Opinión
El velorio de Gaira
Son muchas las razones y motivos tomados por la literatura universal, para describir certeramente la cultura e idiosincrasia de los pueblos del mundo. El entorno mágico de nuestro Caribe colombiano no ha sido la excepción en esta manifestación sintomática; en un círculo menos amplio y objetivo, el síndrome de la honra, la ignominia, la injusticia social y el machismo, principalmente, han conformado infinitos argumentos, quizás desde la edad de oro de las letras españolas, hasta los dramas más comunes expuestos por literatos célebres, en todos los tiempos. Estas disertaciones y pensamientos reflexivos fueron el preámbulo propicio, para fundamentar el velorio de Gaira.
La muerte de Francisco Antonio fue un hecho insospechado e inesperado en la bella población situada al lado de un mar de aguas celestes y paisajes majestuosos, dado que, por su juventud, alegría permanente, su espíritu parrandero audaz y sus ocho (8) féminas a su alcance fácil, lo hacían un “protomacho” incapaz de morirse a tan temprana edad, con muchas cosas para gozar en su corta existencia desordenada. Era chofer de una *chiva* que usualmente hacía el itinerario Santa Marta-Bahía Concha; todos lo conocían por su característico*fundingue* musical con altavoces y parlantes gigantes, pregonando siempre las exitosas canciones del Cacique De La Junta, Diomedes Díaz.
Fue una velación excepcional, donde nadie lloraba, los familiares departían alegremente con los visitantes y allegados, y las siete (7) concubinas del conductor fallecido, se dedicaban a hablar de sus cosas entre sí, sus respectivos hogares, sus penurias, vicisitudes cotidianas, al igual que consolar sincera y dolorosamente a la esposa, Domitila Retamozo. En ese velorio de tres (3) largos días, lo característico era la alegría impartida por la inigualable música vallenata representada en dos temas insignes del maestro Calixto Ochoa, La Plata y Sueño Triste. Cualquier tema diferente estaba prohibido; todo el entorno era fiestero, sin un ápice aparente de tristezas y remordimientos. En ese ambiente festivalero, cualquier desprevenido observador podría decir sin temor a equivocarse, que familiares y allegados, disfrutaban verdaderamente de aquella parranda fúnebre.
Creo que los vecinos y espectadores del funeral, no participes de los actos, estaban más preocupados por los desvelos, insomnios y fatiga de aquella multitud gozosa en ese connotado evento, que los propios sacrificios y molestias causadas en el seno de sus hogares
La única contrariedad habida en el velorio fue el desacuerdo entre los deudos que pretendían que la celebración se prolongara por mayor tiempo, aduciendo que el cementerio del sector, la última morada de Francisco Antonio, quedaba a poca distancia, dándoles la oportunidad de compartir y gozar por más tiempo, del festejo inusitado
El hecho insólito e inverosímil del suceso pueblerino estaba por verse el día señalado para el sepelio; la caja mortuoria fue cargada por las siete (7) compañeras del difunto, quienes guardando un luto riguroso y exigente, de mangas largas y velos llamativos, ahora si, como las antiguas plañideras, se desgajaron en llantos y lamentaciones profundas; todas participaron activa y directamente en la inhumación, gritando al unísono: “Francisco Antonio, no nos dejes. Déjanos ir contigo. No tiene sentido la vida sin ti”.
Preavisado del cariño arrebatado de las ocho (8) viudas, comencé a indagar y ahondar por la razón de ese apego sentimental, rayando en la paranoia. Algún allegado a ellas me explicó en secreto y rotundamente: ”Es que no ha nacido en este pueblo de Dios ninguno con los atributos viriles, ferocidad erótica y locuras del corazón, como las de Francisco Antonio. Morirse él es como si se acabara el mundo”.
Tiempo después, tuve la oportunidad de conocer el pensamiento libertino y consciente del personaje que, en realidad, nunca se escondió para pregonar y decirle a quien deseara oírlo, que las máximas virtudes de un hombre como él, eran la indiferencia por las riquezas, los placeres mundanos, y el sentido práctico y complaciente con las mujeres, referenciado en las canciones famosas del gran Calixto Ochoa Campos, su ídolo de siempre.
Álvaro Yaguna Nuñez
2 Comentarios
Felicitaciones Alvaro, favor terminar el cuento, falta explicar como se logran los atributos de Francisco.
Felicitaciones y muchos exitos en la dura y exigente cultura de escribir. Tu lo haces muy bien. Un abrazo y espero nuevos cuentos para seguir deleitandome en la lectura.
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