Opinión

Entre el bullicio y la serenidad

Ilka Oliva Corado

26/03/2020 - 05:45

 

Entre el bullicio y la serenidad

Hay días en los que quiero escribir y no puedo y por más que lo intento no fluye, las palabras se esconden. Las ideas se hacen nudos ciegos en mi cabeza y no las puedo desenredar. Enciendo incienso, humo mi habitación, me preparo un té, realizo algunos ejercicios para estirar los músculos, respiro profunda y lentamente. Lo vuelvo a intentar.  Y pasan los minutos y las tres líneas en la hoja en blanco no avanzan, entonces sé que no es día para escribir. El vaso está vacío, no debo escribir cuando el bullicio no me permite expresarme. Necesito el silencio. 

Por esa razón mis textos los publico un día cualquiera a cualquier hora, porque es escribiéndolos y publicándolos, si guardo un texto lo más probable es que no lo publique. Tampoco puedo releerlos, si los vuelvo a leer después de escritos ya no me gusta lo que escribí y pierdo el interés por completo, que ni tocarlo quiero. Yo misma no puedo decidir sobre qué escribir, nunca sé lo que escribiré hasta que fluye en esa hoja en blanco, mi escritura es del alma no del cerebro.  Tampoco puedo escribir por encargo, me bloqueo completamente y porque también no me gusta que la gente me diga sobre qué escribir. Defiendo completamente el derecho de mi escritura a ser ella misma.

Ese tiempo de silencio puede durar un día, tres días, semanas, (aunque hace unos años duraba meses) en los que me alejo de la computadora. Y cuando la vuelvo a encender puede ser un relato o un artículo de opinión lo que escriba. Porque la poesía, la poesía solo viene a mí cuando ella quiere. Días en la madrugada, me despierta a deshoras solo para que la escriba, días al atardecer, en la noche, por eso siempre tengo una libretita y un lapicero conmigo, porque llega de un pasón y se va. Como un chaparrón, como el ventarrón, como una pasada de nube, como niebla de alborada, como el rocío de las flores de las diez que al medio días comienzan a doblar sus pétalos.  Pero para que ella llegue yo debo estar en completo silencio, no me visita si el vaso está lleno o a medio llenar, debe estar completamente vacío. Y llega pasa saciarme, para calmar mi sed, para cobijarme, para llenar de flores los tiestos vacíos. 

No puedo escribir mecánicamente, decir tal día a tal hora escribiré un texto sobre tal cosa. No puedo. Mis letras son como yo. No importa si es relato, poesía o artículo de opinión, todas tienen mi personalidad, mi carácter. Son toscas como yo. Rudas y ariscas. Honestas eso sí.  Quien quiera conocerme solo tiene que leer mis letras, ni en persona podría ser tan real como lo soy escribiendo. 

Hay días en los que no puedo escribir, las palabras no danzan, no hay armonía. Y poco a poco voy aprendiendo a ser paciente, a esperar, a respirar pausado para darles su espacio y no ahogarlas, para que no se aburran de mí. Y guardo distancia y las dejo solas, libres para que vuelvan a mí cuando sientan que necesitan de mi compañía. Antes cuando ellas se iban yo agonizaba, no podía respirar, me sentía encarcelada, abandonada, relegada y sufría mucho por la inexpresión porque ya sé lo que es estar ahí. Pero escribiendo he ido aprendiendo a esperar, a vivir cuando ellas no están, aunque las extrañe. A entender que el vaso vacío y el silencio son necesarios para vivir porque ponen pausa, bajan el ritmo y forman un equilibrio entre el bullicio y la serenidad.

 

Ilka Oliva Corado 

@ilkaolivacorado 

Sobre el autor

Ilka Oliva Corado

Ilka Oliva Corado

Crónicas de una inquilina

Escritora y poetisa. Ilka Oliva Corado nació en Comapa, Jutiapa, Guatemala, el 8 de agosto de 1979. Hizo estudios de psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora en el estado de Arizona. Es autora de dos libros: Historia de una indocumentada travesía en el desierto Sonora-Arizona, y Post Frontera.

@ilkaolivacorado

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Si la Unesco supiera…

Si la Unesco supiera…

Diciembre llegó con su ventolera, mujeres.. Así inicia una vieja canción del maestro costeño Rufo Garrido. Ese anuncio cantado, f...

Editorial: El Fantasma del crecimiento sin desarrollo

Editorial: El Fantasma del crecimiento sin desarrollo

En estos últimos 3 años, hemos visto que la Costa Caribe de Colombia –y en especial la ciudad de Valledupar- han entrado en una e...

Una sociedad que asesina a sus niños

Una sociedad que asesina a sus niños

Somos una sociedad enferma, una sociedad que padece daño estructural en todos los órdenes, una sociedad que deambula sin norte, una...

Balance anticipado del Festival vallenato

Balance anticipado del Festival vallenato

  Es cierto que aún no ha terminado el Festival de la Leyenda Vallenata y que uno sólo puede hacer balances luego de finalizar las ...

La bandera de la doble moral

La bandera de la doble moral

Me pregunto qué tenemos los seres humanos en la cabeza. Recordé que una tía mía dice que es bosta, bosta de vaca es lo que tenem...

Lo más leído

La Cultura y el laberinto del poder

Omar Castillo | Pensamiento

Los Pacabuyes: ¿un pueblo Chimila o Malibú?

Luis Carlos Ramirez Lascarro | Pueblos

La magia de Escalona

Alberto Muñoz Peñaloza | Música y folclor

Vallenato clásico

Luis Carlos Ramirez Lascarro | Música y folclor

El Vallenato de Rafael Escalona

Darío Blanco Arboleda | Música y folclor

Armando Zabaleta: el fecundo compositor de “No voy a Patillal”

Eddie José Dániels García | Música y folclor

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados