Opinión

Resistido a envejecer

Álvaro Yaguna Nuñez

06/08/2019 - 05:45

 

Resistido a envejecer

 

Sin modificar la vieja costumbre, en forma desprevenida, llegué al terruño después de una larga ausencia, motivado y mordido por la añoranza de volver a vivir los mejores días de la infancia, en una época preferida, buen tiempo veraniego, la antesala de las fiestas de fin de año y el advenimiento de las expectativas de un cambio sustancial en el estado aletargado propio de lo rutinario y una cotidianidad exasperante en nuestras poblaciones provincianas.

Era un tiempo agradable, amalgamado por la apariencia deslumbrante de los cerros tutelares, revestidos por la inconfundible y olorosa yaraguá, acariciada por las brisas decembrinas, invitadora como nunca a participar de los propiciados incendios forestales, todavía vigentes en la idiosincrasia campesina de preparar las socolas y rozas para los cultivos de pan coger en la primavera de Leandro Díaz. El sol de los venados también era un invitado de honor en aquella confluencia de la belleza paisajística de la ocasión, manifestado tenuemente para aclimatar y filtrar los vientos gélidos del atardecer      entre las exiguas plantaciones de café, aguacate y cacao en  El Hondo Del Rio, la finca BELLA LUZ de los CANTILLO, hasta llegar al Canadá, en los confines  de la Cordillera Oriental.

Lo más lejano que tenía para este periodo solaz era un encuentro furtivo con Pedro Ramón Castrillón Zuleta, personaje de la población, entrado ya en años, con una edad estacionaria, apuntalada en el laberinto incierto de su condición laboral, dependiente de una jubilación esquiva. Siempre fue nuestro personaje, apasionado, orgulloso, terco y lleno de singularidades que lo hacían predecible en todas sus actuaciones. Se preciaba del padecimiento propio del reumatismo, gota, diabetes, hipertensión y una desviación de la columna vertebral. Aun así, con ese cúmulo de achaques propios de la edad a cuestas, el único asomo de su salud precaria era la fatiga de su piel, ajada y cobriza.

Con todo ese lastre de infortunios y penas, Pedro Ramón aún se encuentra vigente y al día sobre su apasionamiento eterno, la política nacional, y los sinsabores de la ley 100, promulgada desde Abril/1994, primigenia de los 175 requerimientos y derechos de petición, remitidos a las entidades prestadoras de salud y a los administradores de fondos de pensiones, responsables según él de sus verdaderas dolencias y calamidades. Después de insistir inveteradamente ante estas organizaciones, no se explica tanta desidia e inoperancia gubernamental

Fue una gran revelación entrevistarme con aquel amigo perenne y leal, todavía instalado en aquella vetusta oficina llena de armarios, anaqueles, muebles desvencijados, albergando planos, papeles y elementos inservibles, venidos de tiempos inmensurables, indefinidos y polvorientos, con la apariencia real de una administración incierta, anquilosada y decrepita; ahondando en sus intimidades personales llegué a saber que su deseo de gozar de una pensión digna era abortado desde tiempo atrás por los impedimentos burocráticos, desnudados por Pedro en una larga lucha épica y quijotesca con los encargados de definir positivamente su situación pensional.

Últimamente, me contó haber depositado su confianza y creencia en un cacique político, que conociendo sus cualidades innatas de humildad, verticalidad y transparencia, se le ofreció para apalancarlo en su gestión ante la administradora de fondos pensionales, con resultados negativos, evidenciando una vez más el engaño y la burla reiterada confabuladas esta vez con el político del pueblo. Totalmente enojado y descompuesto me espetó: ¿Quién es el dueño de la verdad y de la honestidad en este país del sagrado corazón de Jesús? Repuesto de su contrariedad momentánea ante tanto fracaso institucional, su semblante súbitamente se transformó, tratando por todos los medios de aparecer amistoso y jovial. Discúlpame, mi amigo, pero ya no puedo más con esta conduerma, siempre seré feliz guardando mis principios morales, consciente de que en realidad la vida es la suma de varias existencias, estandarizada por los recuerdos gratos de muchos seres queridos, coexistentes en alguna coordenada del mundo terrenal. Ah, y otra cosa, me dijo: ¡Me resisto a envejecer hasta que no logre mi pensión digna!

Al final de aquella larga y extenuante conversación con Pedro Ramón, concluí que en realidad en un escenario de justicia y cumplimiento, las quimeras y deseos fervientes como los de él, tienen más que merecida la satisfacción y posibilidad de ser redimidos.

El frio agresivo de la madrugada manaurera me despertó de aquel sueño real, reflexionando sobre la suerte del personaje, apegado cual más a sus convicciones divorciadas de la realidad cotidiana, matizada por la desidia y modorra congénitas de las jurisprudencias, procedimientos y leguleyadas seguidas por los defensores de oficio de aquellos esperpentos: me pregunté hasta cuándo tendría que esperar Pedro Ramón la modificación de la ley 100, el cambio en la índole mezquina de la dirigencia política nacional y la inoperancia e intransigencia de los fondos de pensiones y las entidades prestadoras de salud.

Para seguir disfrutando de las tibias cobijas me volteé en el suave lecho, tranquilizándome con la mente puesta en el próximo desayuno criollo de hígado encebollado con arepas asadas de maíz y café con leche y el pensamiento obsesivo de que Pedro Ramón y yo, en algún punto de la verdad resplandeciente, estamos identificados.

 

Álvaro Yaguna Nuñez 

2 Comentarios


jorge camargo gutierrez 06-08-2019 08:06 AM

el propio tormento de los colombianos de a pie el que lucha dia a dia para recibir una pension digna felicitaciones Ingeniero Alvaro Yaguna (pastor de cariño...)

Ricardo llanos 06-08-2019 01:03 PM

Hermoso relató costumbrista de una realidad

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