Opinión
Aguachica se detuvo en el tiempo
En el año 2012, Aguachica me abrió sus puertas, me brindó la oportunidad de desempeñarme laboralmente, y, desde ese momento, la calidez y pujanza de su gente me enamoraron de esta ciudad, de la cual estoy eternamente agradecido y llevo siempre en mi corazón.
Su posición geográfica estratégica, que la convierte en el epicentro cultural, comercial y económico donde confluyen las regiones del sur del Cesar, Bolívar y Santanderes, y las obras de gran impacto que se ejecutaron, me llevaron a escribir en el 2015 una columna “La Ciudad Futuro” donde enumeraba las fortalezas, potencialidades y bondades que convertirían a Aguachica en modelo de progreso y desarrollo.
Por cuestiones laborales y familiares tuve que abandonar la ciudad, pero siempre la llevo en mis recuerdos, en mis pensamientos, por ello, cada vez que tengo la oportunidad, retorno a esta bella tierra, disfruto de su belleza, su gente y su entorno.
Aprovechando la semana mayor, regresé a la ciudad, recorrí sus calles, analicé su situación, dialogué con su gente, tratando de hacer un bosquejo actual de la ciudad, de sus avances y progresos, y, lamentablemente, me encontré con una sorpresa mayúscula, la ciudad se ha estancado, pareciera como si se hubiera detenido en el tiempo.
El problema del agua sigue siendo su mayor problemática, Aguachica no la logrado superar y satisfacer esta necesidad que afecta el diario vivir de sus habitantes, perjudicando de gran manera la imagen de la ciudad, negándole la posibilidad de explotar su territorio como destino turístico y la inversión de capital foráneo.
A pesar de la inversión realizada seguimos sin la posibilidad de comunicar la ciudad con el resto del país vía aérea, puesto que no ha sido habilitado su aeropuerto de forma idónea y eficaz que permita la operación comercial del mismo.
La malla vial presenta un retroceso, encontramos como la capa asfáltica se encuentra en mal estado, llena de huecos lo que representa un problema para la movilidad, peligro para los transeúntes y causa de deterioro de los automotores.
Esto, sumado a la suspensión de los trabajos de la ruta del sol, el incremento de los índices de inseguridad, la falta de inversión y ejecución de grandes obras de impacto social, han permitido que Aguachica pierda la importancia y relevancia ganada, que su desarrollo y progreso se haya mermado, afectando de gran manera la calidad de vida y bienestar de su gente.
Aguachica es una ciudad con unas potencialidades únicas, una belleza natural inigualable, un acervo cultural inagotable, que debemos aprovechar y explotar, por eso se hace necesario retomar el rumbo, adelantar las inversiones necesarias y obras que se requieran para que vuelva a florecer, se transforme en una ciudad atractiva, competitiva y moderna, permitiéndole convertirse en distrito de economía naranja.
De lo contrario estaríamos condenando esta gran ciudad, al atraso, subdesarrollo y olvido, negándole a su gente mejorar sus condiciones de vida y satisfacer sus necesidades insatisfechas, perdiendo con ello su importancia histórica, permitiendo que Ocaña nos desplace como núcleo fundamental de intercambio comercial, social y económico de la región.
Adelante, Aguachica, a través de la historia has superado momentos difíciles, has logrado vencer el dolor, la injusticia y crueldad de la violencia, es hora que demuestres tu fuerza, pujanza y decisión de tu gente, para que renazcas y te erijas como la ciudad futura que tu gente merece.
Diógenes Armando Pino Sanjur
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Sanjur
Tamalamequeando
Diógenes Armando Pino Sanjur, más conocido como May Francisco, nació el 24 de junio de 1976 en un pueblo mágico lleno de historia, cultura y leyendas situado en la margen derecha del Río Magdalena llamado Tamalameque. Hijo de los docentes Diógenes Armando Pino Ávila y Petrona Sanjur De Pino, tiene 2 hijos, May Francisco y Diógenes Miguel, los cuales son su gran amor, alegría, motor y mayor orgullo. Abogado de Profesión, despertó su interés con la escritura de su padre quien es escritor e historiador, se declara un enamorado de su pueblo, de su cultura (la tambora) y apasionado por la política como arte de servir.
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