Opinión
Mi tío Perfecto
Era un hombre delgado, de tez negra y hablar gangoso, que lucía impecable su ropa de dominguear, su rutina diaria la cumplía entre su hogar y su pequeña finca en las afueras del pueblo, en un lugar apacible llamado “Los Palos Grandes”, por donde pasaba un arroyo de aguas cristalinas que cruzaba sobre una fresca cama de arena, bajo la sombra de árboles frondosos y un silencio propicio para pensar.
Al tío Perfecto, todo el pueblo le llamaba Pepe, y como cosa rara, sin tener tocayos, reafirmaban con su apellido los llamados o menciones a su persona, Pepe Ávila, así era conocido mi tío Perfecto Ávila. Por su forma de hablar y sus ocurrencias lo hizo famoso un ciego apodado Timbale, pues remedaba su voz en forma tan idéntica, tanto, que el sacamuelas del pueblo, que tenía una emisora “de tubos” le cedió un espacio para que, en la prima noche, imitara a mi tío Perfecto. Se hizo tan popular el programa de Timbale imitando a mi tío, que en ese Tamalameque de los 60s todo el pueblo encendía sus radios para escuchar las historias jocosas salidas del caletre agudo de este ciego.
Es que mi tío Perfecto era un personaje, admirado y querido por toda la población; al caer la tarde se sentaba a la puerta de su casa, con su hermano Ricardo que vivía en frente, y duraban horas hablando, con un musengue en la mano matando zancudos hasta las ocho de la noche, cuando se despedían y se adentraban a sus casas. Hablaban de sus ganados, de sus problemas, de sus vecinos, de sus hijos y entre chanzas y risas se actualizaban mutuamente de los sucesos del pueblo.
Los domingos y festivos el tío Perfecto regresaba de su finca más temprano que de costumbre, se bañaba con jabones de fragancia masculina, se rociaba abundantemente con su loción favorita, siempre jabones y lociones, traídos de Cartagena por Toño Giraldo el boticario, para la gente adinerada del pueblo, quien las encargaba a esa perfumería cartagenera «Lemaître Perfumería & Jabones» fundada en 1.914 por los primos Daniel Lemaître Tono y Henrique Lecompte Lemaître, que en ese entonces producían los productos de tocador que estaban de moda en ese Tamalameque rural.
Los domingos y festivos el tío Perfecto lucía su ropa de olán o lino blanco, se calaba su sombrero blanco, aseguraba a un ojal de su pantalón la leontina de plata de la que pendía un reloj, el cual metía en las profundidades de su bolsillo derecho y salía camino al «Bar Centella» a encontrase con sus amigos, a jugar billar y a libar Ron Caña. Era un espectáculo verlo jugar, pues cantaba sus carambolas de una manera particular: Unión cutuplan y múcura (1), Dosía la mujer de Pilatos (2), pata de perro (3), carrancancán (4), quinina amarga (5), se hicieron las mujeres para los hombres (6), septiembre mes del carángano (7), y así sucesivamente con una teatralidad que gustaba mostrar ante la sonrisa socarrona de los mirones y la piedra mal disimulada de su contendor.
Ahora que escribo esta nota, me llama la atención el nombre de la mujer de Pilatos y sólo por curiosidad averiguo si en verdad se llamaba Dosía y me llevo la sorpresa que su nombre era otro, ella, lo registra la historia, se llamaba Claudia Prócula, vaya uno a saber de dónde carajos el tío Perfecto sacó el nombre de Dosía, a lo mejor buscó algo que sonara igual al dos. Lo curioso de la manera como cantaba sus carambolas era cuando llegaba al número 13, pues lo cantaba afeminando la voz y contrario a las otras, decía primero el número 13, La casa del jabonero, el que no resbala cae.
Cuentan que un domingo, estando en el Bar Centella, jugando su acostumbrado partido de billar, cuando llegó un policía pidiendo documentos de identidad, el tío Perfecto se lo quedó mirando y al observar que el agente del orden llevaba expuesto tres bolígrafos en el bolsillo de su camisa, se acercó al policía, le dio la mano, miró a los asistentes y les dijo: “Hoy me encuentro contento, por fin llegó al pueblo un policía diferente”, y señalando el bolsillo donde el agente tenía los lapiceros dijo: “Éste, por lo menos, sabe escribir”.
Éste era mi Tío Pefecto, hacía rato quería contarles de él.
Diógenes Armando Pino Ávila
@Tagoto
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
2 Comentarios
Excelente Diogenes . Es una narrativa de provincia que nos llena de recuerdos vividos. Gracias mil
Drusila (Dróusilla) era hija de Herodes Agripa I, y esposa del procurador romano Félix en la época del Apóstol Pablo. Ahí está la confusión.
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