Opinión

De Camperucho a la China del Coronavirus

Álvaro Yaguna Nuñez

11/03/2020 - 05:30

 

De Camperucho a la China del Coronavirus
Las vistas de Camperucho (Valledupar, Cesar)

Hace pocos días, después de un tiempo bastante prolongado, tuve un encuentro casual en el aeropuerto Alfonzo López de Valledupar, con Pedro Nemesio Rugeles, ya entrado en años, dispuesto a realizar un viaje de placer, muchas veces postergado debido a las múltiples ocupaciones de su trabajo arduo e ingente, en la vereda de Angostura, corregimiento de Mariangola, sur del municipio de Valledupar (Cesar).

En los inicios de 1970, Pedro Nemesio Rugeles era el baquiano por excelencia desde la Boca del Zorro hasta los confines del rio Cesar, pasando por las fincas Tierra Grata, Canadá, Bello Horizonte, La Colmena, Santa Rosa, La del Secuestro, Costa Rica, Caracas, Caraquita, La Esperanza y San Andrés; en la mayoría de ellas se destacó con calidad y buen juicio, desempeñándose como capataz, tractorista, recolector de algodón, chalán, pigua y ayudante de cualquier labor entre todas las actividades habidas y por haber en estas propiedades con vocación agropecuaria de nuestra región cesarense.

Proveniente de las tierras sabaneras, al lado del rio Sinú, Pedro Nemesio con su dialecto “golpeao” fue de carácter obstinado, porfiado, terco y, sobre todo, desconfiado en demasía; vivía orgulloso de su sombrero vueltiao´, sus abarcas “tres puntá” y con un rebosado ego por no ser hombre citadino, que a sus 60 años nunca había estrenado un par de zapatos ni para pontifical, ni conocer una entidad bancaria, donde, según sus creencias y patrones mentales, eran negocios creados por el hombre “vividor”, para esquilmar burdamente los bolsillos de la gente que tenía la osadía de realizar cualquier transacción financiera.

Era un tipo ahorrador extremo, rayando en la tacañería, que logró amasar una pequeña fortuna, guardada celosamente por él en un viejo colchón, después de su extenso trajinar por la vereda Angostura, La ruta del secuestro; tuvo la buena y acertada precaución de adquirir una buena parcela en la región de Camperucho, convirtiéndola en poco tiempo en un emporio de crías de ganado vacuno, bovino, ovino y caballar; no poseía obligaciones perentorias, ni gastos onerosos, ni mucho menos tiempo para una merecida borrachera; su afán y afugia perenne era el trabajo capaz de producirle los dividendos suficientes para emprender un largo viaje de esparcimiento y degustaciones eróticas, pero en la China, pues tenía también la creencia de que las mujeres del lejano oriente eran un dechado de virtudes y extravagancias sensuales, capaces de arrebatarle una fortuna  a un fogoso y portentoso sabanero como él, en una corta estancia. Pretendía igualmente, traerse del país asiático, dos damas de ojos rasgados, que no tenían necesidad de dormir, para mejorar la raza, mezclándolas con dos de sus vástagos mayores, residentes en La Venera, sitio de muerte de Eduardo Lora, el compañero inseparable de Andrés Landero.

Con todos esos planes e ilusiones, nuestro personaje sólo alcanzó a llegar a Bogotá, encontrándola alarmada y en estado de pánico, por la amenaza del Coronavirus; no hubo poder humano que lo convenciera de su viaje idealizado a la China, era una total utopía por las condiciones adversas dadas por el terrible virus. Argumentaba Pedro Nemesio, que él más nunca iba a tener la oportunidad de realizar aquel viaje de placer, pues presentía una muerte a la vuelta de la esquina. Las autoridades consulares desgastadas y exhaustas por la obsesión de aquel porfiado sabanero, optaron por preguntarle: “¿Cómo cree usted que podremos arreglar la situación de su viaje?”. Pedro Nemesio Rugeles estirándose en una silla, no hizo mayor esfuerzo para responder: “Si yo no puedo ir a la China, que me traigan las dos mujeres de allá, pero eso sí, las que vengan, que no traigan el parapeto e incordio del Coronavario ése”.

Realmente el día del reencuentro casual con Pedro Nemesio, sufrí una gran frustración al no tener el tiempo suficiente para indagarle sobre por menores y detalles del secuestro en la finca Santa Rosa y aquel asesinato aún en el limbo de la impunidad. Es posible que, en el próximo viaje de Pedro Nemesio, se presente otra gran oportunidad. Seguro que sí.

 

Álvaro Yaguna

2 Comentarios


Gloria Inés Orozco Torres 11-03-2020 09:25 AM

Me gusta mucho tu lenguaje sencillo y coloquial, que nos transporta a paisajes lejanos añorado, un abrazo

Carlos Díaz Bravo 11-03-2020 12:17 PM

Muy buen artículo, con un argumento de la vida cotidiana, aprovechando una situación del momento El personaje es real?. Cuando mensionas un asesinato viene a mi recuerdo un momento trágico en tu familia. Mis excusas por recordarlo. Fuerte abrazo.

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