Opinión
Los brujos de Peralta
Arnaldo Peralta Castila, “El primo Nando”, como cariñosamente le he llamado desde la época de la escuela primaria, en algún momento de su exitosa vida laboral, sin pensarlo ni desearlo, se metió en un lio de padre y señor mío.
De todos es conocido que en nuestra región Caribe principalmente, tal vez debido a las influencias de las poblaciones esclavas traídas por los colonizadores ibéricos a nuestro continente americano, se arraigaron las costumbres, ritos, supersticiones, idolatrías, talismanes, en nuestra ancestral provincia incrustada en los valles ubérrimos del Ranchería, Cesar, y la magnífica Sierra Nevada de Santa Marta, consolidando la proliferación de brujos, curanderos, teguas, encantadores de serpientes, lectores del tabaco, las pitonisas de la borra del café y pare de contar.
En la coloquial Valledupar, en barrios periféricos siempre existieron, a pesar de la reticencia y prohibiciones de la iglesia, grupos impetuosos y sugestivos de magos, rodeados de una envidiable aureola de fantasía, incredulidad y trascendencia inverosímil.
Transcurría el año 1994 cuando nuestro personaje “Nando Peralta” ejercía funciones como directivo en una reconocida empresa de servicios en la ciudad; en cierta ocasión, el suspicaz jefe Peralta se enteró que todos los días, en horas de la mañana, todos los vehículos al servicio de la entidad se “Volvían alcanfor”, desapareciendo del entorno, paralela y simultáneamente con varias damas que aparentemente salían a cumplir funciones propias de su cargo; la investigación sigilosa y profunda llevada a cabo por el “Sabueso” Peralta tuvo sus frutos, logrando determinar que un gran número de féminas tenían conexión presencial con un brujo “Lector del tabaco”.
La patraña fue descubierta públicamente, con el resultado final de que la “agremiación” de los encantadores y farsantes, en numerosa y pacifica protesta irrumpieron cualquier día en su oficina, bien temprano, increpándolo vehementemente: “Usted nos está dañando el negocio”. El primo Nando, bastante ofuscado y contrariado, respondió con carácter: “¿Cuál negocio? ¿Acaso yo he hecho negocio con ustedes? Yo solamente me he remitido a controlar la salida de los vehículos”.
Mucho tiempo después, en la residencia de los “Oráculos” se extinguieron las largas colas en espera de la consulta. También se conoció el rumor insistente que muchos de los esposos y novios “tratados” por los infalibles menjurjes, volvieron al redil de los amores reconciliados y reposados, por culpa de los brujos de Peralta.
Álvaro Yaguna Núñez
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