Opinión

Palomas de paz o cuervos de odios

Diógenes Armando Pino Ávila

19/07/2019 - 06:00

 

Palomas de paz o cuervos de odios

 

Esta semana leía en Facebook un meme de letras negras y fondo azul que decía: «Colombia otra vez ocupa el último lugar en educación en Latinoamérica. Señores de FECODE, menos paros y más trabajo “carajo”». El autor del meme lo justifica en la noticia de RCN sobre el proyecto que la senadora Paloma Valencia pretende impulsar en el senado, declarando la educación como “servicio esencial”, lo que implicaría la prohibición del derecho a la protesta que le asiste a los docentes del país.

La polarización del país es tal que, sin mayor análisis, un tema salta de una intención a unas supuestas consecuencias, es decir, Paloma Valencia sabe que este tema es polémico, por decir lo menos, ya que el gremio sindical del Magisterio armará debate sobre su iniciativa, pero también sabe que habrá sectores que buscarán de inmediato, como en el caso del meme, culpar de lo divino y lo humano, en este caso de la baja calidad de la educación a los pocos paros que los maestros se ven obligados a realizar para reivindicar los derechos violentados por el establecimiento.

En un país tan desigual como el nuestro, donde la gran mayoría de sus gentes están sumidos en la pobreza, la pobreza oficial, minimizada por eufemismos y formulas estadísticas del DANE que en su último boletín informó entre otras que, a junio de 2019 el Índice de Precio al Consumidor era del 0,27%, que a mayo de este año la tasa de desempleo era del 10,5%, que el PIB en el primer trimestre del año estuvo en 2,8% y que el salario mínimo está regulado en $828.116.

Me preguntaba leyendo dicho meme si la señora Valencia conocerá la situación en que se desenvuelven los maestros de Colombia, si sabrá que los locales educativos, las aulas de clases de la mayoría de los colegios del país fueron edificadas hace más de cincuenta años, que algunos todavía tienen placa de inauguración de cuando existía el Instituto Colombiano de Construcciones Escolares. Sabrá la señora Paloma que esos salones de clases ya no son aptos para la labor educativa, ya que el número de alumnos por clase se ha aumentado desproporcionadamente y que los ambientes escolares de esas escuelas están poblados de distractores que hacen que nuestros alumnos tengan atención dispersa.

Conocerá ella que un maestro rural anda a lomo de mula subiendo montañas por dos o más horas para llegar a una escuela rural a atender a unos niños con ilusiones rotas, huérfanos y constreñidos por los grupos violentos que pululan en los capos y, que ese niño tiene manos callosas pues tiene que empuñar el azadón ayudando en las labores de la pequeña parcela de sus padres. Sabrá la senadora que en los pueblos de la Depresión Momposina, el maestro encuentra que dos, tres o cuatro niños se rinden de cansancio y se duermen en clases ya que tuvieron que pasar la noche acompañando a sus padres en las faenas de pesca.

Ésta “Honorable” estará enterada de que en la mayoría de las escuelas del país lo de Las TICs no es más que buenas intenciones, ya que, si bien es cierto, algunos colegios están dotados de PCs, también es cierto que muchos no cuentan con acceso a la Internet y que los que cuentan con dicho acceso, no tienen los Megas suficientes para que haya una comunicación aceptable, de por lo menos unos 20 portátiles al mismo tiempo.

Estará enterada que hay colegios donde no se conoce un “video beam”, una pantalla digital, un señalador láser u otra tecnología de apoyo al docente. Estará informada que hay colegios donde los profesores hacen la vaca para dotar a los estudiantes más pobres de uniformes y libretas. De casualidad sabrá que hay profesores que cargan en sus brazos a los críos de meses de sus alumnas, para que éstas puedan realizar las actividades escolares dentro de su clase. Estoy seguro que no sabe que hay maestros que se derrumban y lloran en silencio ante la miseria que rodea a muchos de sus alumnos.

Conocerá esta señora el dilema ético del maestro que enfrenta la realidad de promover o no a un estudiante de bachillerato que sabe que jamás pisará la Universidad, pero que su rendimiento fue tan bajo que según los estándares de calificación debería perder el año y que el profesor debate en solitario entre promoverlo para que salga a vender su mano de obra al mercado laboral ya, para ayudar a la manutención de la familia o retenerlo un año más escolarizado para que saque un cartón que solo necesita como adorno para la sala de la casa y orgullo de sus padres.

Conocerá, tal vez sí, que el Banco de la República según Documento de trabajo sobre economía regional No. 276 del 27 de diciembre de 2018, encontró que en Colombia hay 318.655 docentes oficiales de los cuales 299.017 como docentes de aula y 19.638 en cargos directivos, todos ellos con la responsabilidad de atender a 7.849.066 estudiantes matriculados, lo que da un promedio del 26,2 estudiante por docentes.

Conocerá la senadora de marras que estos docentes regados por toda la geografía del país, tienen que valerse de paros para lograr que le respeten sus conquistas laborales y que cansados de pelear con las EPS para que les atiendan en sus dolencias de salud, apelan a la tutela y luego fatigados de que los fallos de tutelas sean incumplidos, desesperados interponen incidentes de desacato y que aburridos de que no pase nada estallan indignados en los consultorios reclamando sus derechos a una salud que pagan puntualmente mediante los descuentos de nómina.

Sabrá esta señora del trato indigno a que se ven sometidos los profes, haciendo largas colas para un ficho de atención médica y cuando consiguen la cita para especialista, generalmente para dos o tres meses después, deben recorrer largas colas y esperas para que les autoricen los medicamentos prescritos por el facultativo y, vuelve y juega, colas y más colas para recibir el medicamento si tiene suerte de que le den el genérico de más bajo costo, pero la mayoría de las veces pierde el día y sale de la EPS con su fórmula con un sello que dice “pendiente” y tiene que volver a los ocho días a hacer de nuevo cola y generalmente le dicen que no ha llegado, en un juego macabro contra su salud y su vida.

Por qué culpar a un maestro y a su sagrado derecho a la protesta y a la exigencia de sus reivindicaciones. Por qué no analizar en su contexto las diferentes aristas de un problema complejo, donde intervienen factores internos (Maestros, estudiantes, Planes de áreas, didáctica, metodología) y factores exógenos como padres de familia. presupuesto, sistema educativo, dotación, sistema de salud, violencia política, pobreza extrema, drogadicción, ambientes escolares, persecución, desplazamiento de padres de familia, desarraigo de familias, marginamiento tugurial y mil causas más que inciden en los resultados de las pruebas del estado.

Seguro que ésta señora no conoce nada de esto, de ahí que seguirá buscando la calentura en las sábanas y seguirá en su campaña de que el bajo resultado de las pruebas es por culpa de la protesta, justa por demás, de los profesores. Vale aquí recordar la frase de uno de los más grandes pedagogos latinoamericano: “Nadie educa a nadie, nadie se educa solo, los hombres se educan en comunión, mediatizados por el mundo”. Paulo Freire.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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1 Comentarios


Ana Gómez 20-07-2019 07:25 AM

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