Opinión
La oficina de los débiles

Para contrarrestar el desempleo rampante que no solo produce hambre, sino también desesperanza y crímenes, Valledupar debe consolidarse como una ciudad cultural, turística y ecológica. No, no se trata de una frívola mercantilización de las capacidades humanas, ni de un perverso usufructo de nuestras bellezas ecológicas. La idea es dignificar el talento de los vallenatos a través de espacios idóneos que permitan desarrollar, mejorar y ofrecer sus trabajos. Para esto se requiere, entre otras cosas, que la alcaldía tenga una institución cultural fuerte y autónoma, no un pobre apéndice de una secretaria municipal.
La cultura no solo es la música vallenata como muchos creen en Valledupar. También es el cine, el teatro, la danza, la pintura, la escultura, la literatura. Estas manifestaciones -cuando se ofrecen las suficientes herramientas para su desarrollo- pueden influir de forma positiva en los distintos aspectos de la vida del ser humano: familiares, sociales, políticos, económicos. Sin embargo, Valledupar, cuyo principal potencial -irónicamente- es la cultura, no tiene la infraestructura, ni los programas, ni los servicios pertinentes para promover los talentos locales.
Valledupar necesita una institución vigorosa y soberana que convierta a la cultura en un verdadero instrumento de transformación individual y social. La actual Oficina de Cultura es una instancia frágil, ineficaz y subyugada. Ha funcionado mejor como caja de auxilio que como un ente que promueve la creatividad. Su adscripción a la Secretaria de Educación la ha consolidado como un cero a la izquierda al interior de la alcaldía. No tiene las suficientes herramientas económicas ni administrativas para abrir los espacios (museo, cinemateca), garantizar la formación (becas de estudio) y efectuar la promoción (mostrarle al mundo los diversos talentos) que requieren los artistas de la ciudad.
Por eso resulta necesario que la Oficina de Cultura se transforme en un establecimiento público -como INDUPAL- con personería jurídica y autonomía administrativa y financiera. Me atrevo hasta ponerle un nombre: Instituto Municipal de Cultura, Artes y Patrimonio (IMCAP). La función primordial del IMCAP -insisto- debe ser la de contribuir a la formación integral de los vallenatos, proteger el patrimonio histórico y promover, fomentar y estimular la cultura para mejorar la calidad de vida.
Pero ojo, este propósito no puede enclaustrarse en un instituto, sino que debe ser asumido de manera trasversal por toda la administración. Solo así podremos exprimir la famosa naranja, cambiar nuestra realidad menesterosa. Mientras esto no ocurra, la cultura, al interior de la alcaldía, recibirá un trato de segunda, seguirá siendo una simple preocupación de aquellos que son los menos importantes para la clase política: los gestores culturales, los artistas.
Carlos César Silva
@CCSilva86
Sobre el autor

Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
1 Comentarios
Totalmente de acuerdo contigo Cesar, porque esto está lleno de artistas, en diferentes áreas y corrientes culturales. Debemos tener presente, que tanto en la cultura como en el deporte están las disciplinas que más pueden ayudar para que nuestros jóvenes tengan tiempo de calidad que pueden invertir en cosas productivas, minimizando el riesgo de tomar caminos indebidos que los pueda llevar a la ilegalidad y dejarlos ad portas del infierno.
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