Opinión
La reivindicación del cóndor

A pesar de que mucho se ha hablado en algún momento del Cóndor, tal vez no se tengan los suficientes conceptos para denotar su importancia. Es cuando nuevamente surge el Pequeño Larousse, cual presdigitador insigne, para aclarar y complementar, algún aspecto sustancial. Esta vez indica (voz quechua): Ave rapaz de gran tamaño, de color negro y blanco, con el cuello y la cabeza (que lleva unas carúnculas en el macho) rojo oscuro y desnudos; en el entorno nacional se le ha dado una connotación de “prócer”, catalogándolo como el ave insigne y representativa por excelencia ; yo, poco conocedor del mundo de las aves, percibo que nos hemos quedado cortos en su exaltación como residente fastuoso de las grandes cordilleras y rey de los picos y glaciares que en mínima cuantía subsisten en el continente, atribuible a las incidencias negativas del calentamiento global.
Personalmente siempre lo he imaginado como un gran líder, visualizador desde las grandes alturas, de todos los escenarios posibles, dominando en cierta forma a un mundo incierto, metafóricamente a sus pies. Pienso que detrás de lo anteriormente descrito, hay un soplo invisible y real que lleva a mostrar a nuestro “personaje” como no precisamente un claro ganador, ni poseedor de las virtudes naturales del verdadero líder. Sucintamente, entro a definir y ampliar tópicos que respaldan mi última apreciación: en la escuela primaria, en la asignatura Instrucción Cívica, estudiando los símbolos nacionales, conocí el primer Cóndor, muy triste y estresado quizás, instalado no muy a su gusto, en el escudo de armas del país, al lado de dos cuernos, representativos de la abundancia; nunca he podido establecer la analogía existente entre lo desbordado por dichos cuernos, con la gran cantidad de guerras fratricidas aun existentes, al igual que la inequidad, lo más abundante en nuestra patria, mostrada en la Historia Contemporánea. En la época de la formación académica superior en Popayán, conocí talvez al Cóndor más longevo del universo, en el zoológico al lado del Rio Molino, en un estado deplorable, sobreviviente a todos los inviernos y soles caniculares, pertenecientes a un periodo inmensurable.
En la década de los ochenta, en el clásico vallenato “El Cóndor Legendario”, su autor indica: “Soy folclor, soy alegría, soy tristeza y desengaño”; posteriormente, un famoso cantautor del mismo género, acotó: “Me voy, me voy, como hace el Cóndor Herido”. Con anterioridad, el autor Álvarez Gardeazabal ya había escrito “Cóndores no entierran todos los días”. Como pueden notar, estimado auditorio, esta resumida alusión a nuestro Cóndor, se colige que inexplicablemente, no se ha visto con una aureola de triunfador, como un líder con atributos para cambiar muchas cosas en el mundo, manteniéndonos siempre en los márgenes metafóricos.
Retomando y volviendo al escenario real y calamitoso dado por la pandemia universal, es inevitable no encontrarse congéneres preocupados por dar explicaciones y buscando aparentemente con diligencia, rigor y perseverancia, los orígenes terrenales, espirituales y apocalípticos sobre el virus que literalmente tiene arrodillo al hombre, a inicios del nefasto bisiesto del 2020; uno de ellos ,en una pausa del encierro “voluntario”, me indago: ¿Qué piensas que desearías hacer después de esta conmoción mundial? No lo pensé demasiado para expresar respetuosamente: Primero, ojalá el hombre se sienta de alguna forma llamado a analizar la siguiente frase de Ghandi: “Sé el cambio que quieras ver en el mundo”. Igualmente que coexistan los pensamientos de la No-violencia, expuestos por Jesús de Nazaret, Dalai Lama, Martin Luther King y el mismo Mahatma Gandhi.
Finalmente, indiqué, quisiera que después de esta situación indeseada, nuestro Cóndor ya no esté en vía de extinción, que sea un Ganador, un gran Líder, un referente para los dirigentes políticos del mundo, que desde las alturas de su “hábitat”, recomiencen, visualicen un nuevo sendero, para cambiar lo correspondiente, de la mejor forma, con justicia y equidad. Vale la pena ser un cóndor, no herido, ni triste, sino triunfador. En síntesis, definitivamente, la reivindicación del cóndor.
Álvaro Enrique Yaguna Nuñez
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