Opinión
Razones para el feminismo
Es frecuente escuchar a muchos hombres y algunas mujeres criticar la existencia de una fecha como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, proclamado como tal por la ONU en 1975, pues aquellos motivos de lucha que esgrime el movimiento feminista no son otra cosa que opiniones de unas resentidas con el género masculino. Y es que para estas personas, el machismo como tal, directamente no existe más que en la mentalidad de esas locas que pretenden tener los mismos derechos que los hombres, sin dejar de ser tratadas con la delicadeza que les corresponde por ser mujeres; o, como mucho, no es más que un conjunto de comportamientos y actitudes que forman parte de nuestra identidad social, donde los valores de la masculinidad están presentes en algo tan propio de la identidad latinoamericana como es, por ejemplo, la música; una música que cantan y bailan de igual manera, hombres y mujeres.
El predominio de los valores masculinos es, lamentablemente, un aspecto inherente a la identidad de la región. El problema surge cuando alguien, para reivindicar su masculinidad, necesita mostrar actitudes que subyugan al género opuesto, que no contrario y si complementario. Quien así se comporta, tiene un serio problema de identidad. Como en tantas otras cuestiones, la defensa a ultranza de los valores de la masculinidad -el machismo- es un tema de poder; de ejercicio de autoridad. Para mostrar dicha autoridad, necesita recurrir al autoritarismo, pues no tiene otras herramientas de convicción que la muestren. Su talante o actitud vitales no transmiten esa autoridad y debe recurrir a la violencia para demostrarla.
Según mostrábamos en nuestro artículo -publicado en Panorama Cultural-, el feminismo es lucha por los Derechos Humanos -citando a la la escritora y política española Carmen Albor (Malas, 2002) de las mujeres se espera que sean femeninas, simpáticas, atentas, sumisas, discretas, por no decir invisibles. Cualquier declaración, comportamiento o actitud que no se atenga a esos preceptos son duramente criticados, recurriendo con frecuencia a la violencia verbal. De aquí muchos calificativos que se utilizan contra el movimiento feminista, como el de feminazi al que nos referíamos en el citado artículo. Según dijo Galeano: el machismo es el miedo a las mujeres sin miedo.
Otra nota que define el machismo, junto con el autoritarismo citado, es el sentimiento de propiedad. Recordemos la frase tristemente famosa, pues ha costado muchas victimas, serás mía o de nadie. Nuevamente nos encontramos ante un ejercicio que tiende a en cubrir un sentimiento de inferioridad. Si la forma de retener a una persona implica someterla en contra de su voluntad, es que no existen otros argumentos que la muevan a quedarse por voluntad propia.
En diferentes ocasiones hemos comparado machismo y fascismo, pues ambas ideologías tienen algo en común: despreciar y pisotear los derechos de una parte importante de la sociedad. Esto supone pisotear los Derechos Humanos. Por ese motivo es contradictorio calificarse como demócratas y no apoyar una ideología que tiende a buscar la igualdad entre los géneros y en definitiva la igualdad entre las personas. Es contradictorio declararse demócrata y no feminista.
De igual manera, es frecuente considerar al feminismo como la cara opuesta del machismo. En este sentido se ha manifestado recientemente el Papa Francisco, al calificar al feminismo como machismo con faldas, cuando son categorías esencialmente diferentes y por ello no comparables. Mientras el machismo es una ideología supremacista que se manifiesta en actitudes de violencia ya sea verbal o física, el feminismo es una ideología inclusiva e igualitaria.
La ideología patriarcal, de la cual es machismo sería una versión radical, está tan asentada en nuestras sociedades que, situaciones o actitudes tendentes a evidenciar esta supremacía masculina y la pervivencia de sus valores, pasan como absolutamente normales, siendo lo anormal su crítica. Pongamos un ejemplo: Recientemente, los medios de comunicación se hicieron eco del fallecimiento del Director de cine Bernardo Bertolucci, escondiendo que para lograr el mayor impacto de la conocida “escena de la mantequila” de su película “El último tango en París” no dudó en recurrir a la violación real de la actriz. Según sus propias palabras “No quería que María fingiera su humillación. Quería que María se sintiera de verdad violada, que no actuara, para que sus gritos y su llanto transmitieran al espectador una sensación verídica de rabia.” Es decir, la verosimilitud de la escena, justifica la utilización de la violencia contra la mujer, pues en definitiva esta es poco importante. La mujer es poco importante: un objeto. una cosa al servicio del varón.
Por estas y otras razones, es necesario apoyar con independencia de nuestro genero, la lucha del movimiento feminista, y no sólo durante el 8 de marzo -como harán muchos políticos y otras personalidades durante esta fecha – si no todo el año.
Dr. Antonio Ureña
Sobre el autor
Antonio Ureña García
Contrapunteo cultural
Antonio Ureña García (Madrid, España). Doctor (PHD) en Filosofía y Ciencias de la Educación; Licenciado en Historia y Profesor de Música. Como Investigador en Ciencias Sociales es especialista en Latinoamérica, región donde ha realizado diversos trabajos de investigación así como actividades de Cooperación para el Desarrollo, siendo distinguido por este motivo con la Orden General José Antonio Páez en su Primera Categoría (Venezuela). En su columna “Contrapunteo Cultural” persigue hacer una reflexión sobre la cultura y la sociedad latinoamericanas desde una perspectiva antropológica.
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