Opinión
El alma de Pitirri

Una tarde lluviosa, entre claro y oscuro, el queridísimo profesor, Siervo Saul Quiñónez, lo “cazó”, cansado como estaba de la tiradera de piedras, a los pájaros, que afectaban su tejado, el muele muele con el balón de fútbol que averiaba sus ventanales, la peleadera con sus compañeros de juerga y la energía desbordante del hijo del profesor Caicedo, un hombre manso, noble y laborioso. Le habló con carácter, hasta cuando se miraron de frente y el “apresado”, entre chanza y chanza, le dijo: ‘usted es el mejor profesor de educación física en toa’ la bolita el mundo”. El docente se estremeció de pies a cabeza, lo estrechó en fuerte abrazo, con angustiante propósito de vaciar toda su molestia, volvió a mirarlo, lo reparó bien, ensimismándose en su seriedad de niño, y le gritó con ternura, al tiempo que lo liberaba: usted es ¡un gran Pitirri!
Un tiempo brevísimo le llevó, después de juiciosa investigación con su profesor de ciencias naturales, saber que “El Pitirre (Tyrannus dominicensis) es una de las aves mejor conocidas de Puerto Rico. Su nombre común actual proviene de su principal llamada, en la cual parece decir "pitirre". Los taínos le llamaban guatibirí. El ave pertenece al género Tyrannus, que significa tirano, por lo agresivo y pendenciero que son los pájaros que pertenecen a dicho grupo. Luego de capturar a su presa, el pitirre regresa a su percha para ingerirla.
Impresionado por el apodo, ya que desde ese momento comenzaron a llamarlo así, hasta en el colegio, se sintió protegido porque su hermano Enrique, solo le decía ¡piti! Pero lo otro se “pegó” para siempre. Se asustó más cuando escuchó el tema musical: “pájaro picón picón, pájaro picón picón, toda la noche cantando ya me tiene fastidiao’, vuela vuela pajarito que yo te cojo cansao’ (…)”. El alivio llegó cuando se dio cuenta que los únicos que sabían que pitirri, es un pájaro eran el profesor Quiñónez y él.
Pasaron los años y varios de los hermanos Caicedo se fueron a estudiar en Bogotá. En el edificio “el doral” vivieron, allí habitaban otros vallenatos como Alvaro Moron Cuello, mi hermano Álvaro y más. Ambiente armónico y muy musical. Llegó la unión del jilguero de America Jorge Oñate con el virtuoso Raul “el Chiche” Martínez. Se consolidó un saludo muy bonito hacia ellos, en las producciones discográficas: “pa’ que gocen los hermanos Caicedo, en Paulo Sexto en Valledupar”.
Más adelante se instaló en Barranquilla y prosiguió la amistad entrañable con Hugo Alfredo Aroca y Juancho Becerra, como con otros amigos. Una noche de dolor, Hugo Alfredo -a pesar de la cortedad del tiempo- atendió el llamado divino y partió a la eternidad, extendiéndose el dolor de la partida entre sus familiares, amigos y relacionados. La vena mágica e inspiracional de Rafa Manjarrez, plasmó en su canto aquel paisaje desolador: “Que yo tenía un amigo, un gran amigo, como mi hermano; y él que aprecia a un amigo, es puro y digno, sincero y sano; y un mal día se marchó dejó solos sus compañeros, mil recuerdos dejó, y una familia sin consuelo; y quien no lo va a recordar, si usted ejemplo fue, hombre de talla, nobleza y sinceridad; como se va olvidar José Molina de usted, parece verlo abriendo una botella de old parr; (…) Tito Fuscaldo no se olvida nunca de usted, Juancho Becerra ni Pitirri lo olvidarán, Mando Morelli hace en las charlas mención de usted, como si no se hubiera ido a la eternidad (…)”.
