Opinión

Espíritu navideño

Diógenes Armando Pino Ávila

15/11/2019 - 00:25

 

Espíritu navideño

Ya noviembre está mediado, comienza ese cosquilleo nostálgico que el ser humano siente esperando diciembre, la Navidad y el Año Nuevo. Siempre me he preguntado qué mecanismo físico o espiritual, o las dos cosas, se activan para producir esa sensación entre nostálgica y alegre que se siente en esta época. Siempre he creído que el universo lanza una pulsación cósmica que toca las fibras íntimas de nuestro ser para predisponer nuestro ánimo en sintonía con estas sensaciones.

Tal vez esté equivocado y sea una ley atávica impresa en el ADN común de los humanos, la que lleva grabado ese mecanismo, el cual se activa cada año por las mismas fechas, quizás hace millones de años, en esa etapa evolutiva lenta que sufrió nuestra especie, alguno de nuestros antepasados primates sufrió esa sensación ambivalente entre tristeza y alegría, entre abandono y pertenencia a un grupo familiar, en el caso de nuestro antepasado remoto, su manada. Esa sensación debió ser demasiado fuerte y nuestro ancestro una mona preñada que le transfirió a su cría dicha conmoción y de ahí en adelante ha pasado de padres a hijos en toda la etapa evolutiva hasta llegar a lo que en tiempo presente sentimos cada año con la proximidad del mes de diciembre.

Por estos tiempos, esa pulsión nostálgica la llaman espíritu navideño y es explotada por la ley de mercado donde te presentan una gran y variada oferta de artículos que van desde electrodomésticos hasta ropa íntima. El ser humano cae rendido ante dicha oferta y gasta a manos llenas sus ahorros satisfaciendo una necesidad creada artificialmente por los medios de comunicación, en tanto otros miden sus posibilidades económicas y de sus estrecheces abren espacio para comprar a crédito, perdiendo la tranquilidad en forma diferida de doce a treinta y seis meses de módicas cuotas mensuales.

Cada cuatro años, en los pueblos colombianos, hay un grupo de personas que siente ese espíritu navideño bajo otras condiciones, son los empleados de las administraciones municipales que preparan sus bártulos para hacer entrega de sus cargos a nuevos fulanos que los ocuparan posiblemente por cuatro años, estos funcionarios salientes, en algunos casos no se dispusieron para una eventual pérdida electoral de su candidato y ante la creencia de que ganaría y con esto garantizaría cuatro años de continuidad en su cargo, no se prepararon para la vacancia y hoy por hoy piensan con nostalgia que tendrán que salir y abandonar la silla muelle donde creían disfrutar las mieles del poder.

Hay otras personas que el destino les quitó seres queridos y que por estas fechas se vuelven sensibles ante su pérdida, y la música que escuchan por la radio les remueve dolores dormidos en sus subconscientes y afloran sentimientos de duelo que se creían ya superados y se tornan tristes, melancólicos y depresivos al punto de aislarse de amistades, sepultando su alegría por todo el mes de diciembre envolviendo su vida en conversaciones de temas recurrentes contando pasajes y anécdotas vividas con sus difuntos seres queridos.

Hay otro sector que sufre de una energía festiva la cual manifiestan siempre hablando de parranda y mencionando dichos, tales como, que en diciembre todos los días son domingos y viven en un goce y un vacile permanente de farras de parrandas y festejos donde aprovechan la ocasión por simple que se para festejar y embriagarse. Este último es el espíritu navideño de quienes viven la vida sin desenfado, gozando su presente con la fuerza de su vida, sin complicarse, pensando en un mañana incierto que tal vez no vivirá o a lo mejor traerá sus afanes los que resolverá como lo ha hecho con su pasado y su presente.

Pero el mejor de todos es el que se vive de niño, en ese mundo de inocencia y fantasía solo se piensa en el regaló que El Niño Dios traerá y entre villancicos, tutainas y pesebres se va tejiendo un sueño infantil que a veinticuatro de diciembre se convierte en una explosión de júbilo festivo o en tristeza sollozantes ante la presencia o no de su ansiado regalo.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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