que tiene la costumbre de coger a las hijas ajenas a golpes”, “eso es para que cojan escarmiento los dos y reorienten sus vidas”.
Todos son ejemplos de lo que hemos imaginado y expresado entre amigos o en redes sociales, lo cierto es que esto nos debe llevar a pensar que ningún acto de violencia debe ser naturalizado y que nadie merece o busca que lo violenten, esos imaginarios sociales de “ella lo provocó, ella se lo buscó … él es así” sólo justifican actos que no deberían presentarse entre humanos y que si continuamos indiferentes estamos resignándonos a “sobrevivir” y no a vivir a plenitud en un mundo donde las diferencias se respeten y en el que busquemos aportar a las personas en lugar de destruirlas.
Las circunstancias no definen
A Ana no la definen las circunstancias y tiene todo el derecho de reinventarse como lo hacemos todas las personas, ella es una gran artista, tiene un propósito especial y solo depende de su determinación cumplirlo o no; es fácil reconocer que su voz es una de las más destacadas del vallenato femenino, no hay que ser amiga de ella para describir sus cualidades artísticas; su talento es la mejor carta de presentación que puede tener y después de la situación que está viviendo no dudo en que se levante con el poder resiliente que las mujeres tenemos, tejiendo un camino de éxitos que serán absoluta responsabilidad de ella y de la disciplina que establezca en su carrera.
Con esto aprovecho para decir que debemos entender (en especial la juventud) que lograr el reconocimiento social implica muchas cosas y que la fama no es llevar una vida a altas velocidades, porque así como los médicos, abogados, ingenieros o cualquier profesional estudia y se prepara, un artista es un eterno aprendiz y no basta solamente la academia o la sabiduría ancestral /empírica, es un conjunto de todo marcado siempre por la disciplina y la comprensión de que nuestros actos y decisiones siempre tienen un efecto en el presente y futuro.
Lo que te digo Ana…
Solo puedo decir a Ana, que no se silencie y que lo que tenga por decir lo diga si así lo decide (sin presiones externas), que no se deje revictimizar por la maquinaria machista que se mueve con gran fuerza en la “industria artística”, que ella no tiene que limpiar ninguna imagen para dejar contentos a quienes siempre tienen una razón para condenar, que siga concentrada en su propósito sin distraerse por tonterías; asimismo, que no hace falta ser amigas o ser su fans, pues no soy ninguna de las dos cosas, para reconocer todo lo que tiene por dar y dejar en la historia de las mujeres en la música.
Por eso con la objetividad de no tener ningún vínculo especial con ella, afirmo que si atacan con críticas desenfrenadas a una sola mujer nos atacan a todas y si una mujer avanza, avanzamos todas, ese principio de sororidad debe regirnos como género, dejar de ser competencia para ser fortalezas y en equipo seguir creciendo y logrando espacios. Y termino estas letras afirmando que cada situación propia o ajena, debe llevarnos a una libre reflexión y aprendizaje en lugar de jugar a ser dioses perfectos, porque quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Ñapa: Juan, a ti te digo que lo importante no únicamente salir a decir que se es inocente, sino reflexionar y de manera clara decidir (para ti y no por presión social) qué cosas no se pueden repetir y cuáles cambiar. Si eres inocente de cualquier acto violento y realmente fue un accidente –maravilloso-, si cometiste algún error, pues es momento de replantear las formas de actuar por beneficio propio, por tu paz interna. Que en adelante tus noticias sean musicales y no de otra naturaleza lejana a la de un artista integral.
Fabrina Acosta Contreras
@Facostac
Sobre el autor
Fabrina Acosta Contreras
Evas&Adanes
Nieta de Rita Contreras, leyenda viva de 109 años. Escritora e investigadora Guajira, psicóloga, Magister en estudios de género, Magister en Gestión de Organizaciones y Especialista en Alta Gerencia. Creadora de la Asociación “Evas&Adanes” desde la cual lidera diversas iniciativas ciudadanas como los foros “La Mujer en el vallenato”, “Tejiendo esperanzas por la Guajira”, el programa radial Evas&Adanes, entre otras.
Ha recibido reconocimientos por la causa que lidera tales como: Joven sobresaliente de Colombia TOYP 2018 (JCI Colombia), máxima distinción del departamento de La Guajira medalla Luis Antonio Robles, personaje diez en el departamento de Amazonas, medalla a Mujer extraordinaria con proyección social otorgada por la Asociación de Mujeres de la Guajira.
Ha sido columnista por más de 10 años de varios medios puntualizando temas de género y derechos de las mujeres, así como las causas por la guajira. Es autora de los libros “Mujer Sin Receta: Sin Contraindicaciones para hombres”, “Evas culpables, Adanes inocentes”, “De esas costumbres que hay en mi tierra: una mirada a los imaginarios sociales de la violencia de género”, “Mujeres sin receta: Más allá de los mitos”.
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