Treinta y dos años después de llevada al disco por los muy queridos, Ivan Villazon y Chiche Martínez, nos congregamos, hace pocos días, para despedir a nuestro queridísimo Pitirri, en su último “vuelo”, rumbo al cielo, invicto como vivió y, a pesar de lo joven que seguía, con la misión cumplida en cuanto al tiempo que pudo, en su nido de amor con Helca Dangond, mujer virtuosa, prístina y consagrada, y sus tres hermosos hijos: Ricardo, Jose y Maria Isabella. Su familia, Caicedo Medina, gente de bien, querida y firme como “la roca de Gibraltar”. Los Dangond Orozco, la de Gelca, lo acogieron como uno de ellos y eso le permitió solazarse en esa confraternidad que tanto disfrutó. Todos sus familiares, y sus amigos, de distintas camadas por su afición a querer, estábamos ahí en la despedida triste, dolorosa pero triunfal por los recuerdos, el afecto y la gratitud que alojó, sin reservas, en cada corazón. Entre otros: Ava y Rey Carvajal, Juancho Becerra y sus hermanos, Katrizza y Armando Morelli, los dos José Molina, Diana Orozco, Edgardo Mendoza Guerra, Pepe Gnecco, Tony Pinto, John Suarez, Tito Fuscaldo, Nancho Garcia, y la lista es larga.
Ahí, en la parroquia de la Natividad, recordé con precisión aquella tarde en Santa Marta, en misión oficial de la Lotería La Vallenata, cuanto Pitirri, estuvo a punto de morir por una alergia ocasionada luego de consumir un cóctel de camarones en Ciénaga. Íbamos en la Ford explorer de la gerencia, con el viejito Analdo Manjarrez, como conductor, nuestro querido amigo y este gigante. Madrugamos el día anterior, cubrimos Barranquilla y Cartagena. Pernoctamos en la heroica y al otro día llegamos a la samaria. A la salida de Ciénaga quise paladearme con mis anhelados zapotes, pero Caicedo Medina dispuso que era mejor un cóctel de camarones. Obedecimos, al arribar a Gaira, ya iba silencioso, como adormitado y con un par de chorrilos de sudor que le descolgaban de la motola a la paleta izquierda sin aliento para secarse. La primera agencia en visitar fue la de Jairo Bossa quien al terminar nos invitó a almorzar. Fuimos al restaurante, especializado en mariscos y al llegar, hubo interés en ordenar pedido por la aglomeración reinante, en momentos en que Pitirri, desmayándose me pidió que no lo dejara morir. Visiblemente mal, con ronchas por todas partes, sudor frío, inflamación corporal y los ojos desorbitandose, como de pájaro apedreado. El “viejo” lo llevó a la mejor clínica, almorzamos con Jairo y luego fuimos al centro asistencial. Encontramos un caos, no lo atendían por una dificultad informática, sintiéndose cada vez peor. Entonces, repartí camisetas publicitarias, con reclamos tiernos y una encuesta rápida de ¿qué haría usted si se gana él premio mayor de $165 millones de su Loteria La Vallenata?. Dio resultado, fue atendido con prontitud, diligencia y buenos resultados. Neutralizaron la intoxicación, aplacaron la alergia, como que después del lavado se logró la mejoría, luego de lo cual el viejito dio buena cuenta del almuerzo que le llevamos. Una hora después se restableció la normalidad. Ya el amigo se veía muchísimo mejor y “me lo entregaron”. El galeno hizo una reseña de la situación, las complicaciones, cómo afectó su organismo, la debilidad digestiva provocada, la alimentación procedente, “dieta blanda” en dos dias, ponerse pañitos de agua fría en la barriga, un par de gotas de eneldo antes de cada ingesta, reposo por completo incluido el viaje de regreso en camilla, masajes alternados en la espalda y los carcañales.
Salimos de Santa Marta, pasadas las cuatro de la tarde, antes de pasar por el puente de la aguja Pitirri, preguntó por su almuerzo, sin terminar la catilinaria del viejo y mi rotativa, lo quebró sin remedio. Al llegar a Fundacion se decidió por el guarapo de limón por tener buena vitamina C pero la “boja” fue en Bosconia. Degustó un mondongo, con buen picante y pidió ñapa. Al siguiente día fue a trabajar sin dificultad en demostración fehaciente de su fortaleza corporal.
Reviví en mis recuerdos aquellos tiempos de alegría, felicidad y hermandad, en La Vallenata, con muchas dificultades, pero felices: Armando Aguilar Rapalino, Migue Daza, Ivan Murgas Namen, Mina Corrales, Toño Moya, Ines Castro de Ortiz, Lucho gallina, Poncho Verdecia, Jaiber Negrete y tantos compañeros que contribuyeron, en grado sumo, a la camaradería reinante.
Ricardo Caicedo Medina, ha partido de este mundo dejándonos como recuerdo final su entereza moral, el estoicismo y la afabilidad con que asumió los malestares que precedieron su despedida. Los hombres como él van directo al lugar de los buenos, de los serviciales, de esos que ante la falla del amigo responden con una sonrisa milagrosa y dan gracias por la persona olvidándose de lo desagradable. Pitirri encaja en los versos de Héctor Zuleta Diaz:
Yo soy la fruta qué e se cae madura, soy aguinaldo de la noche buena; no conozco la amargura, ni la angustia ni la pena; pa’ mí no hay cambio de Luna, pa’mi todo es Luna llena”.
Alberto Muñoz Peñaloza
@albertomunozpen
Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
8 Comentarios
Excelente remembranzas de todo tiempo vivido en compañía de un buen amigo. Que, quedarán impresos en cada corazón como un tesoro escondido y, ya no será más que un recuerdo sagrado. Así decia José María Vargas Vila, en uno de sus versos, haciendo alucion a los recuerdos.
Muy bueno muño te falto describir como hacia el pase del basquebolista cuando estaba en temple ay le ganaba a todos bailando
Excelente narraciones exquisita persona,buen amigo felicitaciones
No podia ser mejor la descripción
Amigo fiel y alegre, único e irrepetible. Dios lo tiene bajo su manto sagrado. Que historia tan bella y puntual, asi era la vida de mi Pitirre, con un corazon tan grande y una nobleza divina, siemope lo recordaré asi.
Alberto. Te sobraste con estos recuerdos y excelente descripción de la personalidad de nuestro querido Piti . Yo también tengo mis anedoctas que cuando te vea te las contaré. Un abrazo
Excelente descripción de un ser maravilloso!! Por siempre en nuestros corazones mi primo querido.
Leo con mucha nostalgia esa hermosa narrativa, dedicada a nuestro amigo Pitirri. Yo, Ricky Daza Chasin, agrego una breve anécdota de Pitirri Caicedo, en nuestro inolvidable y ya desaparecido barrio Pablo Sexto en Valledupar. Lo recuerdo en 1979 bajarse de una hermosa camioneta blanca Ford 350 y sentarse debajo del palo de mataratón, en la casa del señor Capi Daza cuando le dije, "nojoda Piti, que camionetón.......". Con una gran sonrisa me respondió: "Ricky, a qué no eres capaz de manejar la 350", asustado y perplejo le respondí; "Dame las llaves Piti". Acto seguido, casi me desmayo al verlo sonreír y sacar lentamente de su bolsillo las llaves y tirármelas diciéndome; listo, "manejala, da una vuelta en la plazoleta....". Que sensación inolvidable sentía, al poder disfrutar y manejar una Ford 350 automática." Ese día fue uno de los más felices de mi adolescencia, con 14 años de edad, manejaba mi primera y última Ford 350 automática. Gracias Piti por tu eterna amistad y por tu gran generosidad. Dios te tenga en su gloria y saludos a todos los amigos de Pitirri Caicedo.......
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